viernes, 31 de diciembre de 2010

Cuentos de Último Minuto, IV

Como cada vez que se aproxima el cambio de cada segundo, Minuto se apresura a repasar su lista de buenos propósitos para el que está a punto de estrenar. Minuto Exigente quiere ser más. Minuto Insatisfecho desea hacer más. Minuto Imperfecto anhela poder ser mejor. Con las prisas de las campanadas, antes de que se mueva inevitable el segundero, Minuto siempre olvida pedir ser menos, no crecer para concentrar su sabor, hacer poco y sin prisas, no cambiar para poder mejorar lo que ha hecho hasta hoy, no conocer más para conocer mejor lo hasta hoy ya visitado, no aprender más para poder tener tiempo de olvidar las cosas que no nunca tuvo que conocer.

jueves, 30 de diciembre de 2010

Cuentos de Minuto, III

Don Minuto de la Mancha fue tomado por loco por contemporáneos, críticos literarios e historiadores por lanzarse a combatir como un titán contra las aspas de unos molinos gigantes como segunderos. Pero más cuerdo que nadie atrasó la cuerda del reloj que marcaba cruelmente su paso por esta novela y poder extender así su vida durante cien segundos, sisándole cuarenta a la parca, que dedicó por completo a su loco y consciente amor por esta vida imperfecta, al que bautizó Dulcinea.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Nadala 2011

Como viene siendo costumbre, justo antes de que se nos deshilache el año, reservo con celo, a pesar de las prisas que impone esta vertiginosa cuenta atrás, cinco minutos de paz desde donde desearte que se te hagan realidad un montón de deseos durante el Año Nuevo que está a punto de comenzar. Busco siempre entre todas esas pequeñas maravillas gratis que debemos recuperar de entre las cosas que ya nadie tiende a apreciar: Paz, amor, tranquilidad, alegría y rauxa para poder enfrentar los días de crisis que vamos atravesar. Y en especial para este año, que pintan bastos, te deseo:
Que, por una vez, la banca no gane la partida.
Que nos repartan buenas cartas y nos alumbren todos los faroles.
Que tengamos quien nos preste otra moneda cuando leamos game over.

Que cierren este casino y que todos los juegos sean de niños.
Que siempre nos salgan dos seises y un cinco para llegar pronto a casa.
Que por el camino, les cantemos las 40, y no perdamos una sola ficha.

Que el guiñol no se deje meter mano y la marioneta domine sus hilos.
Que a nuestro caballo no se le acaben las pilas.
Que no te encuentre a faltar en el corro de mi patio particular.

Que nunca nos quedemos mirando el partido desde el banquillo.
Que sepamos cambiar las reglas, para que cuando ganemos, ninguno pierda.
Que como buenos peones sepamos defender nuestra reina.

Que elijamos siempre hacer el indio y jugar a las cocinillas.
Que nos guiñen el ojo cuando se acabe la partida de mus.
Que juguemos a los médicos en cada momento y lugar.

Que no nos pillen los polis, que no dejemos a nadie escondido.
Que siempre haya algo entero en el puchero del abuelo.
Que el papel siempre gane a la piedra.

Que siempre recordemos que, hasta el final, nos quedará Kamchatka.
Que nos tomemos la vida en serio y nos la juguemos en todo momento.
Que el último en caer, salve por todos.

Que nos busquen, nos usen y nos amen.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Celebración del olvido y la inconsciencia

Bendito el olvido. Bendita la desmemoria humana que no nos recuerda que todo lo que empieza tiene por fuerza, o a la fuerza, que acabar. Que todos nuestros principios tienen el mismo fin. Que todos nuestros esfuerzos acabarán en polvo, o hechos polvo. Bendito y sedante olvido, que con su lengua de días va lamiendo nuestras heridas hasta cerrar la más sangrienta de las llagas. Ahora que arden, ahora que escuecen vivos los arañazos de tu desamor, toda la memoria de tus vivos recuerdos, en este pozo de cegadora evidencia donde ni tan siquiera se entrevé el fondo, solo veo una esperanza: sé que me espera el más oscuro de mis olvidos.

Bendita inconsciencia. Bendita desmemoria que me permitirá con el tiempo instalarme, otra vez, de nuevo, en la rampa de salida. Retomar presto la carrera, correr alegre sin ningún destino fijo, para tropezar, nuevamente, con la misma piedra. Que todos nuestros principios tienen el mismo fin. Que todos nuestros esfuerzos acabaran en polvo, o hechos polvo. Pero más pronto o más tarde, volveré a escuchar la música y bailaré, porqué, ¡bendito olvido!, soy humano, soy alegre, estoy hecho para bailar y no para recordar. Todo un inconsciente. Gracias al olvido.

martes, 7 de diciembre de 2010

Desalmados























Ilustrarción: El Roto


domingo, 5 de diciembre de 2010

Reexistencia

Fin al gobierno de los justos. Los prohombres abandonan sus responsabilidades derrotados, se miran los unos a los otros, se comprenden. Ellos nos se equivocaron, fue el pueblo quienes no les entendió. Ellos tenían sus razones para cada uno de sus pasos, para cada uno de sus hechos, que no era necesario explicar a los humildes. Ellos que ahora repudian su gestión, admiten que sus transgresiones fueron necesarias para mantenerse firmes al pie del timón, sobre su poltrona.
Fin al gobierno de los justos. Los prohombres respiran aliviados, no serán ellos los que bregarán con la parte más cruenta de la crisis, no serán ellos los que reciban las próximas cornadas. No serán ellos los mamporreros de los próximos recortes que impondrán los dueños del tablero. Se miran los unos a los otros y asienten: en la oposición siempre se está más cerca de la razón, contra el mal se vive mejor.
Fin al gobierno de los justos. Los vencidos, sosegados, se miran los unos a los otros, buscando, de entre ellos, a lo más honestos, o a los más débiles. Cabezas de turco, cadáveres de paja que arrojar a sus militantes para que perviva la especie. Ellos representarán la ceremonia de la inmolación de los culpables, de su teatral y limitado sacrificio, para hacer posible el milagro de la resurrección, cual ave fenix, del Aparato, con toda su potencia. Para organizar desde la nueva trinchera su reexistencia, para poder volver al sacrificio en nombre del bien público, para que las mismas ideas sean pronunciadas con las mismas palabras, para que nadie nuevo, ningún advenedizo, se apodere del viejo teatro.
Ilustración: Rembrant, Los síndicos del gremio de pañeros

lunes, 29 de noviembre de 2010

Cuentos de Minuto, II

Minuto tiene el tiempo cronometrado. El tiempo justo. Ni un poco más, ni un poco menos. Sabe que la vida es efímera y escucha el tic-tac del reloj detrás de él. Tempus fugit.
Minuto se queda congelado, porque la preocupación le mata, y deja que la vida pase por encima de él, atado de manos por las prisas de responsabilidades que nunca supo como llegaron hasta él.
O se deja llevar y disfruta cada instante, con los ojos bien abiertos y alma agradecida, saboreando cada centésima de segundo, y sorbiéndose los dedos para extraer todo el jugo a su existencia.
Cada minuto elige como pasar el tiempo. Cada minuto cuenta, una historia diferente, de ésto que todos llamamos vida.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Guatemala, molt millor!

Portaven molts anys caminant com els crancs i, de cop, tots plegats van decidir aprendre a córrer, cap allà endavant. I és ben cert que la sensació de velocitat té les seves contraindicacions, com ara, l’alteració de la memòria. I avui des d’aquí, tant lluny d’allà on érem fa només set anys, mai ens recordem de com érem.
Portaven molts anys estancats, com hivernant dins els nostres propis melics i, de cop, van decidir créixer i multiplicar-nos. Però sense adonar-nos, perquè ens veien cada dia, i el mirall ens reflectia just igual que el dia anterior. Només era quan rebíem algú de fora, que ens preguntava, al haver-ho de contar, quan quèiem en totes les coses que ara fem i que abans mai havíem fet.
Però a les hores, avui, després de l’efímera i sorollosa primavera, van arribar els dies grisos. I tot va a començar a trencar-se al nostre voltant, i es van donar que no eren tant llestos, ni tant guapos, ni tant rics. A les hores, ens van dedicar a buscar fora de les nostres camises als culpables, i cert sentiment generalitzat molt proper a la depressió va caure com una teranyina sobre els nostres ulls: tot ho havien fet malbé, qualsevol altre ho faria millor. Aquí a Guatemala, no cabia dubte, els altres ho farien més bé, trobarien totes les solucions.
Però, just un dia abans de obrir-li les portes del nostre destí als altres, a aquells altres, un nen ens va preguntar: “Aquests altres, aquests altres, no són els que ho havien fet tant malament en els temps d’abans, els que ens obligaven a caminar com crancs i a dormir ensopits dins els nostre propis melics? I la seva innocent pregunta ens va treure els colors. I ens van mirar els uns als altres amb aquiescència, pensant que Guatemala no estava tant mal. I no sòl això, sinó que també estava molt millor que Guatepeor.

