miércoles, 31 de diciembre de 2014

Nadala 2015

Como viene siendo costumbre, justo antes de se nos precipite el año por su vertiginosa cuenta atrás, protejo con celo de las prisas unos minutos para desearte, de entre las cosas que ya nadie usa un buen montón de deseos sencillos pero de gran trascendencias para recorrer con una sonrisa el próximo año que viene por si también discurre cuesta arriba.

Un manojo de deseos humildes y sencillos con los que llenar los días, pero que no olvidan los grandes deseos que construiremos con el anhelo de todos: Paz, amor, solidaridad, alegría y rauxa. Los que nos he encontrado para este año son:

Que encuentres un billete arrugado en el bolsillo del pantalón
Que el metro no llegue tarde
Que siempre encuentres suelto en el bolsillo
Que te susurren secretos al oído
Que los pajaritos canten
Que los niños caigan de píe

Que los músicos de la calle toquen la canción que tarareas
Que te miren las mujeres por la calle
Que repiquen de alegría las campanas
Que te bailen el agua
Que los pajaritos canten
Que más veces que sí que qué no.

Que luzca el sol tus días de playa
Que haga frío cuando te apetezca un chocolate
Que llueva los domingos que puedas retozar en la cama
Que los buenos momentos vengan con partida gratis
Que los pajaritos canten
Que las nubes se levanten

Que tengas respuesta a mano a las preguntas difíciles
Que estés en el sitio adecuado para coger el rebote
Que hablemos por los descosidos
Y que algún día ganemos a los penaltis
Que los pajaritos canten
Que las semanas empiecen en martes

Que no nos oscurezca el día la factura de la luz
Que baje el iba, el Euribor y el ascensor a tiempo
Que suban los salarios, la tasa de empleo y la pasión
Que ganen alguna vez los que pierden habitualmente
Que los pajaritos canten
Que sí, que no, que nos den un achuchón .

BESOS Y FELIZ 2015

lunes, 22 de diciembre de 2014

Vida o olvido

De repente me dijo: Podríamos buscar un lugar entre los matojos donde instaurar una república donde la única soberana sea nuestra pasión.
Le dije, titubeante: ¿Ahora mismo?
Me contesto: Luego es tarde –mientras me arrastraba- ahora es el único momento para devastar los zarzales, la única oportunidad para desnudarnos y hacer la revolución. Lo que no esté dentro de mí, será extranjero. Y nuestra piel arañada defenderá nuestra frontera de sus púas y sus alambradas.
Y, ¿Luego? –Le pregunté
Luego todo será historia – Me dijo- Quedará atrás el tiempo heroico de las proezas. Por eso no te tardes que ya me estoy bajando las faldas. Y durante un tiempo no existirá el tiempo. Más tarde. Cuando despertemos, quien sabe si nos habremos convertido en rutina o en olvido.
No dude más. No demoré más y aplasté la vegetación bajo sus rotundas nalgas.

Ambiciones

martes, 4 de noviembre de 2014

Perpetuidad

De entonces, cuando aparecí, solo conservo la misma matrícula, 8 cifras de dni. Todo lo demás ha mudado o desapareció.
Los días han cambiado y lo que era frecuente hoy es anécdota. El pan de cada día se convertió en vintatge.
Muchos ya no están, algunos fundamentales, si lo que buscamos es explicarme, y los demás han cambiado, distanciando su ruta mucho más de allá de mi tangente. Yo mismo he cambiado de ciudad, de talla, de hábitos, de peinado, de profesión, de opiniones, de estado, de carácter, de sentir, una docena de veces.
Y la escena, que decir, por su complejidad mucho más intensa y rápidamente que yo: No son iguales, los mismos parajes. Donde había desierto hoy hay bullicio, donde todo el mundo se reunía, hoy olvido.
Ni tan siquiera la moneda, con la que ni se compra ni se vende el amor verdadero, es la misma. Ni tan sólo me acompañan desde el principio las mismas células que me engarzan. Y aún así me reconozco, antes como ahora, en un relato que a todos cuento y a mi repito y reitero en vigilia y en sueño. Un relato falso que a cada repetición muda y cuyo parecido con la realidad es pura relatividad.
El número de mi bastidor, como dije, sólo permanece inmutable.

