miércoles, 25 de enero de 2012

La vida de los otros

En lo más profundo de la caverna habitan. Han formado y formarán siempre el ejército más despreciable de alimañas. Son las sabandijas peor pagadas de los cuerpos de represión del sistema. Batallón de cotillas, censores, correveidiles, chivatos y acusicas que viven con el ojo pegado en la mirilla, atentos a las oscilaciones de la paja en el ojo ajeno.
Prontos a despojar a los libres de su tranquilidad, a llevadlos ante los más oscuros tribunales, a inculparlos de los pecados más pueriles, a sentenciarlos por ellos de por vida a muerte. Y si tuviesen la oportunidad a hacerlo directamente, a lapidarles, peleándose, como hienas, para tirar la primera piedra.
Vienen de los tiempos más oscuros, de la inquisición. Son
en todas las dictaduras necesarios. Pero también habitan entre nosotros, como una triste rémora de nuestro pasado más oscuro, como carcoma.
Nos venden por una migaja insignificante, por una palmadita en su lomo de canido pulgoso. Acumulan muescas en sus garrotes, cultivan con gula listas negras donde casi todos tenemos cabida, culpables de uno u otro delito.
Malgastan la vida que les han regalado pendientes de la vida de los otros.
Lastrados por éste, el peor de los pecados, jamás tendrán acceso al purgatorio; pero tampoco encontraran acomodo en el infierno, donde son despreciados por no haber obrado. Y restan vagando sin descanso por los márgenes del desprecio, soportando los vientos siberianos que azotan los yermos de la indiferencia, solos en medio de un multitud de ellos, sin tener derecho a una palabra más.

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