jueves, 30 de octubre de 2014

Otoño

Ahora que es inevitable que la noche se nos eche encima más pronto, que los puestos de castañas asadas nos parezcan ridículos, sólo encuentro coherentes a las hojas de los árboles, que siguen cayendo, a pesar de todo, secas y por estricto orden de aparición, para sembrar las aceras de satinados colores crujientes.
Todo lo demás me parece extranjero:
Las conversaciones de las adolescentes sobre sexo como distracción anodina. Las preocupaciones de los colegas por sus planes de pensiones. Las cavilaciones de la vecina por el encaje de una nueva pieza en su decoración. Las injusticias de las decisiones arbitrales en los encuentros familiares. Las fórmulas filosóficas debatidas concienzudamente en los bares. Las recetas escuchadas en los mercados para encarrilar el asunto. Las estrategias paranormales que estrenan para adormecer nuestras voluntades. La realidad aumentada de los cromos que intercambian los enanos. Los malabares diarios para esconder mi mueca de hastío en algunos lugares.
Por lo que todo enseguida se me cae en el olvido.
Y en un día tan claro como hoy, bajo el sembrado de cirros, sólo recuerdo:
El olor de tu pelo. El mohín de tus labios mordiendo el vacío. El peso de tus carnes desvanecidas. El resto, ya no lo vivo como un niño.

martes, 21 de octubre de 2014

La mediocridad sancionada


Toda estructura laboral pública o privada puede verse afectada por el Principio de Peters que sostiene que toda persona que realizan bien su trabajo es promocionada en la cadena de vacantes hasta que ocupa un puesto donde tan siquiera puede abastar los objetivos de su trabajo, alcanzan su nivel máximo de incompetencia.Toda estructura laboral pública o privada puede verse afectada por el Principio de Peters que sostiene que toda persona que realizan bien su trabajo es promocionada en la cadena de vacantes hasta que ocupa un puesto donde tan siquiera puede abastar los objetivos de su trabajo, alcanzan su nivel máximo de incompetencia.
En las enquilosadas estructuras públicas otras plagas horadan y pudren los cimientos sobre los que se cimienta su teórica eficiencia. A continuación os propongo un catálogo de males que no pretende ser exhaustivo y que admite modificación:
En primer lugar, los males de la doble puerta de entrada. La administración nutre su ejército bien de opositores que han demostrado su capacidad y conocimientos para superar unas pruebas eminentemente teóricas pero que no garantizan su empatía con el usuario como servidor público o su capacidad para un trabajo concreto, bien de personas que reciben la alternativas de los padrinos más variopintos que se ahorran el proceso opositor sean capaces de demostrar su valía o no. En la mayoría de ambos casos una vez tomado sus reales asiento difícilmente perderán su plaza y salario público.
En segundo lugar, la ausencia absoluta de incentivos laborales. De todos es conocido que la carga de trabajo asignada a un servidor público será directamente proporcional al grado de afición al trabajo demostrada en su primer día. Así si el primer expediente que se encarga al trabajador tarda en solucionarse, se pierde o se hace mal, su inmediato superior no dedicará esfuerzo en enmendarle o sancionarle, labores ambas que roban parte de su tiempo y le generan inconvenientes que nadie reconocerá, sino que transferirá su cuota a otro empleado más dispuesto y resolutivo. Y actuará en consecuencia ante el nuevo subordinado eficiente y rápido, que recibirá todos aquellos expedientes no resueltos por el anterior. Así que para que un profano que entre en una dependencia pública por primera vez pueda juzgar a los trabajadores, debemos recomendar que se fie o dirija aquellos que tienen las mesas más saturadas, a pesar de lo que podríamos pensar en una primera impresión prejuiciosa, nuestro expediente tiene más posibilidades de prosperar en sus manos que en las de los que disponen de mesas inmaculadas.
En tercer lugar, las extrañas variables por las que se rige la política de ascensos. La carrera profesional en la administración también tiene una doble vía, un camino estrecho para todos y un atajo para los apadrinados que no deben que demostrar valía alguna más que su simpatía y lealtad a aquel que le mira con buenos ojos. Descartado poder explicar cualquier lógica en el segundo caso, detallaremos las incongruencias del camino habitual y más transitado. En el concurso que abre la promoción de vacantes a concurrencia, los representantes de los trabajadores han conseguido que el mérito más valorado sea la antigüedad en la administración sea esta en una plaza similar o en otra dispar, sean los años acumulados servidos como fuerza viva o como naturaleza muerta. Así mismo, se valora de forma similar la formación específica para la plaza concreta que los cursos más dispares e inútiles, o en menor grado un doctorado que un curso de ofimática desfasado. Y se convalidan como experiencia probada para ejercer como sicólogo el tiempo ejercido como monaguillo, o los años trabajados como banderillero para actuar como enfermero. Y finalmente se renuncia el derecho de retracto y formación que ejercen los clubs deportivos, al imposibilitar a los jefes de unidad a defender a los goleadores demostrados de su plantilla de estos procedimientos tan imparciales y ciegos que no se aplican a los beneficiados del atajo.
Y finalmente, en cuarto lugar, se renuncia al descarte al segarse cualquier posibilidad de echar de la nave la manzana podrida. Así se mantiene en plantilla al dropo que no hace ni hará la o con un canuto, al probado ineficiente que genera más problemas de los que soluciona e, incluso, al expedientado por miles de causas algunas de ellas de la más provecta mezquindad. Legión que se mantiene en nómina por dos dinámicas básicas: porque se les paga con un dinero público que a ningún responsable escuece o porque el esfuerzo de sacudirlos de la ubre pública que se le pide al superior es tan titánico que se convierte en desalentador.
Y aún así, con mucha más frecuencia de la que indicaría la lógica, escuelas, ambulatorios, centros que funcionan, a pesar de sus gestores, sus apadrinados y otras plagas, el sistema público funciona y podemos encontrar. En un claro ejemplo de supervivencia de los sistemas que como los plátanos de nuestras calles cuando se ven afectados por hongos intentan prosperar a pesar de su afección.