jueves, 30 de octubre de 2014

Otoño

Ahora que es inevitable que la noche se nos eche encima más pronto, que los puestos de castañas asadas nos parezcan ridículos, sólo encuentro coherentes a las hojas de los árboles, que siguen cayendo, a pesar de todo, secas y por estricto orden de aparición, para sembrar las aceras de satinados colores crujientes.
Todo lo demás me parece extranjero:
Las conversaciones de las adolescentes sobre sexo como distracción anodina. Las preocupaciones de los colegas por sus planes de pensiones. Las cavilaciones de la vecina por el encaje de una nueva pieza en su decoración. Las injusticias de las decisiones arbitrales en los encuentros familiares. Las fórmulas filosóficas debatidas concienzudamente en los bares. Las recetas escuchadas en los mercados para encarrilar el asunto. Las estrategias paranormales que estrenan para adormecer nuestras voluntades. La realidad aumentada de los cromos que intercambian los enanos. Los malabares diarios para esconder mi mueca de hastío en algunos lugares.
Por lo que todo enseguida se me cae en el olvido.
Y en un día tan claro como hoy, bajo el sembrado de cirros, sólo recuerdo:
El olor de tu pelo. El mohín de tus labios mordiendo el vacío. El peso de tus carnes desvanecidas. El resto, ya no lo vivo como un niño.

martes, 21 de octubre de 2014

La mediocridad sancionada


Toda estructura laboral pública o privada puede verse afectada por el Principio de Peters que sostiene que toda persona que realizan bien su trabajo es promocionada en la cadena de vacantes hasta que ocupa un puesto donde tan siquiera puede abastar los objetivos de su trabajo, alcanzan su nivel máximo de incompetencia.Toda estructura laboral pública o privada puede verse afectada por el Principio de Peters que sostiene que toda persona que realizan bien su trabajo es promocionada en la cadena de vacantes hasta que ocupa un puesto donde tan siquiera puede abastar los objetivos de su trabajo, alcanzan su nivel máximo de incompetencia.
En las enquilosadas estructuras públicas otras plagas horadan y pudren los cimientos sobre los que se cimienta su teórica eficiencia. A continuación os propongo un catálogo de males que no pretende ser exhaustivo y que admite modificación:
En primer lugar, los males de la doble puerta de entrada. La administración nutre su ejército bien de opositores que han demostrado su capacidad y conocimientos para superar unas pruebas eminentemente teóricas pero que no garantizan su empatía con el usuario como servidor público o su capacidad para un trabajo concreto, bien de personas que reciben la alternativas de los padrinos más variopintos que se ahorran el proceso opositor sean capaces de demostrar su valía o no. En la mayoría de ambos casos una vez tomado sus reales asiento difícilmente perderán su plaza y salario público.
En segundo lugar, la ausencia absoluta de incentivos laborales. De todos es conocido que la carga de trabajo asignada a un servidor público será directamente proporcional al grado de afición al trabajo demostrada en su primer día. Así si el primer expediente que se encarga al trabajador tarda en solucionarse, se pierde o se hace mal, su inmediato superior no dedicará esfuerzo en enmendarle o sancionarle, labores ambas que roban parte de su tiempo y le generan inconvenientes que nadie reconocerá, sino que transferirá su cuota a otro empleado más dispuesto y resolutivo. Y actuará en consecuencia ante el nuevo subordinado eficiente y rápido, que recibirá todos aquellos expedientes no resueltos por el anterior. Así que para que un profano que entre en una dependencia pública por primera vez pueda juzgar a los trabajadores, debemos recomendar que se fie o dirija aquellos que tienen las mesas más saturadas, a pesar de lo que podríamos pensar en una primera impresión prejuiciosa, nuestro expediente tiene más posibilidades de prosperar en sus manos que en las de los que disponen de mesas inmaculadas.
En tercer lugar, las extrañas variables por las que se rige la política de ascensos. La carrera profesional en la administración también tiene una doble vía, un camino estrecho para todos y un atajo para los apadrinados que no deben que demostrar valía alguna más que su simpatía y lealtad a aquel que le mira con buenos ojos. Descartado poder explicar cualquier lógica en el segundo caso, detallaremos las incongruencias del camino habitual y más transitado. En el concurso que abre la promoción de vacantes a concurrencia, los representantes de los trabajadores han conseguido que el mérito más valorado sea la antigüedad en la administración sea esta en una plaza similar o en otra dispar, sean los años acumulados servidos como fuerza viva o como naturaleza muerta. Así mismo, se valora de forma similar la formación específica para la plaza concreta que los cursos más dispares e inútiles, o en menor grado un doctorado que un curso de ofimática desfasado. Y se convalidan como experiencia probada para ejercer como sicólogo el tiempo ejercido como monaguillo, o los años trabajados como banderillero para actuar como enfermero. Y finalmente se renuncia el derecho de retracto y formación que ejercen los clubs deportivos, al imposibilitar a los jefes de unidad a defender a los goleadores demostrados de su plantilla de estos procedimientos tan imparciales y ciegos que no se aplican a los beneficiados del atajo.
Y finalmente, en cuarto lugar, se renuncia al descarte al segarse cualquier posibilidad de echar de la nave la manzana podrida. Así se mantiene en plantilla al dropo que no hace ni hará la o con un canuto, al probado ineficiente que genera más problemas de los que soluciona e, incluso, al expedientado por miles de causas algunas de ellas de la más provecta mezquindad. Legión que se mantiene en nómina por dos dinámicas básicas: porque se les paga con un dinero público que a ningún responsable escuece o porque el esfuerzo de sacudirlos de la ubre pública que se le pide al superior es tan titánico que se convierte en desalentador.
Y aún así, con mucha más frecuencia de la que indicaría la lógica, escuelas, ambulatorios, centros que funcionan, a pesar de sus gestores, sus apadrinados y otras plagas, el sistema público funciona y podemos encontrar. En un claro ejemplo de supervivencia de los sistemas que como los plátanos de nuestras calles cuando se ven afectados por hongos intentan prosperar a pesar de su afección.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Inicio de curso en el cole de los grandes

