sábado, 26 de noviembre de 2011

Creimos avanzar juntos

Los únicos culpables somos nosotros. Nuestra ingenuidad. Nos hicimos la ilusión de avanzar hacia un mundo mejor, en bloque. Nos hicimos la idea de erguirnos y caminar para llegar a ser realmente humanos, todos juntos.
Ingenuos, creímos que cuando uno de nosotros, beneficiado por el impulso colectivo y la inercia acumulada por tantas generaciones, obtenía un logro (inventaba el fuego, la imprenta, la electricidad o la penicilina) ganábamos todos.
Ingenuos, supusimos que cuando en algún lugar se reconocía un nuevo derecho (se prohibía la esclavitud, se emancipaba la mujer, se garantizaban los derechos del niño, se reconocían y respetaban las diferencias de las minorías) avanzábamos todos juntos.
Y con esos pasos incipientes e inseguros, nos hicimos la ilusión de avanzar hacía un lugar desconocido, pero mejor y siempre hacia delante. Y, para colmo, nos hicimos la ilusión de que el camino recorrido era firme y el retroceso imposible.
Y es ahora, cuando cesa de sonar la música y acaba un vez más el baile, cuando nos miramos sorprendidos, los unos a los otros, en busca de culpables. Cuando, alzamos la vista y miramos a nuestro alrededor horrorizados, pues no entendemos porque después de tanto camino andado aún nos envuelven las mismas tinieblas, los mismos temores, el mismo hambre.
Y nos damos cuenta que siempre de nuestra insolidaridad sólo se escapan unos pocos.



Ilustración: Michael Kutsche

sábado, 19 de noviembre de 2011

Mundo mal mutandis

1.000 veces imaginé, cuando era niño, como sería el mundo cuando fuese mayor. Pero nunca me imaginé, de crío, tan mayor como ahora soy. En aquellos días me vi regresando de Marte por navidad, viviendo en el fondo del mar, dotado de implantes ciborgs donde acumulaba todo el conocimiento del mundo, tomando el vermú en paz con seres de otras galaxias, servido por androides educados y predispuestos, o curando enfermedades que diezmaban la población, y siempre, siempre sin necesidad de trabajar.

Ahora en cambio, si intento imaginar el mundo otros 40 años más tarde, arrincono la ciencia-ficción bajo preocupaciones mucho más probables. Y temo que la temperatura del planeta haya derretido los polos, se hayan ahogado los osos y inundado las bellas ciudades costeras como la que yo habito, veo un mundo devastado por una tercera guerra mundial, o temo un mundo superpoblado donde un 10% de la población viva como maharajás mientras el resto deambula hambriento por los campos de refugiados, o veo gente haciendo trabajos fácilmente mecanizables por salarios de miseria.

Pero todos mis temores y funestas profecías, un día como hoy, no importan. ¿Quién puede temer a lo que pase de aquí a 40 años, cuando hoy el pánico ya me ha alcanzado? Hoy que nuevamente han ridiculizado la democracia. Hoy que estoy seguro que en mi casa gobernaran los mercados. Hoy que empuñaran con rabia las tijeras y empezaran a avanzar los recortes, tijeretando todos los derechos que en los últimos 40 años habíamos levantado. Hoy reducirán los impuestos a los 4 más ricos y nos cercenaran la cultura, la educación, los servicios sociales, la sanidad. Hoy no dan ganas de mirar al futuro. Hoy sé que jamás ningún androide me servirá un martini removido y no sacudido mediante hablo de poesía con un alienígena nacido en Alfacentauro

sábado, 12 de noviembre de 2011

Yo también deseé ser Apache

Como Kafka, quizás como todos, yo también de niño deseé ser apache.
Siempre alerta, cabalgando veloz, a través del viento,
estremeciendo la tierra temblorosa bajo los cascos de mi caballo,
a pecho descubierto detrás de la caza,
desbocado, acelerando mi montura sin espuelas,
con los brazos en el aire, empuñando arco y flechas,
dirigiendo mi rumbo sin usar las riendas,
atravesando la pradera sin encontrar resistencia a mi hombría,
probándome cada día.

Quizás mi problema estribe en que todavía hoy,
cuando ya hace tiempo que he superado los cuarenta,
haya días que sigo deseando ser apache,
a pesar de conocer su triste destino:
Velar las armas mientras suenan los tambores de guerra,
danzar hasta la embriaguez para evitar el miedo,
pintar mi piel y la de mi montura,
despedirme de los míos al final de mi aldea,
lanzarme con la cabeza henchida de soberbia y a pecho descubierto,
armado únicamente con mis flechas,
contra el poderoso, inculto y ciego invasor,
que impide que mi familia siga viviendo en comunión con la pradera.

Gritar al viento,
parecer fiero un instante,
perecer salvaje.

Deseo ser apache mientras signifique enemigo para el invasor,
apache que elige perecer antes que morir varado en la reserva.

Parafraseando Deseo de ser piel roja de Franz Kafka y de Morey, ilustracion de Fritz Scholder

sábado, 5 de noviembre de 2011

¡Que llueva, que llueva¡

¡Que llueva, que llueva¡
Platón en su cueva,
el tren de cercanías se vara en la estación,
por la riera baja navegando un camión,
las ratas callejeras juegan y nadan croll.
¡Que si! ¡Que no!
que caiga un chaparrón,
que lave la cara a la calles
y se lleve la contaminación,
que riegue los campos y los valles
y que nazca el champiñon,
que rompa los cristales
de la corrupción.

¡Que llueva, que llueva¡
Platón en su cueva,
se cae de nuevo la línea de alta tensión,
la ciudad se oscurece bajo el apagón,
enmudecen las mentiras de la televisión.
¡Que si! ¡Que no!
que caiga un chaparrón,
que sólo se escuche los sonidos
de la lluvia en el canalón,
que silencie los gruñidos,
de nuestro viejo colchón,
ahogando los gemidos,
que me arranca tu achuchón