domingo, 31 de julio de 2011

Consciencia de clase

Como el perro, que nacido entre el rebaño, se cree una oveja más y se juega la piel ante los lobos para defender a su adoptada familia, muchos seres se creen, equivocadamente, personas humanas, siendo como son simples bóvidos esclavizados: vacas sometidas a la dictadura de las ordeñadoras automáticas conectadas a un sistema del todo ajeno a su condición.
Pero un día estas vacas despertaran de su ilusión y abandonaran su cueva, donde las sombras deformadas de la realidad les mantienen en la ilusa creencia de una justicia imparcial y una democracia imposible de mejorar.
Un día, que cada vez está más próximo, pues es ahora, en temporada de vacas flacas, cuando los tirones sobre sus ubres son más intensos, la explotación ganadera más avariciosa y se decretan hambrunas a expensas del futuro de sus terneros, cuando la paciencia de los placidos puede agotarse. En estas circunstancias, no es de extrañar que el animal se despierte y muuUja.
Y aunque los dueños de la ganadería han dibujado estrategias para mantener a los bóvidos en la inopia o atenazados por el temor de que cualquier cambio será siempre para peor, más cornadas da el hambre. Así que no es de extrañar que en los corrales se preparen Sanfermines y las placidas vacas lecheras ahítas de mala leche se transformen en toros de lidia y embistan contra los hombres que las devoran.
Simplemente es necesario sacudirse las orejeras para poder ver que aquellos que nos susurran cuentos chinos no son, digan lo que digan, de nuestra especie, y que para ellos sólo somos carbón que alimenta sus calderas. Embiste y cornea.

domingo, 24 de julio de 2011

Apalancamiento

Como en una historia de la baja edad media, sobre una tierra agotada y unas masas famélicas, desesperadas y confusas se abalanzan unos señores feudales malvados de la orden de los Mercados, exigiendo un diezmo aún más grande, imponiendo derechos de pernada, exprimiendo las últimas monedas de los plebeyos para rellenar sus repletos graneros. Y ante estos malvados globales, los gobernantes locales, actuando como aleccionadas marionetas, no se resisten e imponen medidas cada vez más crueles a sus súbditos para evitar perder sus prebendas, mientras el hambre y la desesperación van adueñándose de cada vez más barrios hasta que despierte, sin remedio, la revuelta.
Los señores nos reclaman un dinero que nunca existió, que nos prestaron pero que nunca tuvieron, porque a diferencia de los peatones a los que sólo nos dejan gastar el dinero que ganamos con el sudor de nuestra frente, a los banqueros les es permitido multiplicar los panes y los peces. Es el apalancamiento. Cualquier banco puede no sólo prestar el dinero que tiene en depósito de sus clientes, sino al menos diez veces más de un dinero inexistente y cobrar intereses por esa nada. Aplicando esta ley del embudo, todos los bancos en su conjunto pueden prestar este dinero que no tienen a nuestros países comprando su deuda soberana, a un tipo de interés que ellos manejan, a través de la santa trinidad de las agencias de calificación Moodys, Standard&Poors y Fitch, y que se desviven en incrementar para ganar más y más. Les permitimos que nos presten lo que no tienen y que nos cobren por el préstamo lo que ellos deciden.
Pero el colmo de males es cuando, de los bolsillos de todos los mortales se dan grandes fondos de rescate para salvar a los bancos (reduciendo la capacidad del Estado para mantener el bienestar y la protección social) y estos los dedican a la compra de deuda soberana, e imponen a los estados condiciones draconianas para la emisión de esta deuda, mordiendo la mano que les vino a salvar del abismo.
Pero nadie hace nada. Pues los señores feudales dominan férreamente las hordas de sus tres ejércitos salvajes y criminales que imponen este cruento destino e impiden cualquier alternativa. Asi, las fuerzas de represión de los estados evitarán, aplicando al menos la fuerza física necesaria, la rebelión de los peatones pagadores de impuestos; las fuerzas de represión de la imaginación, compuesta de miles de expertos y catedráticos a sueldo, repetirán machaconamente las mismas mentiras hasta que la plebe crea que no queda otra salida que haber pedido muerte; y los sátrapas locales, envestidos de democracia, nos mentirán sin vergüenza como vendedores de crecepelos, consiguiendo que los elijamos para hacer unas cosas y haciendo las contrarias, imponiéndonos la ingesta de su aceite de ricino como solución de sus males.