Nos fuimos de vacaciones y todos los problemas se quedaron aparcados en el monte de piedad. Dejamos el huerto al cuidado de un hombre de paja y los turistas nos dejaron el terreno de juego como un patatal. Y mientras nos entretenían con futbol y mundiales o nos sorprendían en el chiringuito, nos colaron algún recorte mediante algún decreto estival un año más. En esta perra vida, todo seguía igual.
Y al llegar septiembre y con él un nuevo inicio de curso en el cole de los grandes nos lamentamos de que por mucho que hayamos mentido falsificando las notas para que las firmará el tutor responsable, hemos repetido curso: la tasa de paro no quiere adelgazar, la banca no abre la mano y se niega inyectar capital, los recortes no cesan por mucha propaganda que quieran gastar, la asmática recuperación pierde fuelle y la única que crece adecuadamente es la deuda estatal. Aún, menos mal, que la ley del aborto se les ha marchitado y que como empieza la loca carrera electoral el gobierno intentará sacar de la chistera toda su batería de luces y medidas de lo más popular. Mientras tanto, los de este lado de la concertina, no podemos apearnos de éste déjà vou en el que cada mañana un títere u otro nos repite que la salida de la crisis es inminente, que las medidas tomadas están teniendo efecto como reflejan los datos macroeconómicos y que se han implementado medidas de amplio impacto social para paliar la situación de penuria, sin que nadie nos libre de esta pesadilla rutinaria que se arrastra por el calendario día a día. Y así, cada mañana nos levantamos bien temprano, le damos de desayunar a nuestras defensas, maquillamos nuestras ojeras para poder tener un aspecto decente y arrastramos nuestras carteras con nuestros deberes hechos para que al llegar a la hora del patio nos demos cuenta que otra vez nos han robado el bocadillo. Así que por favor, en la medida de vuestras posibilidades, no escuchéis a ninguno de los que tengan derecho a hablar por un micrófono sin poner en cuarentena todas sus palabras.

jueves, 4 de septiembre de 2014

La mirada perdida

Nace pura la mirada de los niños. Nacen los bebes casi ciegos después de ser fabricados con tanto amor en la más íntima oscuridad. Tardan días en poder acostumbrarse a la cegadora luz, en delimitar los contornos de las sombras, en identificar los volúmenes. Y luego tardan años en aprehender la realidad, en mesurar los contornos, en poder dilucidar donde empieza una cosa y termina la otra. Muchos años en comprender una perspectiva, en poder enfrentarse a un horizonte sin huir ni petrificarse.
Tardamos años en educar la mirada de los niños, en indicarles las cosas ante las que han de cerrar los ojos horrorizados, en enseñarles cuando deben mantener la mirada fija sin bajar la cabeza o dar un paso atrás.
Tratan durante años en adiestrar la mirada de nuestros hijos, intentan de todos modos y por todas las maneras ponerles orejeras, para que no se distraigan en otra cosa que no sea la zanahoria que los arrastra en el camino que mueve su noria, y evitar que se entretengan en la belleza de lo diverso o se emboben en el hechizo de los desconocido, en la tentación de lo prohibido.
Pero sus técnicas de propaganda superan los desvelos de los padres más avezados y ensucian la resistencia de sus miradas, las hacen inmunes a la tragedia, el dolor o la violencia, las hacen adictas al consumo y la rápida satisfacción, las enfocan hacia una meta vacua, la desenfocan para que no entiendan nada más.
Sólo así puede mi limitada razón entender la imagen que ilustra este texto. ¿Cómo si no pueden estos jóvenes disfrutar satisfechos de su horizonte? Las casas de Gaza haciéndose añicos bajo sus bombas. ¡Que inmesa derrota!

