sábado, 20 de febrero de 2010

La transcendencia del vendedor de futuro

El ser humano es el único animal conocido que ha escapado del presente continuo en el que residen el resto de las alimañas. Es consciente del pasado ya acontecido: puede enorgullecerse de los meritos acumulados, al tiempo que debe padecer los remordimientos cultivados.
Pero más intrigante que el relato del pasado e, incluso, más sabroso que el deleite del presente, es disfrutar con la invención del futuro, más aún, con la reinvención, a cada instante, de nuevos futuros como apuestas determinantes, como esperanzas constantes.
Pero el relato del futuro que escuchamos, o queremos escuchar, va más allá de un pronóstico fundamentado en un pormenorizado análisis de secuencias, variables y probabilidades. Las proyecciones y horizontes que barajan estadísticos y matemáticos a nadie satisfacen. Se convierten en especulaciones y estrategias de futuro en cuanto caen en las manos de los gestores de lo privado y de lo público. Se transforman en mera futurología de salón cuando los mismos datos distorsionados llegan al simple peatón, abrumado por la necesidad de tomar una importante decisión (cambio de trabajo, compra de un inmueble, elección de un partner para iniciar una relación). Y se vuelven la única esperanza, a la que se aferran como a un clavo ardiente, los desesperados, que en ausencia de un presente valido, siempre esperan cambios radicales en los próximos instantes.
Es en este punto, en el que se evidencia la trascendencia social de los vendedores de futuro para la vida de los humanos. Pues en nuestra pequeñez, en nuestra inseguridad congénita, en nuestra cobardía intrinseca exigimos a los contadores del cuento futuro que nos garanticen que el sol volverá a salir mañana, que después de este domingo volverá a ser lunes otra vez.
Es esa promesa de normalidad, la que nos permite levantarnos cada día para ir trabajar de sol a sol, pagar la hipoteca o ahorrar, sabiendo que no habrá ningún corralito que evapore nuestros esfuerzos. Es ese relato el que nos permite seguir con nuestras vanas tareas diarias, porque de momento no es urgente ponerse ahora mismo a follar como malditos, ya que a pesar de la crisis, el mundo no se va a acabar.
Exigimos que por decreto mañana haga sol y buen tiempo. Exigimos que nos cuenten mentiras los políticos, porque la salud del PIB no depende de los datos estadísticos si no de la sensación de confianza de la población. Porque si nos dicen que mañana será jauja, gastaremos como locos sin ahorrar nada, porque si nos dicen que mañana llega el Apocalipsis se colapsa el sistema porque nos escondemos hibernados en nuestra madriguera y los hámsters humanos no mueven la rueda… no producen… no gastan… y quiebra el sistema.
Exigimos a nuestra pareja la promesa de amor eterno, de fidelidad constante y le advertimos que de ser infiel, calle. No queremos saber la verdad, porque sólo la creencia en un futuro mejor garantiza su existencia.
Ilustración: Shaun Tan

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