sábado, 20 de noviembre de 2010

La vida es un conjunto de equivocacions

La vida es un conjunto continuo de equivocaciones, pero entre ellas, de vez en cuando, es factible toparse con un acierto fuera de lugar.
A los aciertos se les pide deseos como a las estrellas fugaces. Así que cuando se te cruce uno por delante, no te aconsejo despistarte, porque cumplen los deseos más diligentemente que los alejados astros a los que es difícil ir a pedir responsabilidades.
Pero no le pidas peras al olmo. Enseguida, después de un acierto, aparece una nueva secuencia de equivocaciones que escriben con pulso firme el devenir de nuestros destinos.
Un día Joaquín Bouza se encontró con un acierto perdido y decidió compartirlo: Extraviado, decidió hacer lo que nunca hace un hombre, preguntar. La primera señora que por allí pasaba le facilitó las instrucciones claras y precisas para desplazarse desde el punto donde se encontraba a ese lugar al que decía deseaba ir.
Y fue justo en ese momento cuando Joaquín Bouza advirtió claramente la presencia de un acierto, por lo que sin dudar un momento, pasó a expresar su deseo, consciente de que se habría de cumplir:
- Señora, si no tiene nada urgente que hacer, le molestaría acompañarme hasta allí, así nos aseguramos que llego y luego podemos compartir un café.
La señora, que se llamaba Matilde, percibió claramente el brillo del acierto, por lo que decidió olvidar la diferencia de edad que le separaba del joven que tan gentilmente le interpelaba, y consintió en guiarle.
En el café, no sabemos si debido a la mala iluminación del local o a la acción deliberada del acierto, Joaquín no apreció las arrugas que cercaban los ojos de Matilde. Y ella no escuchó, quizás por lo alta que estaba la música, la bisoñez de los comentarios de Joaquín. Y decidieron ir juntos a cenar y de allí a casa de ella para satisfacer de varias formas diferentes el deseo que habían venido acumulando en varios meses de soledad.
A la mañana siguiente, una vez satisfecho el deseo, el acierto se separó de la pareja orgulloso del trabajo bien hecho y de su ahorro, al matar dos pájaros de un tiro; dejando que el normal discurrir de la vida volviese a ocupar su lugar mientras ellos caminaban calle abajo presurosos de llegar tarde a sus respectivos trabajos.
Cuando el acierto dejó la escena, la secuencia normal de equivocaciones tomó nuevamente la rienda de sus vidas, como si recuperase a dos caballos que se le habían desbocado durante un instante. Equivocación fue la siguiente cita, equivocación fue que Joaquín se mudase a casa de ella, equivocación fue que Matilde se acostará con un compañero de trabajo, equivocación que Joaquín le fuese infiel con una de sus sobrinas, equivocación fue que se separarán después de diez años de feliz e infeliz convivencia, equivocación fue que se echarán constantemente de menos y que no se llamarán por culpa del orgullo. Equivocación tras equivocación se les escapó la vida y no se dieron cuenta que la vida era una vorágine de equivocaciones y que los aciertos brillan justamente por su ausencia.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Cuentos de un Minuto, I

Minuto no se vanagloria de ser el mejor velocista de todos los tiempos. Sin esfuerzo corre, devorando los 60 segundos, mostrándoles siempre la espalda a Carl Lewis, Usain Bolt o al recordman de turno. Sabe que si quiere puede alcanzar la velocidad del sonido y cruzar la distancia en menos de un cerrar y abrir de ojos.
Pero a minuto, no siempre le gustan las prisas, sabe andar despacio, saboreando cada uno de sus pasos, como buen caminante, segundo a segundo.
A veces, minuto, se demora, se entretiene con cualquier cosa, e, incluso, se hace esperar y llega tarde. Se dilata insoportablemente, como en la sala de espera de los dentistas, o en las colas de las autopistas.
Entonces parece explicarnos que el tiempo tiene una escala geológica, para la que nosotros somos meras anécdotas.

martes, 9 de noviembre de 2010

Celebración de la ausencia.

Desde que te marchaste, me han sobrevenido todos los males.
Mi dieta se ha alterado: desayuno pasteles y croasanes,
pues se acabaron tus saludables cereales.
Ya, en tu gimnasio, no mantengo mis abdominales,
pero tomo cervezas mientras bailo en todos los festivales.
Camino desinformado y perdido,
de nuestro ordenado silencio de salón, expulsado,
porque te llevaste tu tele y todos sus canales.
Me refugio en el caótico humo de las conversaciones de los bares.
Me sorprendo persiguiendo a las mozas por los soportales.

Desde que te marchaste, he olvidado hasta los principios más fundamentales.
Y, ajeno al cambio climático,
se ha descongelado el casquete polar de nuestro lecho conyugal,
bajo las visitas de calidas borrascas borrachas y algunas tormentas tropicales.
Ahora, ya no practico nada el bridge, corazón.
Ahora sólo arriesgados juegos malabares.
Y he pasado de nuestro ordenado descanso dominical
a padecer hematomas y lesiones musculares.

Desde que te marchaste, no recuerdo ni donde quedan los puntos cardinales,
dudo más, pienso menos, y se me abren infinitas posibilidades.
Malgasto mis pensamientos en lo que definías como mis entretenimientos triviales,
Dedico mi tiempo a reír junto a los que tu llamabas esos amigotes míos tan vulgares.
Y he decidido volver la mirada al pasado solo para recordar cosas esenciales.
Por eso hoy tu nombre ha regresado a pasear por mis labios:
devuélveme ya la llave de la caja de caudales.

domingo, 31 de octubre de 2010

Una hora más

Nunca lo hubiese pensado, pero el reloj no era tan mala gente, el reló hoy nos ha regalado una hora más. Una hora perdidos dentro del inmenso universo comprendido entre mi colchón y tus sábanas.
He abierto una mínima parte de un ojo, para escuchar como la lluvia acariciaba suave la acera de la calle, he sentido un ligero atisbo de frío, insignificante, pero suficiente para justificar ceñirme a tu talle, y, en ese mismo instante, tus manos han empezado a rizar mis cabellos. Seguro que ya llevabas un tiempo velando mi sueño, esperando impaciente para amanecer conmigo.
Mis manos han buscados tus pechos minúsculos, por el simple placer de ver estirar sus puntas hacia el campo de batalla. He mordido tu cuello hasta desatar la incontrolable marea con la que me anegas. Pero tu no me has hecho caso, una y otra vez, jugando, me has negado el camino que lleva a la fuente donde me sació. Reinando desde encima de mi, te aprovechabas de tu súbdito, tensando la cuerda, ahora cerca, ahora tan lejos.
Sujetado por las muñecas, atado a tu potro de tortura, has comenzado a morderme, descendiendo desde el cuello, entreteniéndote en mis inexistentes pechos, hasta llegar al lugar donde se concentra mi sangre cuando te veo. Te has aferrado fuerte a mi carne, has apretado y sacudido tus propiedades, mirándome desafiante a los ojos, has reconocido mi entrega y has dejado de mirarme.
Tu lengua se ha deslizado veraz por encima de la piel donde su presencia me duele más. Malas intenciones de depredadora, dientes afilados, destreza carnívora, la de tu boca, arqueando con sus susurros mi columna vertebral. Y mientras tus ojos marinos me amenazaban con que me ibas a derrotar, yo claudicaba y me dejaba manar.
Gloriosa como guerrera, para que se recuerde tu nueva victoria, dibujas con tu lengua sobre mi piel extraños jeroglíficos conmemorativos usando mi pintura salada, que luego, en un gesto de perdón y generosidad, intentas borrar con tu piel, hasta que quedamos pegados, mientras que yo busco desesperado respirar desde entre tus labios.
Fotografía: Olaf Martin

sábado, 23 de octubre de 2010

ready made malheureux

Nadie lo pone en duda. Todos reconocen que domino la teoría a la perfección, todos sus entresijos, cada uno de sus claroscuros. Desde el teorema de Pitágoras a las segunda ley de la termodinámica, pasando por el código de navegación. Todos alaban que mis explicaciones de las leyes de la física y de la poética son claras, detalladas y amenas. Pero aún así, todos denuncian que no alcanzo a desenvolverme con presteza en el campo de la praxis. Cuando me desarrollo en el campo de la práctica, todos son caídas, golpes y equivocaciones. La pelota nunca entra, siempre termina rebotando en el poste o saliéndose del aro. E incluso cuando entra, el tanto no termina subiendo al marcador.
Yo me defiendo, alegando que entre la teoría y la práctica hay algo más que un paso.
Por eso, en esta tarde de ciencia normal, después de un nuevo ensayo que termina en error, al cerrar los ojos frustrado, recuerdo a Monseniour Duchamp y su Reddy-made malhereux.
El maestro dadá decidió dejar un libro de geometría colgado a la intemperie para ver si así el tratado aprendía cuatro cosas de la vida real. Por lo que abandonar mi manual de lógica matemática en el alambre del tendedero será también mi venganza.
El viento frío del otoño, la caída ordenada de las hojas, los aturullados chaparrones le ensañaran cuatro cosas básicas sobre la caótica vida real a ese libro cargado de principios inamovibles.
De ese modo, ahora, cada vez que vuelva a casa dolorido tras besar una vez más la lona de la vida real y vea en el tendedero el libro maltrecho y desencuadernado, le ofreceré un guiño de complicidad dadá, porque los dos estaremos enfrentándonos a la misma desigual batalla contra la realidad. Intentando nadar a contracorriente, mientras intentamos mantener secos nuestros principios.

