sábado, 27 de febrero de 2010

Celebración de la nada

Otro sábado: Horóscopo poco propicio. Climatología adversa. Txirimiri inofensivo ante la sequía que cuartea mi piel. Lluvia molesta que humedece mis ropas, apretándolas, aún más, contra mi piel claustrofóbica. Calabobos que me impide atravesar la ciudad silbando sobre la bicicleta, tras la sensación de fuga de mi mismo, en búsqueda de una huída hacia ninguna parte.
Poca luz. Poca gente en los parques. Durante la semana, ninguna victoria.
Aún así, vida:
Miles de transeúntes esquivándose para no colisionar. Miles de peatones cruzando sus trayectorias a la nuestra. Y tras sus anónimos rostros grises o apresurados, agazapada vida, descarada vida: penas, preocupaciones, aburrimiento, respiraciones, pasiones,… alegrías.
Y sin pensar en nada, allí, junto a ti, la Vida.
Aún intentando mantener la mente en blanco, cientos de personas atraviesan tu cerebro, protagonizando recuerdos, anhelos, deseos.
Y al margen de tu control, mientras cruzas las calles o atraviesas las páginas en blanco, apareces y desapareces de los cerebros de unos u otros. Independiente Vida que camina sin preguntar, sin pedir permiso, sin esperar.
Quizás mañana te diga alguien: -Ayer pensé en ti.
Y, como sobre la calle cae fina y parsimoniosa la lluvia lenta, sobre mis huesos cae parsimonioso y húmedo el tiempo. Nada más que tiempo lento, sin música.
Aún así, vida. Así, vida.
Hoy de momento, nada más que celebrar. Sólo la Vida.
Fotografia: Jhononabike

sábado, 20 de febrero de 2010

La transcendencia del vendedor de futuro

El ser humano es el único animal conocido que ha escapado del presente continuo en el que residen el resto de las alimañas. Es consciente del pasado ya acontecido: puede enorgullecerse de los meritos acumulados, al tiempo que debe padecer los remordimientos cultivados.
Pero más intrigante que el relato del pasado e, incluso, más sabroso que el deleite del presente, es disfrutar con la invención del futuro, más aún, con la reinvención, a cada instante, de nuevos futuros como apuestas determinantes, como esperanzas constantes.
Pero el relato del futuro que escuchamos, o queremos escuchar, va más allá de un pronóstico fundamentado en un pormenorizado análisis de secuencias, variables y probabilidades. Las proyecciones y horizontes que barajan estadísticos y matemáticos a nadie satisfacen. Se convierten en especulaciones y estrategias de futuro en cuanto caen en las manos de los gestores de lo privado y de lo público. Se transforman en mera futurología de salón cuando los mismos datos distorsionados llegan al simple peatón, abrumado por la necesidad de tomar una importante decisión (cambio de trabajo, compra de un inmueble, elección de un partner para iniciar una relación). Y se vuelven la única esperanza, a la que se aferran como a un clavo ardiente, los desesperados, que en ausencia de un presente valido, siempre esperan cambios radicales en los próximos instantes.
Es en este punto, en el que se evidencia la trascendencia social de los vendedores de futuro para la vida de los humanos. Pues en nuestra pequeñez, en nuestra inseguridad congénita, en nuestra cobardía intrinseca exigimos a los contadores del cuento futuro que nos garanticen que el sol volverá a salir mañana, que después de este domingo volverá a ser lunes otra vez.
Es esa promesa de normalidad, la que nos permite levantarnos cada día para ir trabajar de sol a sol, pagar la hipoteca o ahorrar, sabiendo que no habrá ningún corralito que evapore nuestros esfuerzos. Es ese relato el que nos permite seguir con nuestras vanas tareas diarias, porque de momento no es urgente ponerse ahora mismo a follar como malditos, ya que a pesar de la crisis, el mundo no se va a acabar.
Exigimos que por decreto mañana haga sol y buen tiempo. Exigimos que nos cuenten mentiras los políticos, porque la salud del PIB no depende de los datos estadísticos si no de la sensación de confianza de la población. Porque si nos dicen que mañana será jauja, gastaremos como locos sin ahorrar nada, porque si nos dicen que mañana llega el Apocalipsis se colapsa el sistema porque nos escondemos hibernados en nuestra madriguera y los hámsters humanos no mueven la rueda… no producen… no gastan… y quiebra el sistema.
Exigimos a nuestra pareja la promesa de amor eterno, de fidelidad constante y le advertimos que de ser infiel, calle. No queremos saber la verdad, porque sólo la creencia en un futuro mejor garantiza su existencia.
Ilustración: Shaun Tan

domingo, 14 de febrero de 2010

Oración de la elocuencia

Santísima trinidad:
inspiración, elocuencia y concreción
ten piedad de este vuestro humilde servidor.
Musas volved a visitarme,
que está a punto de vaciarse el refrigerador.
Traed bien repletos vuestros tuppers,
que no sé que decir, ni que contar.

Deseo que sea una razón exógena.
Pero llevo días que cada vez que me enfrento al folio en blanco,
pierdo el pulso por KO y salgo con el ego amoratado.

Que se me traban los dedos sobre las teclas llenas de aristas.
Que me cuesta acercar un verbo a un sujeto, arrimar un adjetivo a un sustantivo.
Que todas las palabras se repelen entre sí,
como si acercase imanes por el polo equivocado.
Que las frases, ya formadas, han dejado de tomar mi cerebro al asalto.

Debe ser el invierno.
Debe ser el sueño que arrastro.
Deben ser las prisas que me empujan de un sitio a otro,
sin darme lugar ni para la reflexión, ni para lo inútil,
inútil, pero tan necesario.
Debe ser la crisis o la deflación.
Debe ser por la arritmia de mi deshabitado corazón.

Dame fuerzas Virgencita de los Pisapapeles, patrona de los deslenguados,
Santas Labia, Prosa i Verbigracia,
Santos Charlatán, Monólogo y Desparpajo,
a vosotras acerco mis cirios
a vosotros yo me encomiendo.
¿Qué decir que signifique algo?
¿que contar que tenga gracia?
Por amor al verbo, acercarme las palabras.

viernes, 12 de febrero de 2010

Marcas blancas




















Ilustración: El Roto