jueves, 24 de julio de 2014

Sueños sepultados V, lo perdido

¿Quién iba a decir que lo levantado en tantos años podía caer de un único manotazo? ¿Cómo íbamos a pensar que la distancia recortada con tanto esfuerzo se desvanecería en un instante y volveríamos al punto de partida?
Si miro atrás para buscar una explicación, se me queda cara de tonto. Si miro alrededor e intento hacer un diagnóstico de la enfermedad o un inventario de los daños, se me saltan las lágrimas.
Me esfuerzo en convencerme e intento negarlo, pero aunque entierre la cabeza bajo el ala, los años del bienestar donde los trabajadores podían aspirar, a cambio de su esfuerzo, a comodidades cada vez más sofisticadas, más alguna alegría o capricho extra se han evaporado. El momento en que los trabajadores honrados, a cambio de su sudor, podían ambicionar romper de un golpe su techo de cristal y medrar por sobre de lo que habían sido sus padres ya quedo atrás. Los días en que los trabajadores podían esperar, a cambio de su sacrificio, simplemente una vejez tranquila y un futuro más próspero para sus hijos se han diluido en un espejismo efímero que no regresará a ser real.
Después de un largo camino de sudor, sangre y lágrima, habíamos acortado la distancia media que nos separaba, como trabajadores, de los que cortan el bacalao. Parecía que no sólo se habían erradicado las castas, las clases o las desigualdades por género y raza, sino que todos con un poco de esfuerzo podíamos aspirar a una vida sin preocupaciones y con pequeños lujos. Pero todo fue una ilusión, la democracia resultó ser una pantomima publicitaria y en el mundo feliz que habitábamos no tenían las mismas cartas un alpha+ que un epsilón.
Por lo que en este país, en estos últimos meses, los millares de epsilones vivimos temblando como cabras, buscando un resguardo imposible ante el chaparrón que nos está cayendo mientras que soportamos el daño que nos produce a nosotros y la memoria de nuestros ancestros la perdida de los derechos que ya nunca más obtendremos: Educación de calidad y con atención a la diversidad. Cuidados medidos curativos y preventivos con tiempos de espera justificables. Acceso a la justicia sin diferencia de capacidad económica. Cobertura social mínima ante las adversidades imprevisibles. Poder decidir sobre nuestra cuerpo. Protestar sin miedo a las represalias. Una vejez sin apuros.
Y hemos de cerrar los ojos al mirar hacia delante horrorizados por el deja vu que nos impone una paleta de grises, imágenes del No-do, en un mundo donde las desigualdades crecen exponencialmente, la malnutrición infantil avanza por territorios donde ya no se le recordaba, se ha desahuciado al estado del bienestar y colas de desheredados en procesión piden limosna en los portales de la caridad y la misericordia.

