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Entre els dies laborables que em
deixo embrutar,
amb preses, angoixes, tensions
i rutines,
en mig de l’anar i venir sense
sentir,
de la dedicació cega a allò més
prescindible,
de nedar sacsejat en mig del
remoli de les obligacions,
que em lliguen, em paralitzen i
em desmembren,
al ben mig de l’angoixa per
arribar sà i estalvi a fi de mes,
de tant en tant,
i, només, de tant en tant,
just a primera hora del matí,
giro el cap i m’adono que la
llum segueix allí,
brillant,
sobre el desordre dels llençols
del meu llit.
Somrient mandrosa,
Indicant-me el camí,
accentuant la importància d’allò
petit que ens dóna sentit
el joc,
el riure,
el foc,
el viure.
Como alienígenas recién llegados, con sus ojos abiertos
como platos, miran, pero no entienden nada de lo que está pasando, y al tiempo
todo les parece la mar de normal, pues no tienen donde comparar.
Flexibles como juncos, se hacen a los NO con que les
responden sus padres (como antaño) a sus incasables demandas de una chuche más
desde sus bolsillos vueltos.
Los niños chicos se hacen transparentes, gaseosos,
silenciosos y caminan como pequeños espectros evitando los nervios, las crisis,
los enfados de sus progenitores que sobreviven en el alambre, estirando los
euros, apretando los dientes, cerrando los puños.
Los niños chicos se hacen a vivir hacinados compartiendo
una única habitación con toda la familia e, incluso, encuentran en este tumulto
atávico que tiene algo de gruta tribal ventaja de proximidad, hasta que
escuchas sorprendidos los relatos de sus compañeros sobre sus propios cuartos como se si tratase de territorios mitológicos.
A lo que no terminan de hacerse los niños chicos es al
hambre, a los días en que los vienen a despertar tarde para descuidar el
desayuno, al plato tristemente lleno de patatas transparentes, a la cena
testimonial y recortada. Por lo que, durante todo el verano, recuerdan con
añoranza de jugo gástrico desatado los menús escolares a base de macarrones,
palitos de merluza y manzana Golden, pues ignoran que han perdido para el
próximo curso la beca de comedor y deberán esquivar los meses con quijotesca
hidalguía de rocín flaco.
Los niños chicos no saben por donde amanecerá mañana, pero
sueñan todas las noches con una sonrisa bailando en la cara de sus siempre
preocupados papás.