domingo, 3 de octubre de 2010

Defender Mogadiscio

Miras nuestra ciudad asediada, escrutas el horizonte devastado, los edificios derruidos y, fácilmente, crees que no queda nada en píe sobre el polvo abrasado. No ves. No entiendes porque seguimos dejándonos la piel aquí por defender Mogadiscio de la barbarie. Darías la ciudad por pérdida, permitirías a sus hordas continuar avanzando. Pero antes, clava tus dedos en este polvo que nos sostiene, quizás puedas diferenciar, entre la arena, las cenizas de todos los derechos perdidos que aquí dejarás enterrados.
Siempre nos quedará Kamchatka. Apéndice de esperanza. Territorio infinito que sólo existe en nuestros mapas mentales. Península cálida de costas abruptas dónde recuperamos las fuerzas, tomamos aliento tras la persecución y nos hacemos fuertes. Dónde la mirada y las palabras del resto de sus habitantes nos reconfortan: Tenemos razón. El pensamiento no puede tomar asiento. La lucha continua.
Resistir en Numancia. Debemos resistir el asedio. No dejar que la humanidad perezca. No importa que la ciudad haya caído hace ya tanto tiempo. Sus victorias jamás significarán nuestra derrota, porque incluso muertos y famélicos acudiremos al próximo combate. Qué la resistencia está incrustada en nuestro genoma. Que el afán de progreso es la única razón de esta estirpe de simios. La lucha por la defensa de la dignidad es eterna, porque no combatimos para salvaguardar un lugar. Combatimos para seguir siendo.
Y si algún día caen todos y cada uno de nuestros baluartes, y no tengamos donde guarecernos, dejad que sonrían los que nunca aprenden, porque no estaremos ni mucho menos acabados, porqué la resistencia es nómada y perenne. Nuestra necesidad de ser, infinita.
Ilustración: José Cendón

viernes, 1 de octubre de 2010

domingo, 26 de septiembre de 2010

Calabobos

Rayos y truenos. Cae agua a raudales. Dogs & cats. Gotas frías sobre las gotas malayas. Llueve sobre mojado. Ríos desbordados. Inundados todos nuestros bajos. Miles de salidas del cuerpo de bomberos. Desbordadas las rieras. Cegados todos los puentes.
Esos lodos y estos fangos. Todo está tan sucio, que nada puede arrastrar, la lluvia, de la tristeza de nuestras caras, ni del infierno de sus consciencias.
Tanto viento sembrando vendavales. El mercado saturado, no se irán los malos tiempos.
Miles de parados postrados y callados. Nuestros derechos recortados. 300.000 desahucios acumulados haciendo cola en los juzgados. Poca tormenta para tanto otoño. Cae agua a cabazos. El vaso no parece colmado. Aún nos tragamos todos los sapos. Se nos caerán las hojas pero aún no perdemos los papeles. Duermen tranquilos los afortunados.
Calados hasta los huesos, aún aguantaremos bajo este chaparrón sin movernos. Sólo constipados, solo consternados.
Tanto lluvia ha aguado nuestra sangre de horchata. Mientras ellos, impermeables, ven los truenos desde la barrera. ¡Menudo espectáculo¡ Parece que en medio de la noche se hace día. Tanta electricidad acumulada. ¡Que les parta un rayo! Nadie hará nada más, no tendrán paraguas los desvalidos.

lunes, 13 de septiembre de 2010

La distancia de la sordina

Ellos saben dónde vamos y porqué hemos llegado hasta aquí. Ellos conocen lo que nos ocultan y nos cuentan otras milongas. Ellos saben el valor de las cosas y que nosotros no valemos nada. Ellos se guían por la naval ley del mal menor: saben en cada instante que salvaguardar a todo costa (Ellos) y que se puede sacrificar (lo demás).
Ellos saben perfectamente a quien benefician sus medidas, a quien perjudican sus recortes y, aún así, miran a cámara con su semblante más serio y repiten que no hay más remedio que hacer lo hecho. Ellos mienten sin recato, defienden mentiras grandes como puños sin que les tiemble la voz, conscientes de que su palabra no vale nada. Incrédulos de que tanta gente les crea.
Ellos rectifican sin reparo. Ellos incumplen sus promesas extrañados de que haya quien las haya alguna vez creído. Ellos hacen lo que tienen que hacer, sorprendidos de que además tengan que dar razones a una chusma tan zoquete, tan incauta. Ellos guían el planeta por el camino recto, que sólo nosotros vemos oscuro y sinuoso; porque Ellos son los únicos que se ocupan del bien público y nosotros, zánganos hedonistas, retozamos en el lodo.
Ellos son los esforzados servidores de la patria y nosotros los hedonistas consumidores que sólo sabemos criticar. ¿Qué sabemos nosotros? ¿Con que derecho opinamos? Si nada sabemos de los intereses imbricados que están detrás, de las deudas que embargan a nuestro estado, a nuestro futuro, de las cantidades ingentes de dinero que debemos y no podemos devolver a los unos y a los otros; de los favores y compromisos heredados que tienen con ricos y con poderosos.
Nosotros vivimos felices, mientras Ellos trabajan duro por perpetuarse, porque la cosa no vaya a más. Nosotros no nos enfrentamos a los monstruos feroces que nos amenazan, son ellos quienes nos protegen de las tinieblas y los vahos que manan de sus alcantarillas. Ellos les dan lo que les piden y satisfacen su hambre para que nos dejen vivir. No importa cuanto hayamos de sufrir, Ellos negocian el precio, Ellos engrasan la maquina, Ellos se protegen para que el barco continúe a flote. Ellos, las ratas; nosotros, el lastre.
Nosotros, como niños malcriados y desagradecidos, queremos mostrar nuestro salvaje descontento cuando la cosa va mal. Nosotros, indefensos y desorganizados, defendemos nuestro derecho a la pataleta; y, en las fechas señaladas, cuando Ellos representan sus más descaradas patrañas queremos acercarnos a Ellos los insignes héroes patrios que nos guían. Abuchearlos y, si fuese necesario, insultarlos. Nosotros, agotados, famélicos, desahuciados, sólo queremos hacerles saber el desencanto que nos provoca sus actos, el asco que nos provoca su existencia.
Pero olvidamos que son Ellos, los sufridos servidores de lo público, los sacrificados, los santos varones, los que tienen la sartén por el mango. Ellos se miran los unos a los otros, enemigos incondicionales de uno y otro bando, y en seguida se ponen de acuerdo. Ellos se convencen que no son merecedores de la ignominia de nuestros abucheos, del peso de nuestros insultos, de la humedad de nuestros lapos. Y como no pueden cambiar nuestra opinión, se guarecen y nos apartan. Hacen crecer la distancia de seguridad que les separa de su amado pueblo por el que tanto se sacrifican, para continuar haciendo oídos sordos a sus insultos, que desde la lejanía les llegan en sordina, como si fueran pocos, como si no existiesen.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Lógico positivismo

Basándome en el método de ensayo y error,
errando errático,
después de tanta equivocación, después de alguna lesión, hoy recomiendo, aconsejo y defiendo:
reír sin causa ni efecto,
el kaos o la anarquía por encima del mal establecido,
la desobediencia por principio y hasta el final,
ser enamoradizo y enamorarse de todo bicho,
la promiscuidad ante la duda,
el fracaso sentimental y repetir en septiembre,
las pérdidas de memoria selectivas,
el perdón sin olvido,
empezar algo nuevo y saber poner fin a lo muerto,
los abrazos que nos estrujan,
las ciudades ruidosas, sus rincones sombríos,
las obagas de los bosques, nuestra deriva sobre las olas en las playas
la naturaleza salvaje,
las picaduras de los mosquitos, los mordiscos de los carnívoros,
comer sin hambre, beber por beber,
hablar, cantar, contar… filosofar en la sobremesa hasta el alba,
las personas, los desconocidos, los de siempre,
la compañía de los nuestros, la soledad de los míos
y, sobre todo,
tomarse la vida en serio, jugar en todo momento.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Vagageant

