miércoles, 25 de enero de 2012

La vida de los otros

En lo más profundo de la caverna habitan. Han formado y formarán siempre el ejército más despreciable de alimañas. Son las sabandijas peor pagadas de los cuerpos de represión del sistema. Batallón de cotillas, censores, correveidiles, chivatos y acusicas que viven con el ojo pegado en la mirilla, atentos a las oscilaciones de la paja en el ojo ajeno.
Prontos a despojar a los libres de su tranquilidad, a llevadlos ante los más oscuros tribunales, a inculparlos de los pecados más pueriles, a sentenciarlos por ellos de por vida a muerte. Y si tuviesen la oportunidad a hacerlo directamente, a lapidarles, peleándose, como hienas, para tirar la primera piedra.
Vienen de los tiempos más oscuros, de la inquisición. Son
en todas las dictaduras necesarios. Pero también habitan entre nosotros, como una triste rémora de nuestro pasado más oscuro, como carcoma.
Nos venden por una migaja insignificante, por una palmadita en su lomo de canido pulgoso. Acumulan muescas en sus garrotes, cultivan con gula listas negras donde casi todos tenemos cabida, culpables de uno u otro delito.
Malgastan la vida que les han regalado pendientes de la vida de los otros.
Lastrados por éste, el peor de los pecados, jamás tendrán acceso al purgatorio; pero tampoco encontraran acomodo en el infierno, donde son despreciados por no haber obrado. Y restan vagando sin descanso por los márgenes del desprecio, soportando los vientos siberianos que azotan los yermos de la indiferencia, solos en medio de un multitud de ellos, sin tener derecho a una palabra más.

lunes, 23 de enero de 2012

La veracidad de los oráculos

Deberíamos sorprendernos que, después de tanto andado y con lo que ha llovido, nuestros métodos para pronosticar el devenir no difieran en metodología ni en fiabilidad de los que empleaban los habitantes de la Grecia Clásica. Casi 2.000 años después del cierre del oráculo de Delfos por quiebra técnica, las decisiones más importantes que toman nuestros magnates, gobernantes y mangantes se basan en los designios y predicciones de los nuevos pitonisos.
Eso si, hoy los oráculos se autodenominan centros de estudio, gabinetes de investigación y, sobre todo, agencias de calificación; pero tal y como explica Bernard-Henry Lévy en su artículo los pueriles creyentes de la triple A se dedican a lo mismo: ganar adeptos, ganar cuota de mercado y ganar beneficios para sus accionistas.
Pero, para mantenerse en el negocio, utilizan las mismas estrategias: una cuidadísima puesta en escena sabiamente instrumentada por sus servicios de comunicación con la finallidad de hacernos caer en un estado de hipnosis colectiva que nos lleve a creer como verdades objetivas sus supersticiones mal intencionadas.
Detrás de tanto fasto, olvidamos que el análisis que realizan, y que lleva a perder a la deuda de un país la calificación de triple A o le otorga el sanbenito de bono-basura, sólo hay un simple estudio realizado por una empresa que aplica metodologías oscuras, cargadas de subjetividad y deliberadamente confusas. Hacemos caso a una sociedad privada que tan sólo destina el trabajo
de un par de investigadores durante unas pocas semanas y entrevista a una docena larga de influyentes personas para emitir su veredicto y dilucidar la suerte que nos atañe a todos. Ay va Dios! si lo hiciera yo, que no formo parte de ese tribunal de la Santa Inquisición iluminado por la gracia del señor.
Olvidemos también que estos oráculos no aciertan una ni por casualidad, que no paran de equivocarse, que no han sido capaces de predecir ninguna de las crisis importantes que han sacudido el orbe terrestre en los últimos años. Silenciemos que, algunas de ellas y algunos de sus más reputados videntes, incluso han sido cómplices de vaticinios deliberadamente errados para
beneficio de los amigos de su templo. Y en cambio este tocomocho ha sobrevivido hasta hoy desplumando a estados incautos y generando estragos. Conocido el truco y desvelada la mentira ¿hasta cuándo escucharemos al oráculo y su mal fario?

lunes, 16 de enero de 2012

Distopía con final feliz

No sé como he llegado a este planeta gobernado por simios, donde los humanos que soñamos con una vida feliz perdimos el habla y estamos sometidos a los grotescos.
En este árido lugar, tan parecido al pequeño país donde creí vivir, se ha perdido el respeto y todos se comportan como lobos, sobre todo, los poderosos, los leguleyos, los mandamases, los electos.
Mientras tanto los que fueron humanos, caminan como zombies, aturdidos por el pánico y el ruido machacón de las proclamas que anuncian que mañana, por real decreto, la situación aún será peor.
Así, valores que, antes de empezar mi singladura espacial, conocí en estas tierras, como la justicia, la equidad…. o la búsqueda de la felicidad han desaparecido del horizonte, para llegar a este sin sentido, donde pocos acumulan más de lo que pueden aprovechar y contemplan divertidos la calamidad en la que se mueven los demás.
A pesar de la continua innovación tecnológica han conseguido que unos pocos afortunados hayan de afrontar jornadas laborales decimonónicas a cambio de salarios misérrimos, mientras que los excluidos, parados de larga duración, malviven en un limbo de economía sumergida en equilibrio
sobre el alambre que los separa del hambre.
Y ninguno de los logotomizados con memoria de pez recuerda lo conseguido tras tan largo camino: Mirándose en el espejo de virtud del modelo de la anciana China han desmantelado el bienestar consolidado para exprimir más al humillado, y los obreros han perdido sus derechos a una jornada limitada, vacaciones, reunión…. para volver a trabajar de sol a sol, desde niños hasta
ancianos, sin provecho ni educación, como animales de carga.
Sin acceso a lujos como la sanidad, la educación, el derecho, la cultura viven recluidos bajo el látigo de los gorilas bien organizados.

Todos menos aquellos que llaman salvajes y viven proscritos en los intersticios descuidados del sistema inapelable. Estos, al otro lado de las alambradas electrificadas, burlando no se sabe como la infalible vigilancia de los simios, han recuperado el habla, se comunican y se reúnen, compartiendo en primer lugar el dolor que les produce la opresión.

Yo no lo veré, pues los macacos han descubierto que pienso y que puedo hablar, y hoy velo mi última noche para al alba ser represaliado. Pero cercana la aurora, sonrío pues sé que sobre esta tierra desesperada, ellos hablan de poner bombas, reventar i revertir el estatus quo, hablan de ser felices, en breve.