sábado, 16 de julio de 2011

Meteliteratura

Dediqué todo el año 2008 a Bohumil Habral, que, de tanto en tanto, le diese el salto lanzándome al regazo de Ítalo Calvino no puede considerarse una infidelidad, pues mi historia con el maestro italiano venía arrastrándose desde cuando en mi pubertad lo descubrí de la mano del simple de Marcovaldo; así que recaer y dejarme seducir por una de sus breves y ya conocidas historias, era como recurrir al sexo cómodo y seguro que ofrecen los exmaridos si los llamas por teléfono con cualquier peregrina escusa.
Pero seamos francos, mi dedicación a la literatura checa, en concreto a la obra del autor borrachín y con tendencias suicidas de Brno sólo se debía a mi rotundo fracaso sentimental o, más explícitamente, a la facilidad con que X me tiro abandonado como una colilla en una cuneta después de una relación de 96 meses. Admitámoslo, la técnica del avestruz me había enclaustrado en la literatura hasta una tarde de finales de noviembre en que viajando en un autobús de la línea 22 escondido entre las renglones de Una soledad demasiado ruidosa me llamó la atención la conversación que una joven mantenía por su teléfono móvil.
La joven de moño alto y altivo un poco descompuesto por el ajetreo de la jornada laboral encajaba perfectamente en el estereotipo de profesora de música de colegio religioso. En cambio, la conversación que mantenía y, aparentemente, guiaba alguien al otro lado del inalámbrico parecía según todos los indicios encuadrase en el género libidinoso, más exactamente, en alguna de las variantes de los juegos que frecuentan los adictos a la dominación.
Así que perdí el hilo del relato que me contaba Hrabal y pegué mi oído allí donde no me llamaban. Al cabo de pocos minutos me dí cuenta (o quise darme cuenta) de que al otro lado de la línea no había nadie, que la conversación era fingida, lanzada al vacío como una llamado de auxilio.
No te extrañara, que decidiese descender con ella en su parada como si obedeciese a un resorte, aunque me cogiese a trasmano de mi destino, y que la abordase antes de llegar a la primera esquina con ninguna intención premeditada, pero seguramente con mayores esperanzas.
Durante los siguientes meses el libro de Habral quedó abandonado sobre su mesilla despanzurrado, amenazando descuadernarse y no revisité ni una sola vez a Calvino. Falta de tiempo.
Necesité unos meses para acostumbrarme a deshacer aquel moño tan bien hecho, para liberarme de nuestra carrera en búsqueda de la perfección en diferentes variantes técnicas del spanking y volver a recuperar nuevos paréntesis para acabar aquel libro de Habral abandonado a su suerte y encontrar en los experimentos de Fernández Mallo una literatura más adaptada a los cortos espacios de asueto que ella me permite entre llamada y llamada desde su iPhone.

lunes, 11 de julio de 2011

Miércoles mercado

Y mira lo que me han dicho en la lechería de la Boquería,
me han dicho que me comprarías lo que yo vendía,
y me he quedado prendado de tu risa, prenda.
Me ha contao la señora que vende el bacalao,
que no me achique que soy un chaval bien salao,
que tengo que tener más confianza en mis jugadas por tu banda
y tirar más veces contra tu portería.

Y mira lo que me han dicho esta tarde en la Boquería,
que ya sabes que cuando empiezan con una habladuría,
nadie puede frenar de tanta lengua tanta energía,
que en todos los puestos saben de estrategia y de artillería.
El de los despojos me ha comentao que el que te sigue te consigue,
que no me apoque que soy muy payaso y no me hago pesao.

Y mira lo que me han dicho en la frutería de la Boquería,
que las pescadillas que bailan como tu no tienen espinas,
pero que se escapan de las manos si te descuidas como las anguilas.
Y ya no me ha quedao más remedio, tras tanto consejo y palabrería,
si es que quiero volver a comprar antojos en la pastelería,
que apretarme los pantalones, comprarte estos claveles rojos
y venir a cantarte a tu portería esta descarada bulería.
Así que no me des calabazas niña que se ha acabao la lejía en la droguería.


