lunes, 29 de diciembre de 2008

Intifada

Ignominia y oprobio para los gobernantes y generales sin escrúpulos que lanzan bombas sobre la castigada población de Gaza. Vergüenza y desolación para los peatones de Israel que sonríen con aceptación. Años de gélido limbo para los desatentos de todo el orbe terrestre que no prestan atención a las muertes que patalean en las callejas de Palestina, sean inocentes o no.
Ignominia y oprobio para todo el pueblo de Israel, habite sus fronteras o siente sus reales sobre la diáspora globalizada, tanto para sus peones como para sus reyes, tanto para los gentiles como para los que dominan los medios de comunicación de todo el mundo. Ignominia y oprobio para el pueblo que sufrió en sus carnes la más dura de las persecuciones, el peor de los holocaustos, el genocidio más bárbaro y de la experiencia más dura sólo aprendió cómo utilizar la fuerza con crueldad absoluta e inmisericorde contra el débil.
Ignominia y oprobio para los gobernantes de todos los países del mundo que permanecen sordos a los gritos de los niños que se defienden con piedras ante un Goliat armado por ellos. Ignominia para los gobiernos que no hacen nada, para los que no llaman a sus embajadores a consultas, para los que no bloquean comercialmente al estado que institucionaliza la masacre sobre el vecino pobre a cambio de unos millones de dólares.
Ignominia y oprobio para los que permanezcan indiferentes al sufrimiento ajeno enchufados a cualquiera de las playstation que nos han injertado.
Estallen las bombas en todos los cuarteles generales del mundo. Estallen las bombas en todas las sedes de las multinacionales que se benefician de semejante terror. Globalizemos el miedo de las calles de Gaza, que los cuerpos desmembrados de atemorizados inocentes puedan estallar en cualquier parte. Extendamos el pánico. Todos tenemos derecho a sufrir por igual al último de los palestinos sitiados.

miércoles, 24 de diciembre de 2008

Nadala 2008

Como viene siendo mi costumbre, justo antes de que se nos autodestruya este 2008, me guardo con celo, en medio de las prisas que impone esta vertiginosa cuenta atrás, cinco minutos de paz desde donde desearte un montón de parabienes para el próximo año nuevo. Te deseo abundancia de todas esas pequeñas maravillas gratis que debemos de rescatar de entre las cosas que ya nadie usa: paz, amor, tranquilidad, alegría y rauxa para calentar los días de crisis que se nos avecinan. Y en especial este año te deseo una de esas cosas que normalmente te encuentras tiradas por la calle o abandonada por los bares:

amigos de la infancia, amigos de siempre, amigos de la escuela, amigos de la calle,
amigos sectoriales, amigos transversales, amigos monotemáticos y amigos para todo trapo,
compañeros del trabajo, amigos del gimnasio, vecinos y simplemente conocidos,
personas que a primera vista nos parecen interesantes y otras que necesitan más trabajo,
usuarios que habitualmente coinciden con nosotros en el metro y aquellos que ya nos sonríen al cruzarnos por la calle.

amigos por amigos prestados que se nos quedaron
amantes ocasionales, caníbales para los carnavales,
compañeros de viaje que nos enseñaron a mirar el paisaje,
seres esporádicos que se fueron por donde llegaron,
encuentros ocasionales que se vuelven indispensables,

amigos, amantes, bandidos,
amigos que nos comprenden y, sobre todo, aquellos que nos critican,
amigos que nos buscan y otros que nos temen,
amigos que nos proponen y aquellos otros que nos ponen,
amigos que nos seducen y muchos más que nos provocan,

amistades en ciernes y otras justo a punto de agotarse,
amigos que han estado allí toda la vida y otros que la cruzaron cinco minutos fundamentales,
amigos existentes, nominados, desaparecidos y aquellos otros que quedan por venir,
amigos a las duras y a las maduras y otros, vagos y maleantes,
seres bípedos, todos ellos indefensos ante las redes que forman mis recuerdos,
colisiones y encuentros que forman y explican quien eres.

que los uses, los guardes, los riegues, los alimentes, los toques, los llores, los rías, los ames, los multipliques...

domingo, 21 de diciembre de 2008

Se hace saber... el invierno ya llegó

Hoy llegó. A las 13.04, con su constante precisión matemática, el invierno astronómico. Mientras, en la calle lucía el sol y las plazas se caldeaban a la espera de celebrar el vermú. Pero no es costumbre hacer caso al ruido que bulle en la calle a la hora de promulgar oficialmente el concreto instante en que por expreso mandato de los importantes se aprueba la sucesiva sustitución de las estaciones.
No importa que hoy no tenga frío. Quieras o no, el invierno ha llegado aunque nadie lo haya invitado. Y se venden jerseys junto a las tiendas de helado, y de este comercio no es responsable el cambio climático.
Pero no seas ignorante ciudadano urbano, que más allá de las avenidas, en las montañas se acumulan gruesos de nieve en polvo hace tiempo olvidados. Y viajantes y camioneros circulan con cadenas por veinticuatro puertos de la red principal de carreteras nacionales. Y salen en libertad condicional del armario de su prisión mi bufanda a juego con mi gorro y mis guantes. Y tengo el termostato programado para que se encienda todas las mañana antes que yo y a todo trapo la calefacción. Y, en mi cama, tu ausencia se hace más dura ahora que no tengo donde mis pies calentarme.
No lo pude evitar y llegó, con su matemática precisión, el invierno astronómico. Fum, fum, fum. Y es evidente, por estas fechas, haga frío o calor, corre preparando la Nochebuena, la gente. Los ateos olvidan sus principios en los grandes almacenes. Se resguardan en las tradiciones los descreídos. Se venden belenes en los chinos y, como no, en los bazares regentados por los árabes. Rezan a las colonias y a santa corbata de la última hora los comerciantes. Se juegan a la lotería su mala suerte los desesperados.
Y cantaremos villancicos, y las noches se harán más cortas, y tiraremos el almanaque del año caducado, y escalaremos la cuesta de enero, y la crisis se colará por las rendijas mal selladas de los hogares, y me llamarás a deshoras, y nos reuniremos en los bares, y no tendremos dinero y compraremos menos y, para entrar en calor, hablaremos aún más de lo importante y buscaremos satisfacciones que sean gratis y volverá apreciarse el valor del amor al calor en un bar y te colarás en mi vida sólo para abrigarte.