Moll fins als ossos pels aiguats de la gota freda, s’arrossega cansat l’estiu per sobre dels darrers dies de setembre, i malgrat que es beneficia del vent de cua, els rellotges fan vaga, i el temps no avança. Això, això s’acaba.
Fuig de l’estudi perquè la llum que s’esmicola per totes les persianes em recorda a tu. I em mossego els llavis com si fora jo el culpable i em rossego l’ungles nerviós per retrobar-te. I ets tu, en canvi, la que encara no has tingut el detall de presentar-te, la que encara viu tranquil·la buscant-me.
I vagegeant pels carrers malfamats de la meva ciutat, se’n perden les ganes de treballar i retrobo la meva ànima despistada mirant els vitralls, i ens anem a veure com canvien de color les cantonades, a veure com s’omplen de noves vides el que amaguen les persianes, a escoltar com trinen els animals sota les portades, com borden els ocells que es van per les rames.
Caminant sense sentit, arribo a la perruqueria per rapar-me les penes, i ben apanyat passo a comprar capses de somriures en el queviures de sota casa, i omplo d’ous i bolets el rebost per poder alimentar a tots els somniatruites que la meva pell habiten, em faig un bon sopar amb les lletres de les cançons que canten el muts.
I, havent dinat, em sorprenc mirant la lluna plena als ulls, sentint el moviment continuu del troç infinit de l'univers que es veu des de casa meua, i contant als estels un conte abans que es marxin fugaços, vells i cansats a dormir.

martes, 31 de agosto de 2010

Aborreced el pasado

Finalizadas las vacaciones, nos lamentamos durante largos días de la pérdida de nuestros deleites. Agotado el romance, nos arrastramos por el barro de la autoconmiseración durante semanas ante el injusto cierre patronal del cielo prometido. Nos aferramos al pasado. Esa naturaleza muerta que ya nunca podremos visitar. Pero recordemos que el pasado ya no es nuestro negocio, porque ya no podremos sobre él actuar. Borges ya nos lo advirtió: hasta Dios es impotente respecto al pasada, ya que ni siquiera Él puede modificarlo.
Despreocupémonos, pues, del pasado. Lo que nos interesa es ese presente que malgastamos en la melancolía, la rememoración y el recuerdo, mientras inundamos de baldías lágrimas las inocentes esquinas. Y, sobre todo, preparémonos para el futuro mejor.
Despreocupémonos del pasado del que hemos sido expulsados, porque éste nos posee. Pues de sus lodos estamos hechos. Con sus aciertos, con sus errores estamos tejidos. De sus lecciones, de nuestras reacciones bebemos. De lo olvidado, aprendemos. Pues sólo somos el relato de lo pasado, lo que del contamos y lo que del obviamos. Fruto del pasado, aferrémonos al fugaz presente, preparémonos para domar al indómito condicional hacia el futuro mejor.
Vivamos el presente, ahora, instintivamente, automáticamente, con alegría, con hambre, para cambiar nuestro futuro por sólo un instante, justo antes que se vuelva pasado y sea pétreo, fósil e inamovible, mientras las hojas permanecen en los árboles y las sorpresas en vilo. Salerosos, sin mirar atrás.

jueves, 26 de agosto de 2010

Os cargaré sobre mis hombros

Si hace falta, cargaré sobre mis hombros la pesada bola del sol hasta conseguir un nuevo amanecer y empujaré con una palanca hasta hacer girar un día más a esta cansada tierra.
Si me obligáis, pintaré ojos de colores inusitados sobre vuestros parpados cerrados y esculpiré amplias sonrisas en vuestros fruncidos labios. Y si continuáis mudos, os recitaré afiladas palabras, revolucionarias palabras a gritos, mi boca bien pegada a vuestras orejas tapiadas.
Si vuestro olvido me provoca, derramaré sobre vuestros cerebros sin actividad viejas buenas ideas abandonadas sobre la bondad, la alegría, el amor y los juegos. Si aún así continuáis caminando arrastrando los pies, balanceándoos como zombies, os obligaré a enamoraos padeciendo mil mariposas en vuestros estómagos contentos e enchiré de deseo vuestros flácidos sexos.
Si aún así, seguís inermes, no me dejaréis otra que recoged vuestros sueños rotos, vuestros sueños olvidados, vuestras ilusiones traicionadas, vuestras esperanzas perdidas y, con todo su polvo acumulado, os las haré tragar.
Pero sólo hay algo que es bien seguro, no os permitiré mirar con astío al futuro, con desdén al presente, con aburrimiento al pasado. No os permitiré traicionar a los monos, ni a vuestros antepasados. Os cogeré de la nuca y os haré mirar de frente, a los ojos, a cada uno de los colores, a cada uno de los matices, a ver si de una vez por todas reconocéis vuestra suerte: Estar aquí, ahora. Que aún os dejemos estar entre nosotros, los que aún estamos vivos, reímos y bailamos.
Fotografía: Joey L

jueves, 15 de julio de 2010

La costra del pan

Después de amasar la harina y dejar fermentar la masa con esmero, el artesano introduce el bolo en el horno, allí dentro del infierno, a fuego lento, lamido por el cariño de las llamas se cuece el pan. Todo uno, crujiente costra protegiendo a la blanca y esponjosa miga. Duro envolviendo lo blando. Humilde manjar que ha alimentado a la humanidad y lo ha acompañado en su largo camino zigzagueante que le ha conducido hasta aquí, tan lejos. Y recuerdo como nuestras madres nos mandaban a buscar las barras recién horneadas a los hornos del barrio y como nunca llegaban estas barras intactas a casa, como en el camino desaparecía el corrusco, lo más cocido, lo más duro, habituándonos a roer. Pero ahora, nos gusta el pan de molde, blando, sólo miga, obligando a los industriales a tirar toneladas de cortezas, pura merma. Finos nos hemos vuelto.

Así, como nosotros nos comportamos, se porta la sociedad con nosotros. Nos olvidamos de lo duro. Miramos para otro lado e, incluso, con un poco de suerte nos olvidamos de su existencia latente. Merma inservible que tiramos a la basura. Miles de jóvenes que no sabemos educar y que cuando se acaba el trabajo de yunteros (peones, camineros, camareros) caen en la desesperación y en el paro. Jóvenes ignorantes que envejecen en barrios periféricos que es muy fácil de sortear si sólo paseas por la Gran Vía. Jóvenes envejecidos sin haber aprendido a escribir correctamente, a entender una ley, a exigir un recurso al que tienen derecho, a defenderse mutando en gusano a base de una nueva formación. Merma que se tira directamente a la basura. Dura corteza demasiado insulsa para nuestro paladar. Merma asumible para el sistema, que cree que puede subsistir desperdiciándonos, porque lo único precioso y preciado es la inmaculada miga. Pero despierta, observa, al contrario que con el pan de molde el volumen de lo desperdiciado es mucho, lo protegido es poco. Casi todos somos corteza, no valemos nada, podemos ser mermados. Sólo 4 se definen miga. Sólo 4 mojan.

miércoles, 7 de julio de 2010

animalferotgesabedorquehademorir

Com l’estiu,
sóc un animalferotgesabedorquehademorirenpoctemps
i cremo els dies sobre les nits,
i no dormo sense caure dormit,
i he de respondre com animal ferit,
i atacar tot el que es mou abans de morir,
i ballo en totes les revetlles,
menjo de totes les fruites,
sense marcar-me cap més fita
que la meva llum extingir.

Com el goig,
sóc un mugródenoiaal’entraral’aiguafreda,
punxant com un instant,
i duro el que la brisa freda sobre el prat cremat,
i tot en la meva ment es revoluciona,
i tot en la meva pell s’eriça,
i imagino que ballo en totes les festes,
i bec de totes les copes
sense pensar en cap més fita
que la de perdre’m,
diluir-me i deixar d’existir.

Com un nen,
sóc un àngelcaigutmaldestrealcaminar
I ric com un babau innocent.
I entremaliat,
no recordo allò que creies que m’havies ensenyat.
Rauxa efímera que segresta el teu seny,
carnaval que penetra la quaresma.
I recordo com era enlairar-me,
i sobrevolar totes les revetlles,
sense recordar més fita
que la de evaporar-me, mesclar-me
i ser lluent quan arribi la fi.
Fotografia:Lara Alegre

sábado, 3 de julio de 2010

Kalmita Berlinade

Berlín: Ciudad derruida, devastada, sin casco antiguo de postín y barrios modernos con edificios de apellido ilustre, donde, sin lugar a duda, son los edificios okupados, que encuentras en los huecos de los patios de manzana, rellenos de impulsiva creatividad, la primera atracción de la ciudad. En cualquier pared, un graffiti gritando; en cualquier espacio muerto y resucitado, un artista creando desde su soledad; en cualquier grieta, de espaldas al pensamiento único, sin sentido y sin norte, una fiesta, una cerveza…. cualquier otra cosa diferente o similar.

Berlín: Ciudad dónde nadie corre y los rostros no parecen abotargados por el estrés; donde sus ciudadanos visten como quieren, con prendas de segunda mano, que reinventan a sus nuevos propietarios, que se estiran cual lagartijas sobre el primer metro cuadrado de hierba que encuentran con el objetivo imposible de broncear sus carnes. Ciudadanos que juegan con sus hijos en los parques y te miran mal si no dejas de trabajar para mimarlos.