martes, 15 de julio de 2014

Sueños sepultados IV, simple architects

No todo lo que bien empieza, bien acaba. ¿Quién nos lo iba a decir? No nos vacunaron para realidad, nadie nos advirtió y la inercia pierda aceleración hasta que la vida se frena en una calma chicha de la que no puedes salir. Crecimos con los cimientos arenosos y sin cintura para capear el tsunami de la crisis que se nos echó encima.
Nos dijeron de estudiar para labrarnos un futuro próspero y lo hicimos. Nos aconsejaron que habíamos de tener un talante emprendedor porque esa era el camino para triunfar en este país de prudente y nos tiramos al monte: Casi recién licenciados, después de firmar cuatro proyectos, abrimos nuestro propio despacho de arquitectura y al principio todo fue coser y cantar.
Bailamos días de vino y rosa, cada año facturábamos más, trabajábamos hasta las tantas y los días que no nos íbamos de copas para cumplir con el mismo horario. Ganamos proyectos cada vez más grandes. Viajamos por placer y por trabajo. Nos compramos un coche que impresionaba a los clientes y trajes buenos. Hicimos planes de boda, para cerrar el círculo y que no se escapara nada, socios y matrimonio. Pedimos un crédito para hacer el proyecto enseña de nuestro despacho de la casa donde íbamos a tener tres o cuatro niños. Pedimos un crédito ICO para ampliar el negocio y aumentar la estructura de nuestra arquitectura justo en la frontera de la superficie helada, resbaladiza y quebradiza por la que se había deslizado sin esfuerzo la economía de nuestro país. Y justo después del sí quiero, estalló una crisis internacional de la que nosotros no éramos del todo ajenos, y ante nuestras narices se abrió la boca del abismo.
En un abrir y cerrar de ojos se desvanecieron los proyectos, por arte de birlibirloque los clientes quebraban y dejaban las facturas por pagar abocándonos a reclamaciones judiciales como procesiones de hinojos para ver a la santa. Nos obligaron a apretarnos el cinturón y dejar la casa a medio hacer, a cerrar el grifo y despedir a los empleados. Nadie entraba por la puerta del despacho, no se cobraban las facturas pendientes y empezamos a acumular deudas con hacienda, la tesorería de la seguridad social, el ICO y los bancos. El pufo se iba haciendo cada día más grande como una bola de nieve que vuela ladeara abajo.
Y como no estábamos vacunados, nos quedamos paralizados, petrificados, sin poder salir de nuestro asombro, mientras que veíamos como se acumulaban los embargos sobre nuestra propiedad. Como habíamos pasada de 100 a 0 en tan poco y sin tiempo para saltar.

viernes, 11 de julio de 2014

Sueños sepultados III, End days

¿Quién nos lo iba a decir? ¿Quién nos ha visto y quién nos ve? A la vejez viruelas, hambre, sarna y oprobio. Tantos años de andar recto, de obrar correcto, de guardar en el granero, de tender la mano para nada, para esto.
Tanto esfuerzo. Años de juventud previsora, guardando como hormiguita, evitando dispendios y extras, mirando siempre hasta la última peseta, comparando precios, recortando vicios, negándoles premios y gratificaciones, para esto, para esta mierda. Tanto orgullo, tanto caminar con la frente alta los domingos por la plaza con la camisa almidonada, la raya de los pantalones bien marcada y la corbata inmaculada, del brazo de la mujer humildemente engalanada y los niños tan educados que los podías llevar de visita a cualquier sitio.
Tanto preocuparse por pagar todo en su día, por presentar la declaración de impuestos el primero, por no gastar de más ni en la luz de casa, ni en el médico de la seguridad social. Tanto orden para esta mierda, para esta puta mierda.
Tanto orden, tanto esfuerzo para ir a buscar un día al banco parte de los ahorros acumulados y poder echar un capote a un hijo apurado porque no encuentra trabajo con tanto paro y que nos espete un sinvergüenza que no puedo retirar mi dinero de momento, hasta nueva orden, porque está a plazo hasta que las ranas críen pelo. Para que momentos después nos ratifique el director de la entidad financiera que el dinero se ha desvanecido, que son sólo números en papeles muertos. Y tener que apretar los puños para retener la ira y no hacer algo de lo que me hubiese arrepentido.
Tanto orden y tanto esfuerzo para quedar arruinado por una inversión en preferentes, ese atraco a mano armada con premeditación y alevosía urdido por una piara de banqueros carroñeros e inoperantes y avalado por una panda de mequetrefes metidos a políticos que no han tenido ningún reparo en vender a sus mayores para salvar sus culos.
¿Quién nos lo iba a decir a nosotros que fuimos tan previsores y ordenados? Como nos íbamos a imaginar que a la vejez nos íbamos a ver viviendo tantos apuros, sin poder ayudar a los nuestros, mirando hasta el último céntimo, haciendo números para poder pagar los medicamentos. Tanta vida ordenada para esta puta mierda. Puta mierda, no tener veinte años menos para liarme a tiros.