lunes, 8 de diciembre de 2008

Animus Revertendi

Todos somos animales, algunos racionales, otros absurdos, complicados u irreales. No me explico, no sé explicarme: ¿Por qué campo por mis fueros y rehuyo los cencerros? ¿Por qué me arranco cadenas y collares y rumio y rumio razones que sólo brotan en los abandonados barbechos? ¿Por qué elijo las cañadas, los desiertos y rehuyo de las autopistas o de tu bendita compañía? No sé que contarte. Pero, como animales que somos, apliquémonos los principios jurídicos que nos rigen. Refresquémonos, bebiendo de las viejas fuentes que manan del derecho romano. Recordemos que todos los animales nos clasificamos en tres categorías a efectos de su apropiación:
En primer lugar, los animales domésticos, aquellos que han perdido su respeto y están bajo la continua potestad de un amo, fieles como perros que retornan palos lanzados, tontos como ovejas pacientes, o enjaulados e insatisfechos como la mayoría de los humanos.
Mas allá, los animales fieros o salvajes (ferae bestiae) que, como tú, gozan de natural libertad y pueden ser apropiados por cualquiera que, como yo, disponga de la paciencia, de las malas artes, de la fuerza, del tesón suficiente para engañarte y conseguir que te dejes acariciar.
Finalmente, existen unas pocas especies que queremos vivir en el límite, entre dos aguas. Nos llaman animales amansados (mansuatae), gozamos de libertad, pero la acotamos de motu propio. Nos vanagloriamos de poseer eso que llaman animus revertendi, y mantenemos la costumbre de volver siempre a un dominio. Elegimos un dueño y volvemos siempre junto a él, como los gatos. Nuestro amo siempre teme nuestra perdida, no confía en nuestro inevitable retorno. A ese amo temeroso e inseguro, el derecho romano le otorga la propiedad del animal, ignorando que el animal ya le ha entregado, junto a sus vísceras, su alma.
Te busco, porque quiero volver a ti. No sé donde estás, no te conozco, pero quiero volver a ti desde todas mis trincheras. Unas veces fiero, otras cansado. Unas veces en busca de guerra, otras veces para ocultarme herido en tu abrazo. No temas, no dudes, soy un animal manso mi ánimo es revertendi.

jueves, 4 de diciembre de 2008

jueves, 20 de noviembre de 2008

El vuelo del grajo

Cuando el grajo vuela bajo, es sabido, hace un frío del carajo y yo me arrebujo en el refugio de tu calido regazo. Santa Calefacción protégeme de la congelación. Virgen de la Pura Lana guárdame bajo tu manta.
Carámbanos amenazan en los tejados. Vientos hipohuracanados ululan terribles al caer la tarde. Y todavía avanza a lo lejos el viejo general invierno. Pero ya se me eriza la piel nada más, en la santa calle, poner el pie. Corta el frío que corta el avance de mi bicicleta, los dedos se me hielan, la piel se me cuartea. Aparco y corro por las calles, veloz pegado a las paredes, vigilante en las esquinas y los cruces para esquivar las corrientes traicioneras hasta que llego a tu sofá.
A tu sofá, a tu sofá, a meterme bajo tu manta, donde se multiplican las manos y se confunde lo tuyo y lo mío, donde tu urgencia me hace entrar en calor, donde tu frío arranca mi ropa, donde cuanto más desnudo más llego a sudar, donde todo lo que no naufraga en nuestra nave sobra, donde el tiempo se detiene o pasa en un santiamén, donde me olvido de mi tiránica razón y tu despiertas mi atávica imaginación, donde inventamos una y otra vez los juegos reunidos geyper, donde la historia no tiene ni principio ni fin y la lógica tiene reservado el derecho de admisión.
Ahora, todavía me queda un rato para volver, pero escucho silbar al viento y me imagino el frío que sacude la calle y te veo ya en casa y sólo con eso me inflamo, ardo. Bendito invierno que acaba con las ganas de salir. Dame frío y más frío, dame diciembre, lléname de besos los días cortos de enero, las largas noches de febrero.
Ilustración de Victoria Francés
A la chica del elefante de piedra