¿De dónde vienen? ¿por dónde han pasado? para haber aprendido que el dinero no es importante, que no sirve para nada un coche, que la moda debe permanecer cautiva en la revista, que sólo el tiempo es un tesoro, que lo importante está frente a uno, alrededor de uno, o como muy lejos, dentro de uno. Donde las obligaciones no mueven nada, y sólo una cerveza los arrastra.

miércoles, 30 de junio de 2010

domingo, 20 de junio de 2010

Sin más

Llegas y detienes el tiempo. Subrepticiamente, levantas diques para separarnos del devenir, y la vida se estanca. Flota en medio de tu deriva mi lecho, como una isla. Profundo océano de aguas calmas, de aguas cálidas, que se extiende bajo un intenso cielo azul, sin señales de un horizonte próximo, donde la costa ni se imagina.

En la bajamar mi cuerpo como seco arrecife te aguarda, como molusco hambriento te espera. Naufrago sediento aguarda tu retorno a su orilla. Hasta que, sin más, tus tropas desembarcan en mi playa, toman posiciones, borran antiguas huellas y mensajes escritos en la arena, refrescan mis pies, despiertan mis tentáculos, se filtran por las grietas de las rocas, sumergen mis defensas, remolinan mis cabellos.

Y en la pleamar soporto tus envites, tus olas me erosionan, tu espuma se seca sobre mi piel grabando tatuajes efímeros de significado encriptado.

Flujo y reflujo. Constante y continuo.

Y tras el temporal, tu calma. Tus aguas arrastran hasta mis costas los restos de tu propio naufragio. Y en mis antiguas arenas, languidecen tus horas. Sin más, sin hacer nada más.

jueves, 10 de junio de 2010

Voracidad

Nada sacia a la bestia. Su apetito es infinito y continuo. El hambre la tortura de tal modo que le impide cualquier recato. Debemos descartar que se imponga cualquier límite, debemos desdeñar que respete ni lo más sagrado. Devora a nuestras hijas, no hace ascos a nuestras ancianas. Las mandíbulas del monstruo no pueden ni por un segundo dejar de mascar, parar de triturar. Y si un día acaba con todos y cada uno de nosotros, no dudará en fagocitar a sus hijos. E incluso cuando ya no quede nada lo veremos consumirse asimismo, empezando por sus pies. Tal es su ansía.
Temed. Este monstruo es real y nos rodea. Ya nos devora, nos exprime, nos sustenta y nos absorbe. El sistema capitalista dirige nuestras vidas, mientras nos digiere. Su voracidad no tiene límite. ¿Qué puede satisfacer a los capitalistas que no pueden gastar sus fortunas ni en miles de años que vivieran? ¿Qué gula les domina para que aún saciados continúen sangrándonos y desgarrando el planeta?
Estos pocos hasta dónde llevaran el sufrimiento impuesto a tantos, un sacrificio que tan poca satisfacción les provoca. Ya han dejado a ¾ partes de la humanidad bajo el umbral de la pobreza, ya condenan a miles de niños recién nacidos al hambre en vida, ya extienden su sufrimiento cada día a más países, y atacan constantemente cualquier construcción del estado del bienestar hasta en Europa, sacrificando la salud de nuestros enfermos, las pensiones de nuestros viejos, la educación de nuestros hijos.
¿Hasta cuándo los muchos atemorizados, como en los cuentos, llevaran de motu propio a sus vírgenes maniatadas a la entrada de la guarida de la alimaña? ¿Cuál será el esfuerzo máximo que podrá sostener el vulgo antes de crujirse, transformarse y devolver el golpe a dentelladas?¿Quiénes son los sabios que recomiendan a nuestros débiles y míseros gobiernos que nos aprieten las tuercas? ¿Quiénes los eligen, los señalan y los proclaman sabios? ¿Quiénes y por qué les pagan para que den siempre los mismos consejos y apliquen la misma receta a base de aceite de ricino a todos los países desdichados? Y sobre todo ¿dónde viven, por dónde pasean, dónde juegan esas sierpes? ¿Cuáles son los nidos ponzoñosos que debemos quemar o hacer volar? Señalémoslos. Marquemos a las alimañas para que no se acerquen a nosotros, para que les teman nuestros niños y crezcan aprendiendo a tirarles piedras. Eduquemos la ira del pueblo para que, sensato, se enfrente a la hidra.

domingo, 30 de mayo de 2010

La importancia del relato

En este mundo de prisas, no se acostumbra a dedicar el tiempo necesario para saber quienes somos, es más rápido y más fácil escuchar que dicen que somos. En el mercado ese papel lo realizan las agencias de rating. Ellas dicen lo que valemos y otorgan o sesgan la confianza que depositan en nosotros los inversores. Estos años España había gozado de su cariño verdadero, ese que se compra con dinero. Y nos habíamos esforzado mucho por agradar a estas suegras despiadas. Entre otras cosas, no crecieron nuestros salarios mientras duraron las vacas gordas. Pero ahora empiezan a decir que no somos fiables, que no valemos nada. Y toda nuestra suerte está en manos de su relato, en lo que cuentan por allí, en los corrillos de los mercados.
Es triste que el PIB de una nación dependa de lo mismo que la honra de una doncella decimonónica, de los dimes y diretes de las alcahuetas que venden remedios y pócimas ponzoñosas en las esquinas más oscuras de los mercados. Decían que las agencias de raiting eran objetivas e imparciales, pero ¿quién puede hoy creer en su imparcialidad, cuando la crisis ha sido provocada por sus engaños en la valoración de empresas privadas y deudas públicas? ¿Quién puede hoy creer en los juicios del mercado, cuando cuatro operadores de fondos de inversión emborrachando su ego en una cena en Nueva York pueden decidir atacar una moneda o un país? Pero nadie consigue ponerle el cascabel al gato.
Y que nos queda para aguantar el envite y superar sus embustes, sus rumores y sus engaños. Ellos dicen bajo los balcones y en los portales que la economía española está al borde de la bancarrota, que si nuestro déficit público, que si nuestra balanza de pagos, que si nuestro endeudamiento familiar, que si nuestra estructura económica. Dicen que todo lo hacemos mal, que todos nos duele, que no nos podemos levantar. Y a nadie le importa que nuestros números sean mejores o igual de malos que algunos de los grandes. Tan buenos o tan malos como Gran Bretaña o Holanda.
Pues ante sus mentiras sólo queda nuestro relato. En este momento, dejémonos de cuentos, el enemigo está fuera, y hemos de defender la marca. Y la marca es España, más que nos pese a unos cuantos, pues todos dependemos de recuperar la triple A de nuestra deuda. Así que hay que estar a favor de la roja. Nuestros productos son los mejores. Nuestro sistema financiero el menos dañado. Nuestro gobierno el más acertado. Nuestros empresarios los más diestros, los más innovadores. Nuestros obreros los más entusiastas, los más abnegados. Nuestras playas las más hermosas. Que los trapos sucios ya los lavaremos en el vestuario, de puertas a dentro. Eso sí, si ven a un especulador financiero, denle, bien fuerte, mis recuerdos, que la española cuando besa, es que besa de verdad.

martes, 25 de mayo de 2010

No todo, tanto.

La mitad de los días que pasan son pares.
El 60% de los besos que vivo, no los recibo,
Casi todas las cosas que pasan a mi alrededor no las percibo.
Pero todos las lágrimas vertidas inundan los mares.

Eres tú, la única persona que declama cuanto vales
No todo. Embusteras son tus palabras, tus ojos, mentirosos,
temerarias son tus caricias, tus movimientos, maliciosos.
No sé por donde te me has metido, ni por donde te sales.

Me elegiste entre tales y cuales
Pero yo contigo no quiero nada, debo ser mal comerciante,
No tanto. Porque cada vez que te veo, lo dejo todo y te pongo delante.
No sé si son tu besos o tu poderes mentales

Cada vez que yo entro, tu sales.
Me repito que la perfección es enemigo de lo bueno.
Me resisto y no todas las veces que me tocas, sueno.
Y aún así cada vez que te veo se me pasan todos los males.

Me recuerdan, que ni la mitad de tu uva duerme en mis lagares,
que me llevas y me traes, desorientado, perdido y cautivo.
Me repiten que lo que haces conmigo no es de recibo,
y aún así por tus huesos voy de romería a los santos lugares.

Sé perfectamente que en mis bolsillos no vas a dejar dos reales,
Pero cuando me susurras tus ideas al oído, toda la piel se me eriza,
y ya no busco más que, en la cama, tus palizas.
Me pierdo entre tus labios, me olvido, y ni recuerdo mis ideales.

Así que no preguntes más por todos los bares,
quién es el último que me ha visto,
que todos me esconden, porque saben que no te resisto.
Que toda la felicidad que me regalas no se la merece el último de los mortales.
Fotografia: Raul Ubac

martes, 18 de mayo de 2010

El sudor de mi frente

Guárdeme el cielo de la dignidad que concede el duro trabajo, aléjenme todos y cada unos de los más suculentos infiernos de la gloria ganada a pulso, atadme fuertemente al palo mayor para poder soportar los cantos de sirena del reconocimiento profesional, alejadme de los premios y tribunas, permitidme caer ante la más humilde tentación, mantenedme separado de la responsabilidad profesional, de las palabras de reconocimiento, que no soy más que otro simple primate con un ego siempre hambriento que no sabe en que ocupar sutiempo. Guárdate tú de darme palmaditas en la espalda, que como cualquier macaco, muerdo.