martes, 8 de julio de 2014

Sueños sepultados II. House balloom

Cuando éramos tan sólo un poco más jóvenes, alquilar una vivienda era como tirar el dinero y el precio de las casas no bajaba nunca, que el ladrillo era un negocio seguro, mantras que repetía la madre hacendosa, el suegro severo, la amiga provechosa, el más espabilado compañero, la interventora de la banca ofertosa y, mientras silbaba y barría, canturreaba el portero.
Así que desde bien pequeños aprendimos a apuntar con las canicas al guash, con la pelota a la meta y con nuestros huesos a una casa en propiedad como más grande y más nueva, mejor. Algo sólido donde sustentar nuestra vejez en este mundo líquido cuando no gaseoso, algo perenne en este mundo efímero que legar a nuestros vástagos.
Y así crecimos como hormiguitas laboriosas engordando la hucha para reunir lo justo para las arras, los impuestos, la entrada y el notario. Y así paseamos nuestros noviazgos haciendo cálculos y visitando pisos recién hechos, maquetas de inmobiliarias o de segunda mano donde acababa de perecer algún abuelo hasta encontrar la casa de nuestros sueños y poder fundar la república independiente de nuestra casa.
Pero no pagamos la independencia a tocateja nuestro reino, sino que felices como perdices e igual de ingenuos que los plumíferos nos asociábamos con el diablo firmamos hipotecas a porrocientos años optimistas y convencidos por los consejos de nuestros mayores y de la humanidad en general.
Y ahora sólo quedan amargas lágrimas. El sueño de la lechera se rompió. Llego la crisis. Nos quedamos en paro y hubo que elegir o pagar la cuota de la hipoteca o sobrevivir y elegimos respirar. Y nos dimos cuenta que todos nos engañamos: el precio del ladrillo se desinflo y lo que compramos por 10 con mucha suerte valía 5 o, peor todavía, no había como vender.
Y nos echaron de casa y nos dejaron con una deuda sobre nuestras espaldas que no podríamos saldar jamás y nos refugiamos en un par de habitaciones de casa del abuelo que no se podía creer lo que nos estaba pasando y que ya no sabía si sus ojos lagrimeaban constantemente a causa de la vejez o de todo lo que tenía que ver.

jueves, 3 de julio de 2014

Sueños sepultados I, Groth way

Cuando éramos tan sólo un poco más jóvenes, nuestras yayes, antes de dedicarse a la flauta, se entretenían en tejernos consejos hilvanando frases hechas con el objetivo de centrarnos en la cultura del esfuerzo. Al que madruga dios le ayuda, esgrimía la materna, lo que siembres hoy recogerás mañana, apuntaba la paterna. Frases que nos calaron en lo más profundo por que procedían de la misma fuente que las rosquillas y la crema catalana.
Menos mal que algunas de ellas ya no están para soportarlo o han elegido el olvido para no ver como caemos en esta caverna. Menos mal que las que no son ausentes, se han arremangado y han abierto los brazos ofreciendo cobijo, cubierto y soporte a los nietos desbancados y desahuciados y su prole de biznietos, o envían el recuperado paquetito con viandas a los que emigraron al frío en busca de pan.
Menos mal que algunas de ellas arrastran sus varices, sus artrosis, sus arritmias por las calles y les cantan las cuarenta, como sólo se les permita hablar a las que peinan canas, a esos señores encorbatados que nos han cercenado el futuro.
Menos mal que ellas recuerdan. Menos mal que ellas no callan y cuentan. Y hacen de canguro de los más pequeños y les cuentas batallas de cómo era esto cuando la cosa no estaba tan mal y repiten una vez tras otra como sólo ellas tienen por costumbre donde estuvieron los errores, donde nos aprietan, donde debemos de mirar.

martes, 17 de junio de 2014

Sueños sepultados

Cuando éramos tan sólo un poco más jóvenes, se decía que la esperanza es lo último que se pierde y que soñar era gratis, por lo que a los peatones movidos por el contagioso optimismo les dio por soñar, sin gran revuelo, sueños apocados que parecían ser fáciles de cumplir: tener una familia, una casa y vivir sin gran trajín, nada muy ambicioso para vivir en un país donde decían se estaba viviendo un milagro económico.
Pero pasaron los años, estallaron todas las burbujas y sin que nada hubiese cambiado en nuestra rutina diaria nos dieron las doce, se acabó el encantamiento, todos nos volvimos cenicienta y solo vino a apretarnos los zapatos Paco con las rebajas.
De golpe y porrazo nos dimos cuenta que lo último que se pierde es el miedo, y que soñar es caro y conlleva fuertes hipotecas que te pueden dejar con el culo al aire y deuda pendiente. Y todos, absolutamente todos, los conscientes y los desentendidos, los involucrados y los tan sólo afectados, sepultamos nuestros sueños en fosas comunes abiertas con nocturnidad en las cunetas de nuestra narración por los encargados de las basuras del estado.
Todos y cada uno de los que por aquí habitamos, todos incluso los ricos. Y quien lo dude que mire a su alrededor y luego cierre los ojos y miré lo que le rodeaba en ese mismo sitio tan sólo cinco años antes.
¿Cómo hemos cambiado? Intentaremos, a partir de ahora, hacer un inventario, una taxonomía que intenté abarcar todos los suspiros, todos los anhelos, todas las frustraciones sin dejar ninguna como si tratáramos de recomponer los mil añicos de una taza de porcelana estrellada o lamer todas las lágrimas de un niño en una encomiendo imposible durante los próximos capítulos