martes, 11 de noviembre de 2008

México Desorden General

Güero, güero, güerito welcome to México lindo, donde todo lo que deseas lo puedes comprar a diez pesitos en la ambulante o en abarrotes Treshermanos. Y para lo que la bolsa no llega, ruega a San Antonio de Padua, la Virgen de Guadalupe o San Judas Tadeo, que franquicias de la santaiglesia donde hacerse una limpia no faltan.
México donde nada de lo anunciado parece ocurrir, donde las promesas están siempre vacías. Donde la vida, llena de lágrimas, como canta Lila Downs, no vale nada y la muerte, para compensar, es el todo, es pura fiesta.
México a medio deshacer. México desordenado donde las ciudades no tienen principio, no se acaban, no tienen fin. Donde el espacio es infinito, la centralidad se desprecia y el suelo no vale nada.
México donde el ahorita mismo se eterniza, donde no hay dinero para pagar las prisas, donde el tiempo sobra. México donde los artesanos gastan horas que nadie paga, donde sobran las manos que nadie emplea en hacer todas las cosas que falta hacen.
México donde no hacen falta motivos para fiestas: calaveritas, calendas y carnavales. Donde ahorita mismo con unas chelas se organiza un reventón. Donde trago de tequila arriba, calle abajo, las chicas me sacan a bailar por puro güerito.
México estruendo de mariachi, cumbia tejana, son, calinda. Donde la gente no baila, donde nadie aplaude al artista.
México donde el sol cae a plomo y ciega el horizonte infinito. México de noches frías.
México de pueblos sin luz junto a playas vírgenes donde se esconden mediocres europeos agujereados en búsqueda de algo de glamour.
Y Oaxaca linda llena de mundos diferentes que hablan otras lenguas. Y San Cristobal de las Casas donde los Europeos vampirizan un mito encapuchado hace tiempo aletargado; donde los pobres gracias al turismo respiran un poco. México donde buceo entre peces de colores mientras me cuentas que llueve sobre mi lejano hogar.
Y Diego Rivera y Sequeiros pintando verdades en grandes murales. Y el Subcomandante, Pancho Villa, Viva Zapata gritando: tierra y libertad. Y los últimos cuatro comunistas vivos que sobrevieron a los ferrocarriles gritando por los magnavoces del zócalo: ¿quién perdió la esperanza? ¿qué charro vendió la revolución?
México de pirámides aztecas bajo iglesias coloniales, de rascacielos, terremotos y catedrales.
México de topes y vibradores, donde las carreteras alejan más que acercan, de autopistas de un sólo carril para ambos sentido de la circulación. México donde las casas habitadas parecen caerse y nada difiere de Bagdag.
México que ya quedó atrás. Y Moctezuma bailando entre mis tripas. Adiós huachinangos, chiles, tortitas, frijoles. Adiós desorden general. Ves haciéndome hueco que ahorita me regreso.

jueves, 23 de octubre de 2008

Torpes malabares

No puedo correr, no sé. Torpe como soy: Si corro, me tropiezo. Si corro, pierdo las cosas. Esas cosas tan delicadas que recojo, que tomo en mis manos. Esas cosas que requieren cuidados, que reclaman atenciones.
Con suerte en medio de la carrera, respiro, pienso: Necesito pararme. Darle tiempo al tiempo. Darle cuerda a mi cuerpo extenuado.
En mis manos tan pequeñas caben tan pocas cosas, que cuando ambiciono albergar varías al mismo tiempo, no puedo, no caben. Debo lanzarlas al aire, como si me quemaran, como si hiciera malabares, en tan inestable equilibrio.
Pero no tengo destreza, no sé. Torpe como soy: Si lo intento, me trastabillo. Si lo intento, las cosas que recojo en mi camino caen al suelo e incluso, a veces, alguna se hace añicos.
Pero es imposible no correr. Es impensable no recoger los hallazgos que nos ofrece el camino. Es necesario ser un buen malabarista, me advierten, incluso a veces un trilero. Y yo que soy torpe, os advierto: que aunque quiera abarcar mucho, nunca os será suficiente.
Es un carrera perdida, es un equilibrio imposible, pero al final, bañado en sudor, extenuado, en medio del estropicio, nuevamente sonrío, por otra vez haberlo intentado, por no rendirme ante lo imposible.

domingo, 19 de octubre de 2008

A todos ellos, de Princesa Inca


Te he descubierto Princesa, sin querer, arrastrando el domingo en las páginas del país. Me despertaron tus palabras, que ahora sé donde buscarlas, para cuando sea menester transcribirlas, copiarlas, contarlas, usarlas...
A todos ellos,
A los que se quedaron dormidos en el nunca,
a los que sueñan sus verdades y se las niegan,
a los que tienen mucho miedo,
y lloran por cualquier cosay se ocultan la cara de vergüenza.
A los tímidos, a los solos, a los raros,
a los que dudan y dudan y les llaman inmaduros, débiles.
A los que duermen en la fría cama del psiquiátrico,
a las madres que cogen la mano de su hijo ingresado,
os digo que no nos vendan verdades,
que la verdad no existe,
la verdad y la razón son creaciones del hombre
para doler, para medir.

Hay que luchar contra el silencio,
y la ignorancia, no somos enfermos.
Quién tiene la verdad absoluta, la realidad absoluta,
que la muestre, que la enseñe si puede,
es mentira, mentira, no existe.
A los que llevan cicatrices de haberse rajado las venas,
a los que consiguieron no rajárselas,
a los que les paraliza la angustia,
les paraliza para ser, amar, soñar,
a los que llaman vagos, idiotas, locos, débiles.
No escuchéis la voz de los que viven solo para tener
A los que, la ansiedad, les hace fumar dos paquetes diarios,
a los que no son sociables, ni aptos, ni lúcidos,
ni extrovertidos, ni empáticos, ni asertivos, ni normales,
a los que nunca superaran un test psicotécnico,
a los que llevan medicación en el bolso y el monedero vacío,
a los que ahora están atados a una cama y no nos oyen,
a los psiquiatras que abrazan a sus pacientes
y pidieron alguna vez consejo a un esquizofrénico,
A los que tenemos certificado de disminución
y leemos a Lorca y a Nietszche y lo que haga falta,
a los que no soportaron el túnel y se fueron para siempre,
a los que atravesamos cada día el túnel
agarrados aunque sea a las paredes negras,
a todos los que saben o quieren escucharnos,
y no se fían sólo de los manuales, libros, tesis,
estudios y estadísticas,
a los psicólogos que dan besos,
A los que hemos pasado ya el infierno y el cielo
y no queremos volver nunca más allí.
A los que roban dolor y devuelven sonrisas, dice Sabina.
Y sobretodo
a todas esas pupilas dilatadas de tanta químicaque miran aturdidas y absortas
pero tienen la luz más hermosa
"Que no existe la locura sino gente que sueña despierta"