Ilustración: Gossip Norman Rockwell

domingo, 10 de julio de 2011

La teoría de la filtración

La idea de que cualquier cosa que haga aumentar los beneficios empresariales es buena para la economía se impone a golpe del yunque que imponen los medios de comunicación, los think tanks y los partidos políticos de derecha e incluso socialdemócratas.
La idea machacona que se repite constantemente es: la regulación siempre es mala, lo que es bueno para los banqueros es bueno para la economías, las reducciones de impuestos son el elixir universal.
Durante los dos últimos años, los beneficios se han disparado, mientras que el paro ha seguido siendo desastrosamente elevado. ¿Por qué iba a creerse nadie que entregar aún más dinero a las empresas, sin límites ni requisitos, conduciría a una creación de empleo más rápida? ¿Cómo puede alguien imaginar que la falta de capital empresarial es lo que está frenando la recuperación ahora mismo?
La derecha afirma que las empresas no son capaces de invertir debido a la incertidumbre política. Eso es falso. La verdadera razón por la que las empresas acumulan capital inactivo es la falta de demanda de los consumidores.
Las grandes empresas ya tienen el dinero que necesitan para expandirse; lo que falta es un motivo para expandirse, al estar los consumidores contra las cuerdas y el Gobierno recortando drásticamente el gasto.
Lo que necesita nuestra economía es que el Gobierno genere empleo directamente y que se aligere el peso de las deudas hipotecarias de los consumidores sometidos a presión. Lo que no necesita en absoluto es que se transfieran miles de millones de dólares a unas grandes empresas que no tienen intención de contratar a nadie salvo a más integrantes de los grupos de presión.
La impostura que se esconde tras el ruido continuo del yunque es un objetivo no explícito: el deseo de desmontar y llevar el desastre a la economía del bienestar. La teoría de la filtración, una vez descubierto el trilero, hace agua.
Estracto manípulado del artículo de Paul Krugman El timo del Capital empresarial aparecido en El País 10/07/2011

miércoles, 6 de julio de 2011

En los bolsillos...

Las llaves de casa, un teléfono móvil de cuando iban a cuerda, un pañuelo sudado a consecuencia de este soleado día de verano, un par de canicas de colores que mudo de bolsillo en bolsillo desde que tenía diez años, la cartera encogida e introspectiva llena de tarjetas: de visita, de identidad, de débito y de crédito, de la sanidad pública, de la red de bibliotecas y la T-10, la llave informática de la astronave que compramos en los encantes viejos y aún tenemos que reparar, las llaves de tu casa que una vez me dejaste con la excusa de regarte unas plantas que resultaron ser de plástico y que no te pienso devolver jamás; un borrisol formado por el polvo del camino ya recorrido, la memoria usb que llevo por si quiero que falle la mía, unas cuantas pegatinas para poder reivindicar principios que están a punto de clausurar, unas notas desordenadas de música de la canción que intento tararear, otras cuantas monedas: entre ellas, naturalmente siempre, un par de otros lugares para recordarme que en última instancia puedo escapar, y un par más fuera ya de circulación para tener siempre presente que el dinero sólo posee un valor efímero y ridículo, un agujero por donde dejar perder lo que ya me pesa en los bolsillos, por donde dejar entrar las brisa que se cuela por los bajos de mis pantalones y un trocito de tiza azul.

Inspirado en faceyourpocket

sábado, 2 de julio de 2011

Por fin es viernes

Mal llego al viernes arrastrado como araña sin patas, que aún no soy inmune a la semana laboral, que aún no encontrado vacuna para tanta rutina/responsabilidad; con tantos años como llevo resistiéndome a madurar, nacido para jugar.
Mal llego al viernes vaciado, la casa patas arriba, lo doméstico postergado, el refrigerador temblando bajo la lista que en el pende imantada de tareas pendientes y problemas por solucionar, yo sólo quiero jugar.
Mal llego al viernes como la cucaracha que ya no puede caminar, un montón de facturas por pagar, la declaración de hacienda por contestar, la hucha que no para de llorar; y, después de tantos años, no me he aprendido a resignar.
Llego a casa sudado, maltratado, preocupado, estresado, noqueado, ¡que alguien me ponga a lavar!
Pero bajo la helada agua de la ducha recuerdo que es verano, afino el oído y capto el bullicio de los niños en el parque, cierro los ojos y veo el vuelo de las faldas ondeando como bandera de la patria de las cigarras, decido contraatacar. Olvido los quehaceres.
Me armo hasta los dientes, llamo a los aliados, me atrinchero en la terraza de un bar, pago la primera ronda y nos ponemos a jugar. Hablamos de lo humano y lo divino. Sentenciamos este calor de julio no se puede aguantar y por un momento no recuerdo tanta indignidad.