Como de costumbre, justo antes de que este año se autodestruya por
caducidad, de entre mis prisas resguardo cinco minutos para encontrar,
ensamblar e idear un buen montón de buenos deseos construidos con mis piezas usadas
y un pelín descascarilladas para que se nos hagan realidad durante el próximo
Año Nuevo que está a punto de comenzar.
Deseos perennes, siempre bien recordados: Paz, amor, solidaridad, alegría y
rauxa. Y otros hoy imaginados:
Que sacudan esta realidad que nos encorseta y constriñe,
mientras que a nosotros nos mezan delicadamente.
Que desaparezcan los déspotas que oprimen a los peatones por simple codicia.
Que los éxodos acaben en felices retornos y dichosos reencuentros,y, en el mientras tanto, sepamos acoger cálidamente a los desplazados.
Que no nos vendan más motos averiadas,
que dejemos de creer sus chácharas de chamarilerosy nos guste ser como podemos ser.
Tiempo para avanzar hacia el horizonte,
Horas para estar tumbado, cazando moscas, sembrando sueñosDías para recordar el pasado, sus encuentros y sus habitantes.
Noches para ser furtivos.
Y que el frío no nos corte el aliento,
y que las prisas no devalúen tu sonrisa ni acallen tus risas,y que la realidad se pliegue a nuestros sueños,
y que nos dejemos el cuerpo y el alma por los rincones
y que se nos suba el vino viejo al corazón peleón.
Y,y,y… y besos, muchos besos, de todas las tallas,
de todos los colores, de todos los sabores,miles de besos que nos sostengan y nos impulsen como a cometas.