martes, 7 de octubre de 2008

Esteremos muertos toda la eternidad

En pleno otoño caen como hojas todos los bancos donde nos esconden su dinero. Nuevo lunes negro. Y aparecen en todos los altares los mentirosos llamando a la tranquilidad. Dicen que nada ha cambiado. Nos convencen por la tele de que todo sigue igual, de que vale la pena defender sus cuentas, de que nos vayamos pronto a la cama para descansar y mañana bien temprano a trabajar. Pero miro mis bolsillos vacíos y sonrío. Pues no tengo nada. Nada que perder.
Es la bolsa la que gira. Es la bolsa la que cae. Yo mantengo firme la posición, que las noches de crisis siempre fueron frías, sólo necesito tu calor. Y desde lejos, nos llaman a apretarse el cinturón, ¿te suena la canción? Pero a mi que más me da que se desmoroné el Ibex, el Nikei o el Down Jones, si yo sé donde invertir mi tiempo, donde mover el cuerpo. Ahora estoy preparado, pues soy un copiloto con un master en caídas y cuento con expertos capaces de cagarla y reírse en el intento. Y cuento con tu mirada y con sus sonrisas. Y me río de sus nervios, porque son sus equilibrios y mentiras las que caen. Que mis sueños y tu sueños no se han roto, porque estamos aquí juntos. Estamos vivos, del bando de los vivos, de los que caminan y tropiezan al andar. Somos únicos, como el amanecer, como los copos, como el placer. Y sin prisas, tal vez mañana, debemos ponernos a correr, sacudirnos el polvo y las anclas que nos apartan del camino, porque el tiempo no se para, porque nos quedan cuatro días, porque somos lo único que importa. Y somos lo importante, somos los días que nos quedan, mirarnos a la cara, entregar el cuerpo y alma. Dale gas. Dejarnos la piel en el intento, comerte cada día, no guardar fuerzas por si acaso, no dejarnos nada, porque dentro de un momento, dentro de unos días, desapareceremos todos, calzando una sonrisa, y luego de nosotros llegarán muchos más, ocuparán nuestras casas y, como nosotros, se enamorarán. Gracias a nosotros, que seremos su ejemplo, se enamoraran. Y sobreviviremos, si les dejamos algo. No nos menospreciemos, pues los que vengan detrás contaran como vivimos todos los lunes como si fueran festivos, como al irnos no nos llevamos nada, los bolsillos vacíos, los corazones desgastados. Atrévete mi niña y dale gas. Ahora hay tiempo. Luego, estaremos muertos toda la eternidad.
Parafraseando a Facto de la Fe y las Flores Azules

domingo, 28 de septiembre de 2008

En el bosque oscuro, tu elefante blanco

Me alejas de las transitadas calles, me llevas más allá de donde perecen los adosados. Me adentras en el bosque. Me descubres centenarias piedras esculpidas. Me regalas un elefante blanco de granito tallado. Nos montamos en él. Descanso la tarde a la espalda del pétreo paquidermo, mientras tu sonrisa me lanza promesas que tu voz no se atreve a pronunciar.
Me llevas a tu casa. Pasamos del desconocimiento a la intimidad, sencillamente, como cuesta abajo. Yo anuncio tus deseos, anticipo lo que quieres, y tú, aunque te escondes un instante, devoras los frutos que te ofrezco.
Y ahora quieres más. Quieres que regrese una y otra vez a sacudir tu tiempo.
Si me adentro en tu bosque, me prometes delicados cuidados, un ejercito de animales mitológicos. Me ofreces pócimas mágicas con nombres latinos que sólo tu conoces, ausencia de límites en la experimentación, todos los caminos francos, tu cuerpo y tu piel.
Y yo, como un niño, no me atrevo alejarme del haz de luz que desprende la última farola de la última fila de adosados. Temo adentrarme en tu bosque. Me da vértigo el abismo que me propones: abandonar mi urbanizada civilización, marcar tu piel con la huella de mis dientes y, salvajemente, obligarte a gritar que eres mía.
Foto: Tree de McGinley

lunes, 22 de septiembre de 2008

Ícaro regresa de la Luna

Martes 13 de junio de 1519, castillo de Clos Lucé, maese Leonardo recibe a Ícaro Cavalcanti, el primer explorador celeste, que regresa de su insólito viaje a la Luna triste y abatido, bordeando el llanto. El genio recoge en su abrazo al gigantesco explorador a punto de quebrarse. No comprende nada, tanto su hombre como su ingenio han regresado increíblemente intactos de su viaje imposible.Ícaro intenta justificar su desamparo: "Maestro, la luna es un desierto, no hay selenitas manejando los hilos de nuestros sueños, no se guardan en sus cráteres los relatos de los caminos no andados, no se reflejan en sus aguas las imágenes de los amores no correspondidos, no brotan de sus manantiales los versos que transcriben las plumas inspiradas de los poetas. Nada, maestro, nada. Sólo árida roca incapaz de ingeniar mentira alguna, ningún secreto en su cara oculta. Ausencia total de fantasía, ni reflejo de amor. Maese yo no puedo contar que en la luna no hay más que fría y dura piedra a las gentes que sólo esperan historias fabulosas que llenen sus ensueños. Maese, mi gloria, mi fama no puede elevarse sobre el asesinato de todo lo que hoy consideramos hermoso y romántico. No hay heroicidad alguna en mi relato. Por favor, ocultemos mi regreso, quememos la nave, guardemos bajo mil llaves los planos. Maese, le ruego por lo que considere más elevado, olvide por esta vez la dictadura que le impone la fría verdad que día a día avanza sin remedio, retardemos el destierro de la imaginación”.Las lágrimas del intrépido debilitan la voluntad del anciano. No alcanzó jamás en sus vuelos Ícaro ni Sol, ni Luna.
Imagen: Moebius