jueves, 15 de mayo de 2014

Persistente primavera

Crece la pobreza hasta hacerse crónica y energética. Los pocos pisos que se venden se compran al contado y con dinero pestilente. Ríen impunes los delincuentes de alto copete. Desaparece la negociación laboral colectiva y se recortan los salarios exponencialmente. Una previsión posible de pérdidas en una empresa permite al patrón gritarte: coge tu ere y vete. Quieren decidir lo que hacen con sus vientres las mujeres. Manifestarse sin permiso municipal nos podrá suponer una multa descomunal. No se ha visto todavía un camello pasar por el ojo de una aguja y un corrupto cumplir condena. Sube el iva, bajan los impuestos que pagan las grandes fortunas y empresas. Se abole por decreto la justicia universal. Se recortan las becas a los estudiantes y las ayudas comedor a los infantes. Y aun así persistente brota la primavera, haciendo madurar la fruta, reventando flores en las macetas, como si quisiera recordarnos que todo es posible, si nos sacudimos este invierno, olvidamos nuestra paciencia y actuamos en conciencia.

martes, 4 de marzo de 2014

La criminalización del Carnaval

La alegría tiene una vida efímera, son mucho más abundantes los pesares que nos encuentran en nuestro camino y la rutina y lo mediocre el paisaje más habitual. Pero mucho más extraña es la alegría compartida por la multitud. Un fenómeno que ilumina el horizonte como fuego de artificio, como un asombroso suspiro. Y, además la alegría compartida, cuando no es consentida y de buena familia, es perseguida furibundamente hasta el olvido o su supresión. Así rememorados y repetidos son los estallidos de adrenalina que producen los éxitos los clubs deportivos y selecciones nacionales, y amplificados los éxtasis colectivos de las romerías u otras manifestaciones religiosas, así como las conmemoraciones religiosas y los aniversarios de los héroes patrios. En cambio, la alegría espontánea, la celebración de la victoria del héroe anónimo sobre Goliath, la revolución de las masas que destapa los pechos de la libertad son perseguidas por los cuerpos de seguridad del estatus quo. Y así como una breve primavera que vive sus escasos días en perpetua huida muere todos los años el Carnaval, viviendo en el exceso, haciendo oídos sordos a toda convención y norma, porqué es consciente que de perdidos al río y lo bailao no puede confiscarse. Así también la broma, la farsa, la ironía, la ficción y la mofa son criminalizadas por los hombres de bien y las instituciones sacrosantas que siempre se han caracterizado por una falta militante de sentido del humor. No por ser éstas gentes o entes oscos y austeros, sino porque son plenamente conocedores que las mentiras las carga el diablo y como me dijo el maestro Fo son los juglares los únicos con permiso para insultar al poderoso e instruir al pueblo. Los doctos, los santos y los poderosos no se estremecen al conocer que las verdades dictadas o escritas carecen de fundamente y sólo se proclaman para ocultar lo cierto y apartar la mirada de las gentes de la realidad. Los doctos, los santos y los poderosos solo se espeluznan cuando escuchan un chascarrillo ingenioso, una farsa atractiva, una ironía punzante o una mentira bien cargada que despierta de su sueño a los peatones sonámbulos y los hace mirar hacia la cruda realidad, el desnudo emperador y los sarnosos buitres que manejan los hilos de este teatro. Alegría efímera.

