Se acaba la playa, los días de arena y sol, los castillos
efímeros al borde del mar asediados y aplastados por los pies de los pequeños
gigantes, las batallas contra las olas armados con todo tipo de flotadores, la
persecución a los peces y cangrejos con un éxito global paupérrimo, las largas
siestas a la pata ancha. Perdurará el calor ya en la ciudad, los peques
tardaran en regresar a la rutina escolar unos días más y se complicaran
nuestros malabares en el filo de la conciliación laboral, se diluirá en un santiamén
el moreno acumulado y volveremos a correr de aquí para allá conscientes de que
no podemos llegar a todo y agotados. Pero no será hoy.
Queden en la cartera cuatro días de arena, media docena
de chapuzones y las últimas siestas. Sigo pues el vuelo amenazante de un
mosquito y me olvido del inminente futuro.
jueves, 24 de agosto de 2017
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