lunes, 15 de septiembre de 2008

Carmilla

Luna llena. Nuevamente impones tu presencia en mitad de la noche, sin avisar. No recuerdo cuando obtuviste mi llave. Debes entrar violentando alguna de mis ventanas. Sin mediar palabra, te cuelas en mi lecho, destierras mis sueños y exiges su trono. Tu hipnótica mirada expresa claramente tus deseos. No hace falta mediar palabra. Sé claramente lo que te has venido a llevar. Mi voluntad quebrada te obedece. Mi cuerpo responde a tus órdenes. Sé que desprecias mis virtudes, que vienes exigiendo lo peor que hay en mi. Sé que si intento ser dulce me despreciarás y harás que me desprecie. Sé que si me resisto igual me arrancarás lo que me has hecho creer que es tuyo. No sé definir los sonidos que nublan mis oídos y me hacen correr hacia el abismo: si gimes o si gruñes, si jadeas o me gritas. No comprendo tu idioma arcano, pero obedezco todas tus instrucciones. Sé que no tienes suficiente con mis buenos pasos y ciego te sigo por el camino oscuro. Te deleitas en las cosas que a las demás mujeres repugnan. Conozco tu cuerpo. Sin querer, infrinjo dolor a otro ser. Me conduces por la vereda de la parte de atrás. Me has dejado claro el elevado precio del umbral de placer que sólo tú me ofreces cruzar. Tu pasión lacera mi piel. Mis manos se crispan antes de morir exhausto. La esencia de mi ser mancha tu sonrisa. Aún no te has saciado. La guerra no ha terminado. Quizás hoy no, pero nuevamente sangraran las heridas que me infliges.

viernes, 12 de septiembre de 2008

Tiempo galápago

Leo en El periódico la insólita historia de “George el Solitario”, la única tortuga que resta en este mundo de la subespecie Geochelone nigra abingdonii, y de su despertar a los placeres de la carne. George fue obligado por sus cuidadores a convivir con dos atractivas hembras de la especie más próxima desde 1993 con la finalidad científica de perpetuar, en la medida de lo posible, su especie. Pero George un ejemplar maduro de 105 años, no colaboraba, o no tenía prisa, o sabía muy bien lo que quería, y a pesar de que nadie sabe cuanto tiempo vagaba sólo, sin pareja, por su islote, no renunciaba a sus sueños, no se refugiaba en sucedáneos. El Solitario ha sido un macho difícil de enamorar o difícil de vencer. Y, optimista, ha tardado 15 años en asumir la derrota: nunca iba a volver su amada, o la imagen de su amada y ha empezado a dejarse querer. 16 huevos se han encontrado fruto de sus encuentros promiscuos con las jóvenes hembras con las que comparte departamento esta semana. Todos los científicos son felices, creen poder recuperar la especie. Pero la mirada del galápago continua triste, sabe que al despertar, después del fragor de la pasión, le asalta la melancolía de la que no puede escapar, pues, como yo, las tortugas se mueven lento ¿Cuánto tiempo aguanta un humano los envites de las jóvenes en ausencia de la amada? Llámame George.

domingo, 7 de septiembre de 2008

Sobrevuélame

Tu cometa ya había sobrevolado mi cielo con anterioridad. Pero no pude verte, estaba nublado. Yo estaba nublado. Ahora, con cadencia matemática, retornas sobre mi cielo nítido. Me prendo de tu cola. Me coges de tu mano. Te sigo. Alrededor de la cena, cuentas de la primera vez que nos vimos. Y me sorprende la nitidez de tu recuerdo. ¿Cómo puedes acordarte de lo que dije? Sonríes. Te sonrojas. Es evidente. Has pensado en ello más de lo aconsejado. Yo ya no soy el mismo –te advierto- todo a mi alrededor ha cambiado. Niegas con la cabeza. “Déjame que te busque la diferencias” me dices mientras apresas mis manos sobre la mesa. Muerdes las puntas de mis diez dedos y antes que me pueda dar cuenta, me arrastras calle abajo, me muestras el vuelo de tu falda y yo a él me engarzo. A la vuelta de una esquina, abres una puerta con una llave y me encierras. No sé más nada. Pasa el tiempo. Vuelo entre el polvo estelar de la cola de tu cometa, veo bajo mis pies todos los planetas. Y cuando despierto lo único que veo es tu espalda desapareciendo en el control de pasaportes del aeropuerto y yo con la boca abierta, haciendo cuentas con los dedos, intentando descifrar la ecuación que estima tu frecuencia de paso por mi espacio aéreo.

viernes, 5 de septiembre de 2008

La paralisis ante la abundancia

Quizás sean mis orígenes humildes o mi cadencia por lo sencillo o mi falta de hábito, pero lo cierto es que la sobreabundancia me paraliza: Detesto los grandes almacenes saturados de productos, reclamos y consumidores ávidos. Me pierdo en las cartas sin fin de algunos restaurantes y busco la calidez de aquellos otros que sólo nos dan a elegir entre tres platos bien cuidados. Pierdo el apetito caprichoso ante filas inacabables de diferentes galletas que no se diferencian en nada. El exceso de oferta me apabulla. Necesito más intimidad. Aislarme ante la tentación. Temo que no podré conocerte en medio de las fiestas, cuando todo el mundo reclama mi atención y todas las chicas me sonrien. Llévame pues a un rincón, aíslame de tanto ruido, clávame en el suelo y cuéntame despacio tu receta, pues yo nunca tengo prisa.
Fotografía: Domingo + AnaElenaPena