martes, 11 de febrero de 2014

Devaluados

Entre los diestros que faenan en esta plaza, sólo el maestro Niño Becerra se arrima a la astifina verdad: Este país (o su PIB) es muy pequeño para todos y no hay cama para tanta gente. Ante esta cruda verdad, las palabras de los políticos y los prohombres del mundo de la finanzas son mera publicidad, canto de sirenas para inmovilizar a las masas antes de poderlas desballestar y rematarlas al mejor postor.
Dentro de estas fronteras, la tasa de desempleo se empina por encima del 25 por ciento, sin intención de descender en los próximos 10/20 años. Las familias atrapadas en las fauces de la tragedia, con todos sus miembros o algunos de ellos marcados por esta lacra, deberán trampear como han hecho hasta ahora en los abismos de las economías sumergidas, agarrándose a cualquier contrato basura, sujetándose a la tabla de salvación del subsidio social de 426 euros mientras la vaca pública aguante y los ricos consideren que este mínimo reparto de pan es necesario para evitar el incendio de sus ciudades.
Pero debemos saber que la decisión está tomada y el pacto con fuego sellado: Se ha devaluado el coste del trabajo en nuestras tierras y todos los trabajadores cobraremos menos por trabajar más horas, a excepción de unos cuantos grandes asalariados de corbata de seda y traje de marca. Suerte que sólo disfrutaran los afortunados, porque por debajo de ellos, entre las sombras, fuera de la lista de admisión, revolviendo entre los contenedores, una subclase sobrevivirá como ejercito zombie de reserva de mano de obra, generando el pánico entre los empleados que vivirán con temor a perder sus miserables empleos, o miedo a sufrir substanciales bajadas unilaterales en su remuneración (como los trabajadores de las lavanderías de los hospitales públicos de Madrid).
La decisión está tomada y la vampirización de las clases trabajadoras, a las que los optimistas llaman clases medias, avanza a toda máquina. Y mientras se multiplican las exenciones fiscales que pueden aplicarse los ricos, no para de incrementarse la presión fiscal directa e indirecta sobre los trabajadores, elevándose las tasas y copagos que han de afrontar hasta para reclamar, y penalizados simplemente por ser pobres con multitud de puniciones a la pobreza: sólo los pobres pagan comisiones por el mantenimiento de sus cuentas, sólo los pobres sufren peajes en sus recibos de la luz, agua o gas no proporcionales a su consumo y han de ver como cada mes suben sus recibos a pesar de sus medidas de ahorro, no encender la calefacción y pasar frío en invierno.
Un panorama trágico hoy, pero que sólo constituye la ingenua precuela de la verdadera película de miedo que nos espera una vez superados esos próximos 20 años sin creación de empleo destinada a las capas populares, cuando todos esos hogares que han sobrevivido sin cotizar a la seguridad social lleguen a la edad de jubilación con pensiones ínfimas y sin hogar en propiedad.

martes, 7 de enero de 2014

Antes de estrenar almanaque nuevo

Los que aún conservamos una brizna de inocente ingenuidad, la víspera de tener que estrenar otro almanaque nuevo, nos sorprendemos en el ejercicio de dejar la mente en blanco y concentrarnos en definir propósitos inteligentes a los que consagrar el año que se avecina. Debe ser el horror vacuis que nos causan esos 365 días en blanco puestos así en fila india en el calendario que nos ha regalado la panadera. Puede ser ese poco que nos queda de superhéroes empeñados en torcerle el gesto a nuestro destino. Luego nos pueden las canas que peina nuestra experiencia, parpadeamos 3 veces y con un gesto de la mano espantamos el intento cual insecto.
Todos los años anteriores hemos sido derrotados. Tras las fiestas, la cuesta de enero nos deja sin aliento, le han sisado demasiado días a febrero y en marzo ya hemos abandonado a nuestro coleccionable en fascículos y al inaugurar la primavera ya preguntamos: quien me ha robado el mes de abril. Y en esta ya hemos perdido un tercio. Llegamos demasiado vírgenes a mayo para apretar suficientemente fuerte el paso, las verbenas crecen cual malas hierbas en junio y el calor es lo único que nos aprieta en julio, y por dejarlo todo para después de las vacaciones de agosto hemos perdido otro terció. Septiembre lo pasamos agobiados por recuperar los exámenes perdidos, octubre es el único mes valido, excepción que no cumple la regla y el mal menor nos obliga a salvar los muebles, los días de noviembre los perdemos rastrillando entre las hojas caídas y en diciembre deambulando arrastrando las culpas por haber incumplido hasta que nos dan las uvas y cambiamos propósitos por deseos para el año próximo como si nos encorriera la parca.
Los viejos que sacan su silla de mimbre y enea a la puerta de sus casas los días que luce el sol, no hacen propósitos y ya ni parpadean, pues saben que son los días quienes empujan y las noches quienes aprietan; que las horas pasan despacio, pero los años se nos van en un suspiro; que nadie sabe ni porqué, ni cómo, ni cuando nos da un giro la vida y mucho menos cuando tuerce una esquina, que es difícil recordar cual fue el suceso, la decisión o el cambio que hoy nos explica o si hemos llegado al punto donde nos encontramos a trompezones y trastabillados. Al igual que saben que hilando el tiempo perdido y remendando los ratos muertos no se tejen días nuevos, que los propósitos se vuelven recuerdos y los recuerdos se deshilachan en el cajón del olvido, y que la oportunidad está más calva que ellos.
Y los propósitos de los jóvenes mudan más de camisa que las serpientes.