Ahora que no encuentro una causa ética por la que perder la vida, ahora que perdí las ganas de haced la revolución, de poned bombas para cambiar esta birria de mundo mediocre que me toca habitar, ahora que mis atractivos ya no llaman la atención de todas las muchachas de la villa, ahora que no me puedo pasar las noches encendidas en medio del rock’n’roll, apartadme del trabajo. Dejadme aquí despistado, entretenido con mis juegos, buscándole las tripas a tus juguetes, para que con el sudor de mi frente sólo gane las cosas por las que vale la pena sudar: la sonrisa de los niños, la confianza de los viejos y las vocales quebradas de tu garganta.

miércoles, 21 de abril de 2010

Expulsado del planeta pirulteta

Recorro su espacio exterior, acompañado por los restos de los satélites orbitales en desuso y evitando colisiones con el resto de la basura sideral.
Dibujo circunferencias en el vacío, pinto de alegres colores los círculos viciosos que encuentro en mi camino, mientras la pescadilla que se muerde la cola, me dirige una forzada sonrisa maliciosa.
Echo el arroz a la paella cuando creo que sólo quedan veinte minutos para que encuentres el camino de mi casa, y tengo toda mi carne en oferta, para poder dedicar todas las ganancias a comprar un pasaje para un viaje guiado por todos los estanques de tu primavera.
Piropeo a las abuelas cuando salen de la peluquería, consuelo a los holligans cuando pierden sus principios y sus finales, divierto la espera en la cola del pan contando mis derrotas aderezadas con un poco de sal, y a los niños que se comen las acelgas, les regalo volteretas.
Y los días en que caen fuertes aguaceros, espero encontrar, tan fácilmente como ocurre en mis sueños, alguien que me quiera salvajemente sólo y exclusivamente por mi cuerpo, sin importarle ni un poquito lo que cruza por mi mente, ajeno a mis ideas de birlibirloque, a mis neuras descoloridas, a mis miedos aburridos y a mis ganas de escapar.
Expulsado del planeta piruleta, aún estoy a tiempo de comprar una entrada en la reventa, dispuesto a pagar más caros mis mariscos y pecados, y a volver a subir a tu noria, para pasar miedo subiendo, para pasar miedo bajando, siempre que malgastes en mi todas tus sonrisas.

viernes, 16 de abril de 2010

No m'has trobat

Una mirada, un retall,
el que el meu cor es posi a tremolar,
un somriure, un detall,
un que sigui per jo un gran regal

i a vegades, sembla que en mires,
sembla que em toques,
i encara no m’has trobat

petites coses
petits moments
no et preocupis
encara són dins meu
passi el que passi
vingui el que vingui
per jo mai més
mai més

i a vegades, sembla que en mires,
sembla que em toques,
i encara no m’has trobat

Canço: Delên, http://www.youtube.com/watch?v=velITKQ6ggM

domingo, 4 de abril de 2010

Ciudadela interior

Aquí, sobre la fresca hierba de la primera primavera, bajo el calor tímido del sol que intenta dejar de ser invierno, en el interior de mi ciudadela, se mantienen intactos y firmes los últimos bastiones que defienden mi sonrisa y mi calma.
Bajo esta luz, dentro de esta música es más sencillo sentir el movimiento continuo del cosmos, las endiabladas zigazagas del kaos, en un baile perpetuo que busca un elegante equilibro entre el placer y el dolor.
En el parque, ciutadela exterior, sonríen los niños casi tan felices como los canes que los persiguen lengua fuera, extienden sus pareos sus padres y, sobre ellos, ofrecen sus cansados cuerpos al sol, esperando que los fertilicen, y a su lado se acercan sus mujeres que tejen un instante de olvidada y efímera felicidad.
Calman mis heridas, el ir y venir feliz de las otras vidas. Los besos apasionados que percuten, ajenos a mi, pero a mi lado. Los juegos de los muchachos. La deriva del resto de los solitarios. Iluminados todos por el sol, siempre tan democrático. Porque la vida sigue aquí, aunque nos guardemos de ella, la ignoremos o evitemos mirarla a los ojos. Esos ojos suyos que nos hipnotizan y nos obligan a sumergirnos en su juego perpetuo, en su feria continua, de ínfimas derrotas y grandes premios.
Y es aquí, sobre la hierba, bajo el sol, rodeado de sus alegrías, desde donde mis huesos maltratados, mis nervios anudados se desperezan y recuerdan que nada demolerá mi ciudadela interior, donde guardo mi utopía chiquita, mi mirada infantil y al genuino primate que sostiene mi piel.

martes, 23 de marzo de 2010

Cualquiera puede ser pobre

Lamentablemente, cualquiera puede ser pobre, no se requieren estudios ni titulaciones para ser indigente. No existen colegios ni asociaciones que limiten el acceso a tal condición. Ningún examen u oposición regula la obtención de tal calificación. Y ni tan siguiera es necesaria la menor vocación, un simple descuido o una jugarreta del azar pueden elevarle a esta situación.
Lamentablemente, al no estar regulado el flujo, limitado el cupo, ni reservado el derecho de admisión el número de miserables tiende al infinito. Sorprendentemente, la mano oculta del mercado no regula su número, a pesar de constituir una oferta que no es exigida por demanda alguna.
Lamentablemente, la ausencia de dedicación, de uso o utilidad, e incluso de remuneración no detiene su número. Los indigentes se caracterizan por requerir de mi poca energía, de necesitar un volumen muy exiguo de inputs para reproducirse y amontonarse en los bordes más oscuros de nuestras sociedades. E, incluso, la facilidad para la pobreza de nuestras ciudades es motivo de reclamo y llamada para pordioseros foráneos, naturales de otras regiones dónde ser pobre es mucho más complicado.
Lamentablemente, se puede ser pobre en contra de los continuos y extenuantes esfuerzos que nuestra sociedad ha dedicado para exterminarlos. De nada parecen haber servido los buenos mandatos de las religiones a favor de la caridad, la asunción de la educación obligatoria, la conquista del salario mínimo interprofesional, la renta mínima de inserción, o el denodado esfuerzo diario de los servicios sociales ante la tozuda resistencia del pobre de solemnidad para no perder su intrínseca condición.
Lamentablemente, se puede mantener la condición de pobre a pesar de los cuantiosos presupuestos dedicados por las administración y los filántropos para la erradicación de esta lacra social. De nada parecen haber servido las limosnas, las ollas calientes, los aguinaldos, las cajas únicas de la seguridad social, ni los impuestos progresivos que trasladan renta de los más ricos hacia los pobres con la intención de disolver su indómita condición.
Lamentablemente, a pesar de los continuos esfuerzos públicos y privados, cualquiera puede mantenerse firme en sus trece y continuar siendo un muerto de hambre. Dejar de pagar los créditos que contrató a sabiendas de que no los podría pagar, renunciar al trabajo que no tiene, adoptar una dieta baja en proteínas y desequilibrada que le conduzca a la desnutrición, perder la casa para gozar de las estrellas como techo, o ver como se gastan las coderas de sus jerseys y se rompen las culeras de sus pantalones para adquirir esa estética grunge que tanto les gusta ostentar.
Lamentablemente, no entendemos como se esfuerzan en no ser compatibles con la multiplicación de nuestros dividendos, como se obstinan en no consumir nuestros productos, como se obcecan en no acumular riqueza, ni abrir cuentas de ahorro en nuestros bancos. Como se mantienen voluntariamente al margen de este paraíso social que hemos construido y donde, a pesar de las continuas invitaciones a entrar y medrar, rehusan morar.

sábado, 20 de marzo de 2010

Dissabte 20, 18:32 hores

Sincronitzats estan tots els rellotges i l’activitat és més frenètica, conforme l’hora avança.
Tots els capullos estan preparats par brotar, mentre que totes les floretes es terminen de pentinar .
Tots els insectes treuen sas antenes per captar la freqüència per on s’emetrà la notícia.
Tots els borinots enceren sas ales i treuen brillo a sas carroceries tuneades,
Repten tots els gusarapos, obrint-se pas sota terra, per no perdre’s el moment de veure-la arribar,
i els cargols treuen sas banyes i les granotes canten, com sempre, sota sas rames
i les mosques, con bones francotiradores, tomen sas posicions sempre darrera de valtres orelles.
L’activitat és, cada minut que passa, més frenètica sota terra i sota sas teules de les teulades,
i la marmota aprofita els darrers cinc minuts de la seva hibernada,
i les maduixes de temporades ja estan totes ben ordenades en sas capses recent estrenades,
i les obscures golondrines ja giren la darrera cantonada, ja estan a punt d’arribar.