sábado, 30 de agosto de 2008

El dilema del picaflor

A menudo he sido acusado de un exceso de interés por las mujeres: “Toni, te gustan demasiado las mujeres” ¿Cómo me pueden gustar más de la cuenta?
No me gustan todas las mujeres.
No me gustan todas las mujeres a la vez.
Naturalmente me gustan más de una en cada momento. Aunque renuncio a conocer a muchas al mismo tiempo, porque como me gustan tanto, sólo una ya entretiene todo mi interés.
Y no imagino como a esta afición ponerle freno, ni como ponerle puertas al campo.
Es cierto que entre las desconocidas que se cruzan conmigo sobre la vía pública el número es elevado. No sólo porque la ciudad sea densa y bien surtida de fascinantes hembras de belleza tan rotunda que a su paso tuercen el cuello a todo hombre aún vivo. No porque mi juicio sea en exceso benévolo, sino porque mi sensibilidad bien entrenada también reconoce, recoge y suma todas las humildes bellezas erguidas sobre detalles pequeños, ligeras líneas o tímidas sonrisas que acaudalan mujeres cualquiera.
En las distancias más cortas, mantenerme convencido de sus bellezas es más complicado. En el tete a tete, el físico se devalúa y pierde importancia. El atractivo se compone de miles de caleidoscópicos y contradictorios matices. A mi me gustan descaradas, temerarias, delirantes, lúdicas, retadoras, combativas, pizpiretas, habladoras, intensas, profundas, soñadoras o pragmáticas...
Aún así es cierto que me faltan dedos para contar todas las que me gustan. Lo reconozco, soy culpable: un polígamo imaginario. Pero, mientras deambulo solo, sólo pienso en ti y me estremezco, pienso en ella y me despisto, me recuerdo de la otra y me deleito; pues libre soy de caminar en círculos, de ir de aquí para allá, sin avanzar un metro, siguiendo la malfamada estrategia del picaflor: libando de todas las flores abiertas, sobrevolando, extasiado, la belleza.
Y, cuando me deslumbre tu sonrisa, acabaré, como la polilla, atrapado por tu luz, con mis alas chamuscadas, enamorado y casi ciego aplastado contra tus brazos.

jueves, 21 de agosto de 2008

Firme opinión

Toda la vida que queda me la pasaré buscando una razón para ser como soy: cabecita melón, oído zapato, siempre estropeando esta canción.
Toda la vida que resta estaré buceando a libre pulmón por lo profundo de mi mente, muchos peces, alguna sardina, plena introspección.
Toda la vida que queda perseguiré mi modesta visión de la perfección, mi utopía chiquita, mi cómoda morada: Viva la revolución.
Toda la vida que resta echaré más leña al fuego de la ciega pasión, viva la combustión, y cuando no arda la llama, por defecto, un buen revolcón.
Toda la vida que queda me dejaré fluir, zen de salón, que me arrastren las olas, que me lleve el viento, como a una veleta que señala siempre la misma dirección.
Toda la vida que resta, mantendré está posición. Toda la vida que queda, pensaré lo mismo, con igual tesón. Toda la vida que resta, inquebrantable, sin rendición. Y a partir de mañana, quizás, una nueva opinión.

lunes, 18 de agosto de 2008

Welcome Home

Fin de trayecto. Regreso a casa con los ojos verdes, azules y grises. Bosques nórdicos, cielos azules, asfalto gris. Mojado hasta los huesos. Las piernas castigadas. Satisfecho de haber alimentado a la mitad de los mosquitos de Finlandia. Renos que casi se pueden tocar con las manos, el círculo polar ártico y toda el agua de los 1.000 lagos. Satisfecho del esfuerzo. Asombrado de los recursos que guardaba, sin saberlo, en el armario. Las rodillas aún temblando. Feliz y cansado. Ya no son nada los cientos de kilómetros recorridos. Todos caben en mis recuerdos. Descansa mi bicicleta con las ruedas deshinchadas. Duermo todo el cansancio. Pero ya sueño... con volver a llevar el viento a la espalda, con atravesar lentamente otro lugar remoto.

jueves, 31 de julio de 2008

Rodar y rodar

Ya están llenas las alforjas, hinchadas las ruedas, engrasada la máquina, tensos los nervios. Enseguida empieza el camino. Un lugar del que no sabemos nada: bosques y lagos. Deborar lentamente los kilómetros. Saborear el paisaje para llenarnos de otras cosas. Atrás dejaremos cientos de lugares. Y a la vuelta te contaré todas las anécdotas recogidas. Todo irá rodado, como cuesta abajo.

martes, 29 de julio de 2008

Confederación de inquietos

Ruido. Mucha gente entrando y saliendo. Cada vez más gente asomando la cabeza fuera de su agujero. Cientos intentando parecer interesantes. Ejercicios de marketing personal. Penitentes deambulando en procesión, cerveza en mano, por si Dios los cría y también los junta. Hambre de formar parte de algo, de estar en todo, de no perderse nà. Miedo a una sobreexposición a la gente. Hipocresía contenida: yo estoy aquí pero no busco nada, no deseo nada. Master class actuaral: cómo nadar y guardar la intimidad. Miradas que se cruzan, miradas que se reflejan, miradas que se identifican, miradas que se repelen. Y a dónde nos lleva todo esto. Para pescar en aguas revueltas, ¿morralla o delicatessens?
Otra lectura. Universo paralelo, donde llegan poco a poco los exploradores, cada un por su camino. Base para los inquietos. Lugar de reunión de inconformistas que sacuden a la mala suerte. Reunión en la arena para ver los toros ignorando las barreras.
Hambriento, emigra, ven al ombligo del mundo, pozo de imaginación, donde no se cumplen las reglas que aún estamos inventando. Las puertas están abiertas y puedes hacerle un hueco a tu culo inquieto.
Y entre tantos, sin temor a equivocarme, consciente de que me equivocaré, aviento la cosecha para separar poco a poco el grano de las ganas. Para darme a los pocos, porque dándome tanto como me doy, no hay para todos.

