martes, 4 de noviembre de 2014

Perpetuidad

De entonces, cuando aparecí, solo conservo la misma matrícula, 8 cifras de dni. Todo lo demás ha mudado o desapareció.
Los días han cambiado y lo que era frecuente hoy es anécdota. El pan de cada día se convertió en vintatge.
Muchos ya no están, algunos fundamentales, si lo que buscamos es explicarme, y los demás han cambiado, distanciando su ruta mucho más de allá de mi tangente. Yo mismo he cambiado de ciudad, de talla, de hábitos, de peinado, de profesión, de opiniones, de estado, de carácter, de sentir, una docena de veces.
Y la escena, que decir, por su complejidad mucho más intensa y rápidamente que yo: No son iguales, los mismos parajes. Donde había desierto hoy hay bullicio, donde todo el mundo se reunía, hoy olvido.
Ni tan siquiera la moneda, con la que ni se compra ni se vende el amor verdadero, es la misma. Ni tan sólo me acompañan desde el principio las mismas células que me engarzan. Y aún así me reconozco, antes como ahora, en un relato que a todos cuento y a mi repito y reitero en vigilia y en sueño. Un relato falso que a cada repetición muda y cuyo parecido con la realidad es pura relatividad.
El número de mi bastidor, como dije, sólo permanece inmutable.