Sincronitzats estan tots els rellotges i l’activitat es més frenètica conforme l’hora avança.
A totes les al·lèrgies els comença a picar el nas,
a tots els morts els comença a bullir la sang,
als nois i a les nenetes els instints se’ls desperten, i no se’ls pot aguantar,
L’avi Ramon, no s’oblidarà i, com sempre, baixarà a pel primer pom de margalides per a la Sra. Montserrat.
I jo, mentres tant, em disposo a veure-les passar,
se m’inflamen les hormones, se’n manifesten els bioritmes,
se em desperten les emocions, i se me escapen les intencions,
i els meus peus se me’n disparen i em trobo ballant per casa...
i des de l’altra costat del carrer, en el seu balcó, se’n riu de mi la sra. Tomasa.
I jo ja no em moro de vergonya que son les 18.32 del dissabte
i la primavera a pres el govern, de totes les coses,
i ja dins meu no queda més hivern.
Il·lustració: Ellen koi

miércoles, 17 de marzo de 2010

La libertad en el vacío

En principio, podría pensarse que moverse o avanzar en el vacío debería ser más fácil, más cómodo y menos cansado que en una atmósfera gravitacional, ya que nada ni nadie opone la más mínima resistencia a nuestro avance o a nuestras intenciones, y que, en ausencia de peso, deberíamos movernos gráciles y livianos. Pero, todo lo contrario, en el vacío el desplazamiento es casi imposible. Nada te sustenta, nadie te sostiene y, en ausencia de puntos de apoyo o agarres, el movimiento es imposible.
Nada nos detiene, no existen arenas movedizas, ni oscuras ciénagas, ni imbrincadas junglas en el vacío que dificulten nuestros pasos, pero el avance es casi un sueño, escapar casi una quimera.
Sin ayuda alguna del exterior, sin soporte para una palanca, todo movimiento depende exclusivamente de la energía interior de los cuerpos suspendidos o, en último caso, de la fortuna de ser atraído por un campo gravitatorio que pase por allí.
El astronauta en sus paseos espaciales conoce el peligro y se aferra a los vínculos que le salvaguardan del vacío, pues desconfía de su energía interior y, más aún, de la benevolencia de los cuerpos celestes.
En el mismo sentido la libertad absoluta también impide nuestro movimiento y el desarraigo nos atenaza. El exceso de opciones ciega nuestra capacidad de elección y provoca la inmovilidad. Así, el nómada que no tiene nada, no puede desearlo todo, sino quiere condenarse a caminar en círculos hasta su extenuación. Eso dicen que dicen los posos del café suspendidos en mi taza vacía. Pero yo todavía no me he apurado.

sábado, 13 de marzo de 2010

1ª lección de marxismo emocional

“Los hombres, a quien pierde el deseo, harían bien en limitarse a sus necesidades”, nos dice Karl Marx, sin temer que hombres y mujeres se pierdan en la concupiscencia y se olviden de los medios de producción, acabando con el sistema, sin necesitar de la revolución.
Pero Marx en La ideología alemana ya nos advierte que la zanahoria nos impide ver el presente. El hombre que gracias a su intelecto se ha liberado del yugo de la naturaleza, no debería tener ningún problema para satisfacer sus necesidades. Gracias a las máquinas, podría liberarse, poco a poco, del castigo divino del trabajo. Pero el deseo aboca a la humanidad a la desigualdad, a la injusticia y el hambre. El deseo a la de acumulación nos conduce al saqueo y la infelicidad de la humanidad.
Y a nivel individual, el deseo es lo que no tenemos, nuestras expectativas, aquello a lo que aspiramos. El deseo es aquello por lo que nos dejamos la piel trabajando, lo que nos hace olvidar nuestros principios y, si es necesario, vender a nuestra propia madre.
El deseo es siempre algo más de lo que tenemos. El deseo es ese desajuste de origen que nos impide estar acordes con lo que tenemos. Buscar más allá. El deseo ha movido el mundo y creado el arte. El deseo ha arruinado la vida a los mortales, porque la vida basada en los deseos carece de sentido, al ser ajena de la realidad.
Cubrir las necesidades nos daría muchísimo menos trabajo. Nos costaría mucho menos dinero. Muy barato nos saldría obtener un poco de comida, un techo donde guarecernos, algo con que abrigarnos y miles de juegos con que entretenernos.
Pero el sistema se ha dotado miles de objetos de nuestro deseo, que nos tienen atados a la noria y nos obliga a trabajar. Más grande, más nuevo, más caro.
Y, en las emociones. El deseo está siempre en alguna otra parte. Lo mejor es enemigo de lo bueno. Poco trabajo nos daría ser feliz con quiere serlo a nuestro lado. Escapamos a la detención del tiempo, corriendo en busca de lo que no tenemos, porque lo que no tenemos no tiene los inconvenientes que tiene la realidad.

jueves, 4 de marzo de 2010

Extraviado en el crucigrama








Todos estos días he extraviado la mirada,
no hallaba a nadie, no encontraba nada.
Todos estos días he perdido la mirada,
no sabía a dónde iba, por donde caminaba.

Círculos concéntricos, vueltas sin sentido.
Preguntas silenciadas, llamadas sin respuesta.
Ausencia de palabras en el diccionario,
Ninguna entrada en la Wikipedia.

Maldito crucigrama, puñetero sudoko,
dónde guardo la clave para entenderme por entero.
Santo cielo estoy perplejo,
de que entre tanto aficionado, nadie me dé un consejo.

Todos estas noches he extraviado la sonrisa,
no bailaba en la cocina, todo lo hacia con prisa.
Todos estos días he perdido la palabra,
no piropeaba a las abuelas, a nadie contaba nada.

Preguntas retóricas, diálogos de besugo,
multas de tráfico, recibos impagados.
Ni una prenda limpia en el armario,
Ni restos de migas del salario.

Santo cielo desajustado, estoy perplejo y azorado.
Incomprensible orden natural que gobiernas las cosas,
haz que en veinte días vuelva la primavera a mi lado,
que el planeta no para de dar vueltas…
y estoy asustado.

sábado, 27 de febrero de 2010

Celebración de la nada

Otro sábado: Horóscopo poco propicio. Climatología adversa. Txirimiri inofensivo ante la sequía que cuartea mi piel. Lluvia molesta que humedece mis ropas, apretándolas, aún más, contra mi piel claustrofóbica. Calabobos que me impide atravesar la ciudad silbando sobre la bicicleta, tras la sensación de fuga de mi mismo, en búsqueda de una huída hacia ninguna parte.
Poca luz. Poca gente en los parques. Durante la semana, ninguna victoria.
Aún así, vida:
Miles de transeúntes esquivándose para no colisionar. Miles de peatones cruzando sus trayectorias a la nuestra. Y tras sus anónimos rostros grises o apresurados, agazapada vida, descarada vida: penas, preocupaciones, aburrimiento, respiraciones, pasiones,… alegrías.
Y sin pensar en nada, allí, junto a ti, la Vida.
Aún intentando mantener la mente en blanco, cientos de personas atraviesan tu cerebro, protagonizando recuerdos, anhelos, deseos.
Y al margen de tu control, mientras cruzas las calles o atraviesas las páginas en blanco, apareces y desapareces de los cerebros de unos u otros. Independiente Vida que camina sin preguntar, sin pedir permiso, sin esperar.
Quizás mañana te diga alguien: -Ayer pensé en ti.
Y, como sobre la calle cae fina y parsimoniosa la lluvia lenta, sobre mis huesos cae parsimonioso y húmedo el tiempo. Nada más que tiempo lento, sin música.
Aún así, vida. Así, vida.
Hoy de momento, nada más que celebrar. Sólo la Vida.
Fotografia: Jhononabike