sábado, 26 de julio de 2008

250 gramos de felicidad

En el desconcertante trasiego, sin venir a cuento, te encuentro. Colisiono contigo y me prendo a tu sonrisa. Y como el viento sopla de popa, todo aparenta ir bien. Despacio. Sin sentido alguno. Sin metas en el horizonte que comprometan los resultados. Me frecuentas. Te impacientas cuando pasan las horas y no me ves. Me llamas a deshoras, simplemente para que escuche, oculto entre frases sin sentido, el timbre ilusionado de tu voz.
Hasta que el infortunio entra en escena: Dices que no te atreves a decir unas palabras que quieren escapar a gritos de tu boca y yo, consciente de lo que me requieres, no contesto. A partir de entonces, te llamo y no respondes.
Debo decirte, ahora, que las cuatro mañanas que me has regalado, cuando te marchabas me dolían los labios. Debo confesarte que ese dulce dolor todo el día me ha acompañado. Que mis labios recordaban la intensidad de tus abrazos, la violencia de tus risas, los fogonazos que acompañan tus besos disparados.
Debo contarte que sólo recuerdo tu mirada ávida de mi, la simbiosis que buscaba tu breve ser sobre mi piel, el olor de tu cuerpo desatado, tus pocas ganas de dormir y lo que te costaba mantener dentro de ti unas palabras evidentes que no me querías decir. Sabes que estoy perplejo. Te lo he intentado decir. No puedo entender porque no quieres venir a jugar conmigo hasta romper la baraja. Ahora no estás. No estarás. Ahora sólo queda el hueco de tu sonrisa, las horas no dormidas, tu chocolate derretido y 250 gramos de felicidad que compraste para mi y aún no hemos devorado.

miércoles, 16 de julio de 2008

Creo que me caes bien

De improviso, un nuevo ataque masivo de besos bombardea mi ser. Su cuerpo chiquito se adhiere a mi piel. Sus dientes atenazan mi oreja. Entre dientes, me amenaza: “ahora no me puedo dormir, has visto como me has puesto”. Y sé que veré rayar el alba.
Juega a decirme que no. Finge, de este negocio, no saber nada. Se despista, me entretiene. Mas inocencia que malicia. Entre sus manos, me tiene. Sujeta mis muñecas, su movimiento, detiene. Me mira a los ojos, fijo. “Creo que me caes bien” grita mientras me cabalga. No esconde su alegría. Me sonrojo. Intento silenciar entre mis labios su alboroto. Los vecinos despiertan sobresaltados. Y no entiendo porque extraño mecanismo todavía aguanto. Me deleito extendiendo su temblores sobre el tiempo. Me abandono a su insomnio. Rindo al sueño mi cuerpo... Y ya muerto, son sacudidos mis despojos por una nueva ráfaga de besos que ametrallan mi ser. “No me dormiré” Miente, antes de cerrar los ojos.
Canta el despertador y casi me despierto. Reconozco su cuerpo adherido a mi piel. Entreabro los ojos. Cómo diantres metes tanta sonrisa en un cuerpo tan pequeño, me pregunto. Creo que me caes bien... pienso.

martes, 15 de julio de 2008

domingo, 13 de julio de 2008

La respuesta está en el aire

Busco señales en las sonrisas de los niños que corretean por los parques. Encuentro indicios en los besos descarados con los que entretienen las tardes los adolescentes. Sé que algo oculto cuentan las parábolas que trazan las esferas lanzadas al aire por personas cargadas de recuerdos en su juego de petanca. Estoy seguro de que el secreto late bajo las arrugas de las abuelas que se peinan para el baile. Es evidente en la piel bronceada que descubren las muchachas que atraviesan con cadencia mi mirada. La respuesta está en el aire que suaviza estas tardes de verano y despeina mi sentidos. Pero las palabras que se cruzan por mi mente persiguiendo trayectorías imposibles, aún no hilvanan la respuesta.
Mírame a los ojos, no parpadees, que en la profundo de los tuyos se rotula la evidencia que me falta.

lunes, 7 de julio de 2008

Inmigrantes, de Dubravka Ugresic.

