lunes, 16 de enero de 2012

Distopía con final feliz

No sé como he llegado a este planeta gobernado por simios, donde los humanos que soñamos con una vida feliz perdimos el habla y estamos sometidos a los grotescos.
En este árido lugar, tan parecido al pequeño país donde creí vivir, se ha perdido el respeto y todos se comportan como lobos, sobre todo, los poderosos, los leguleyos, los mandamases, los electos.
Mientras tanto los que fueron humanos, caminan como zombies, aturdidos por el pánico y el ruido machacón de las proclamas que anuncian que mañana, por real decreto, la situación aún será peor.
Así, valores que, antes de empezar mi singladura espacial, conocí en estas tierras, como la justicia, la equidad…. o la búsqueda de la felicidad han desaparecido del horizonte, para llegar a este sin sentido, donde pocos acumulan más de lo que pueden aprovechar y contemplan divertidos la calamidad en la que se mueven los demás.
A pesar de la continua innovación tecnológica han conseguido que unos pocos afortunados hayan de afrontar jornadas laborales decimonónicas a cambio de salarios misérrimos, mientras que los excluidos, parados de larga duración, malviven en un limbo de economía sumergida en equilibrio
sobre el alambre que los separa del hambre.
Y ninguno de los logotomizados con memoria de pez recuerda lo conseguido tras tan largo camino: Mirándose en el espejo de virtud del modelo de la anciana China han desmantelado el bienestar consolidado para exprimir más al humillado, y los obreros han perdido sus derechos a una jornada limitada, vacaciones, reunión…. para volver a trabajar de sol a sol, desde niños hasta
ancianos, sin provecho ni educación, como animales de carga.
Sin acceso a lujos como la sanidad, la educación, el derecho, la cultura viven recluidos bajo el látigo de los gorilas bien organizados.

Todos menos aquellos que llaman salvajes y viven proscritos en los intersticios descuidados del sistema inapelable. Estos, al otro lado de las alambradas electrificadas, burlando no se sabe como la infalible vigilancia de los simios, han recuperado el habla, se comunican y se reúnen, compartiendo en primer lugar el dolor que les produce la opresión.

Yo no lo veré, pues los macacos han descubierto que pienso y que puedo hablar, y hoy velo mi última noche para al alba ser represaliado. Pero cercana la aurora, sonrío pues sé que sobre esta tierra desesperada, ellos hablan de poner bombas, reventar i revertir el estatus quo, hablan de ser felices, en breve.

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