sábado, 20 de febrero de 2010

La transcendencia del vendedor de futuro

El ser humano es el único animal conocido que ha escapado del presente continuo en el que residen el resto de las alimañas. Es consciente del pasado ya acontecido: puede enorgullecerse de los meritos acumulados, al tiempo que debe padecer los remordimientos cultivados.
Pero más intrigante que el relato del pasado e, incluso, más sabroso que el deleite del presente, es disfrutar con la invención del futuro, más aún, con la reinvención, a cada instante, de nuevos futuros como apuestas determinantes, como esperanzas constantes.
Pero el relato del futuro que escuchamos, o queremos escuchar, va más allá de un pronóstico fundamentado en un pormenorizado análisis de secuencias, variables y probabilidades. Las proyecciones y horizontes que barajan estadísticos y matemáticos a nadie satisfacen. Se convierten en especulaciones y estrategias de futuro en cuanto caen en las manos de los gestores de lo privado y de lo público. Se transforman en mera futurología de salón cuando los mismos datos distorsionados llegan al simple peatón, abrumado por la necesidad de tomar una importante decisión (cambio de trabajo, compra de un inmueble, elección de un partner para iniciar una relación). Y se vuelven la única esperanza, a la que se aferran como a un clavo ardiente, los desesperados, que en ausencia de un presente valido, siempre esperan cambios radicales en los próximos instantes.
Es en este punto, en el que se evidencia la trascendencia social de los vendedores de futuro para la vida de los humanos. Pues en nuestra pequeñez, en nuestra inseguridad congénita, en nuestra cobardía intrinseca exigimos a los contadores del cuento futuro que nos garanticen que el sol volverá a salir mañana, que después de este domingo volverá a ser lunes otra vez.
Es esa promesa de normalidad, la que nos permite levantarnos cada día para ir trabajar de sol a sol, pagar la hipoteca o ahorrar, sabiendo que no habrá ningún corralito que evapore nuestros esfuerzos. Es ese relato el que nos permite seguir con nuestras vanas tareas diarias, porque de momento no es urgente ponerse ahora mismo a follar como malditos, ya que a pesar de la crisis, el mundo no se va a acabar.
Exigimos que por decreto mañana haga sol y buen tiempo. Exigimos que nos cuenten mentiras los políticos, porque la salud del PIB no depende de los datos estadísticos si no de la sensación de confianza de la población. Porque si nos dicen que mañana será jauja, gastaremos como locos sin ahorrar nada, porque si nos dicen que mañana llega el Apocalipsis se colapsa el sistema porque nos escondemos hibernados en nuestra madriguera y los hámsters humanos no mueven la rueda… no producen… no gastan… y quiebra el sistema.
Exigimos a nuestra pareja la promesa de amor eterno, de fidelidad constante y le advertimos que de ser infiel, calle. No queremos saber la verdad, porque sólo la creencia en un futuro mejor garantiza su existencia.
Ilustración: Shaun Tan

domingo, 14 de febrero de 2010

Oración de la elocuencia

Santísima trinidad:
inspiración, elocuencia y concreción
ten piedad de este vuestro humilde servidor.
Musas volved a visitarme,
que está a punto de vaciarse el refrigerador.
Traed bien repletos vuestros tuppers,
que no sé que decir, ni que contar.

Deseo que sea una razón exógena.
Pero llevo días que cada vez que me enfrento al folio en blanco,
pierdo el pulso por KO y salgo con el ego amoratado.

Que se me traban los dedos sobre las teclas llenas de aristas.
Que me cuesta acercar un verbo a un sujeto, arrimar un adjetivo a un sustantivo.
Que todas las palabras se repelen entre sí,
como si acercase imanes por el polo equivocado.
Que las frases, ya formadas, han dejado de tomar mi cerebro al asalto.

Debe ser el invierno.
Debe ser el sueño que arrastro.
Deben ser las prisas que me empujan de un sitio a otro,
sin darme lugar ni para la reflexión, ni para lo inútil,
inútil, pero tan necesario.
Debe ser la crisis o la deflación.
Debe ser por la arritmia de mi deshabitado corazón.

Dame fuerzas Virgencita de los Pisapapeles, patrona de los deslenguados,
Santas Labia, Prosa i Verbigracia,
Santos Charlatán, Monólogo y Desparpajo,
a vosotras acerco mis cirios
a vosotros yo me encomiendo.
¿Qué decir que signifique algo?
¿que contar que tenga gracia?
Por amor al verbo, acercarme las palabras.

viernes, 12 de febrero de 2010

Marcas blancas




















Ilustración: El Roto

domingo, 31 de enero de 2010

Tiempo pétreo

Tiempo de consistencia pétrea. Deriva magmática de los continentes. Consciencia de la eternidad que separa un tic de un tac. Ahora, que nada pasa en este bajel aplastado por la calma chicha.
Invierno. Escarcha, escasez, helada. Hiberno, aletargado, como los animales que se esconden de las inclemencias del tiempo, suspendiendo la vida en un silencio absoluto que parece extender al absurdo el lapso que separa un sístole y del diástole siguiente, dentro de nuestro pecho cadente.
Celda, hueva, crisálida, capullo. Donde se resguarda la babosa y reconstruye el gusano, en un intento ciego de decantar la esencia del ser que intenta transformase: dejar de ser, para continuar siendo. Obligado a un cambio continúo que le impone su esencia de búsqueda constante del espacio aéreo. Pobre Sísifo!
Retiro, aislamiento, cédula, desde donde no se escucha o se desestima oír el continuo devenir del tiempo. Pero aunque hagamos oídos sordos a las brisas y al viento, las cosas pasan allí fuera, lejos de nosotros, que, ingenuos, intentamos en un salto imposible suspendernos en el limbo, ajenos.
Renuncia premeditada a unas hojas del calendario, que caen a nuestros píes inmaculadas, malgastadas. Placer de viejos y monjes contemplativos.
Sólo sostenible desde la inexpugnable certeza de que allá fuera la vida continua inalterable y ajena, que allá fuera la vida continua imperialista y evangélica contaminándolo todo, colonizando la muerte, lo inerte, obligando a la materia cansada a volver a la vida, a devolver la energía, que no puede renunciar, sino sólo transformarse.
Y por tanto palidezco tranquilo, buscando los cansados rayos del herido sol de invierno, para calentarme ajeno, despistado, de soslayo… mientras espero que la marea de la vida me arranque de mi concha y me devuelva a los vaivenes de la viva marea hasta que, de nuevo, reencuentre la Pleamar.

martes, 26 de enero de 2010

Captatio benevoletiae

Provem d'encaixar en escenes boniques,
amb porcs de diumenge farcits de gavines,
en grans sobretaules on els avis canten,
en nits bora el foc abraçats a una manta.
Es tracta de ser els simpàtics del barri,
els que ballen i ballen fins que els músics parin,
irrompre arrogants lluint les millors gales,
en discos amb dones amb feines estables.

I a vegades ens en sortim,
i a vegades ens en sortim.
I a vegades una tonteria de sobte ens indica que ens en sortim.
I a vegades una carambola de sobte ens demostra que ens en sortim.

Busquem quedar bé en el retaule magnífic,
dels que van pel món amb posat monolític
i afronten la vida mirant-la a la cara
i un dia contents compren flors a sa mara.
Intentem trampejar per ser persones dignes.
El pare modèlic que volen les filles,
el de la veu greu, el de la mà forta,
que paga un vermut i que arregla una porta.
I després tancar els ulls i sentir el món en calma,
hi ha dos ocellets fent piu-piu dalt d’un arbre.
Ben enllestit un gran epitafi
que arranqui somriures a tots els que passin.

I a vegades ens en sortim,
I a vegades ens en sortim.

I a vegades una tonteria de sobte ens indica que ens en sortim.
I a vegades una carambola de sobte ens demostra que ens en sortim.
I a vegades contra tot pronòstic una gran bestiesa capgira la traca i amb lògic tot fent evident que per uns moment ens en sortim.
Lletra de la Canço de Manel (com ja sabeu)

viernes, 1 de enero de 2010

2010, un hombre

¿Por ejemplo? ¿Qué significa ser un hombre? En esta década. En una ciudad. En medio de este cambio constante, que permite que las cosas importantes siempre sigan igual. En medio de esta masa de gente hambrienta, siempre con ganas de más. Sometido a presiones continuas, que nos quieren guiar, por un camino que no quisimos andar. Dentro de este sistema perfecto, que se autorepara y recrea para garantizar que siempre permanezcan los mismos en el mismo lugar. Bajo un poder organizado, que decreta lo que está bien o lo que está mal. Que destinaba miles de millones a gastos militares contra brumosos enemigos extranjeros, pero permite el tráfico de armas, de drogas, de divisas y hasta de seres humanos. Que divide a las personas entre desarrollados y hambrientos. Que dilapida los recursos naturales, impulsando un consumismo insensato de cosas frugales. Que malbarata a millones de personas, negándoles la educación necesaria para ser ciudadanos y empujar de este carro.
Y en cambio ese hombre se encuentra, aquí y ahora. En el mejor momento de su desarrollo, tras un largo y penoso camino que se inició en el mono, o hace muchísimo más tiempo, más allá de la ameba. Un hombre que conoce los cambios que pueden provocar sus esfuerzos y los pensamientos de millones de seres humanos. Un hombre que conoce el valor de las palabras, la fuerza de un verso, el peligroso impacto de una canción. Un hombre que no ignora el último fracaso de las esperanzas radicales; pero que aún así es consciente de la absoluta necesidad de una nueva adaptación, que digan lo que digan, se llamará, como siempre, revolución. Un hombre, que a pesar de las letanías mil veces repetidas, reconoce el peso de la violencia en la historia y su necesidad como elemento desencadenador.
¿Le negarás el derecho a soñar? ¿Le pedirás que trabaje, observe y, a pesar de todo, calle? ¿Le exigirás que se contente con comprar? Que en medio de este desastre tan fácil de mejorar, guarde sus manos en sus bolsillos y regrese a casa, cabizbajo, sin fuerza para mirar a sus hijos. O le pedirás que señale con el dedo a los culpables y los intente derribar.
Parafraseando a Saul Bellow, en Herzog, 1964.