Nos asentamos en las afueras de las ciudades. Elegimos los suburbios porque es la manera más fácil de, llegado el día, recoger de nuevo la tienda de campaña y continuar el viaje adentrándonos más y más en el oeste, para llegar al este más lejano. Vivimos en colmenas grises de construcción barata, en barrios grises que se alzan alrededor del centro de la ciudad, como llaves que cuelgan en el aro enganchado en el cinturón del señor del castillo. Algunos los llaman guetos.
Todos nuestros barrios son iguales. Se reconocen por los platos metálicos de las antenas parabólicas de televisión que asoman de nuestros balcones. Con esas prolongaciones metálicas auscultamos cada día el pulso de nuestras patrias abandonadas. Somos unos perdedores, conectados para siempre a la megacirculación sanguínea de la tierra que con odio hemos dejado. Ellos, a diferencia de nosotros, no tienen antenas. Ellos tienen perros. Perro que al atardecer salen a los balcones y envían mensajes a otros con un ladrido. El ladrido choca con los edificios de hormigón como una pelota de ping-pong. Enloquecidos por el eco, los perros ladran más alto.
Nosotros tenemos niños. Nos multiplicamos peligrosamente. Se dice que las hembras de los canguros llevan a la zaga a un cachorro, otro va metido en la bolsa, el tercero en el vientre, dispuesto a salir a la luz en cualquier momento, y el cuarto, un óvulo recién fecundado, ya está a la espera para ocupar su sitio. Llevan detrás mucho niños.. Nuestros niños tienen la nuca plana, la piel morena, el pelo oscuro y los ojos negros de pupilas inmóviles como muñecos. Nuestros hijos son clones: los niños son hombrecitos, copias de sus padres, las niñas son mujercitas, copias de sus madres.
Traemos la comida de Basis, Aldi, Lidl, Dirk van de Broek. Allí compramos todo, compramos barato, al por mayor y a granel. A diferencia de las suyas, nuestras tiendan están sucias. En ellas compramos carne que flota en grandes barriles de plástico con agua sanguinolenta salda. Nuestras pescaderías apestan a pescado, nuestras carnicerías a sangre. Nosotros tentamos, manoseamos, revolvemos, husmeamos, palpamos, catamos, compramos, regateamos, acarreamos y cargamos; toda nuestra vida gira en torno al bazar.
Nuestros barrios recuerdan oasis y satisfacen nuestras necesidades. Cuentan con guarderías y colegios para nuestros hijos, oficinas de correos, autoescuela, gasolinera, locutorio telefónico, desde donde llamamos por un módico precio a los nuestros, tintorería, lavandería, peluquería en la que los nuestros cortan el pelo a los nuestros, coffe-shop en el que nuestros jóvenes compran hachís, Turkse Pizza delante de la cual se reúnen nuestros hijos, nuestro templo y dos o tres tabernas que frecuentas nuestros hombres. También hay tabernas suyas. Es su territorio. Nuestras zonas están separadas. Salvo por error, los turistas jamás visitan nuestros barrios. Tampoco la gente de los canales, los ricos, vienen por aquí, no tienen, según dicen, el visado low-life y, de todos modos, qué iban a hacer aquí, donde no hay nada salva nosotros. A nosotros rara vez se no puede ver en el centro de la ciudad. Nos quedamos en nuestra zona, en ella nos sentimos seguros, aquí somos nosotros y estamos entre los nuestros.
Somos bárbaros, el doble fondo de esta sociedad perfecta, la higa en el bolsillo, el payaso en la caja sorpresa, una mueca fea, un mundo paralelo, somos un submundo. Pisamos la mierda de los perros y de los hombres, por la mañana temprano y por la noche tarde nos cruzamos con las ratas. En nuestra zona, el viento siempre hacer revolotear basura: bolsas de plástico, restos de patatas fritas, envoltorios de chicles, de los Mars, kit-kat y snickers que devoran nuestros hijos. Por la mañana temprano, las gaviotas apuran con glotonería las migajas de comida que hemos dejado, y las urracas, con sus vigorosos picos, agujerean las cajas tiradas con trozos de pizza turca.
Nuestros jóvenes son salvajes, huraños y coléricos. Por la noche se reúnen en los espacios de cemento desiertos, como una manada de cachorros, y allí hacen el loco hasta muy tarde. Se persiguen unos a otros por los terrenos de juego vacíos, se columpian en los columpios, aúllan, saltan, arranca los auriculares de las cabinas de teléfono, rompen los cristales de los coches, roban los que encuentran. Sueltan gritos de gaviotas que chocan con los muros de hormigón como pelotas de ping-pong. Por la noche, nuestros jóvenes juegan a fútbol con latas vacías, y el ruido resuena como una ráfaga de ametralladora. Montan en moto frenéticamente por el barrio solitario. La noche es suya. Nosotros temblamos, nos ocultamos como ratones, sus gritos hielan la sangre en nuestras venas. La policía jamás se pasea por nuestra zonas, permite que los gritos de nuestros hijos nos abrasen como el ácido. Nuestros jóvenes son rápidos con la navaja, la navaja es una prolongación de su mano. Son campeones del escupitajo. Con los lapos marcan su territorio, como los perros con la orina. Y siempre van juntos en manada, como los perros en los pueblos.
Nuestras hijas son silenciosas. Las cabezas veladas, los ojos bajos, en sus rostros se lee la incomodidad que les produce existir. Se deslizan por la ciudad como sombras. Cuando se las encuentra uno en el tranvía es fácil verlas sentadas, contritas, sosteniendo en las manos libros de oración y mascando en la boca palabras santas como si fueran pipas. Se bajan deprisa, se escabullen del tranvía, no miran ni a izquierda ni a derecha. Caminan mientras rumian lo que acaban de leer: mueven los labios con gracia, como los camellos.
Nuestros hombres de caras ceñudas se reúnen alrededor de las mezquitas de hormigón de cúpulas turquesa que semejan más una guardería que templos. Pasan el verano en cuclillas apoyados en la pared de la mezquita, se rascan la espalda con sus muros, imaginan que consiguen un poco de sombra aunque no hay sol. Se revuelven, se olfatean unos a otros, forman círculos absurdos en torno a la mezquita, pasean con las manos en la espalda, se quedan de pie, brincan, patalen en el sitio, se dan palmadas mutuamente en señal de saludo se abrazan cuando se separan. Durante las festividades religiosas, cuando en la mezquita no hay sitio suficiente, se arrodillan en el exterior, en el asfalto, con la cabeza vuelta hacia el este. Nuestros hombres se pasan el día entero royendo su templo, como los perros un hueso.
(...)
Somos bárbaros. No tenemos escritura, dejamos nuestras firmas en el viento. Emitimos sonidos. Firmamos con un grito, con una voz, un aullido, un escupitajo. Así marcamos nuestro territorio. Con los dedos tamborileamos sobre todo lo que tocamos, los cubos de basura, los cristales, los canalones, al tamborilear divulgamos nuestra existencia. Nosotros alborotamos, nuestro alboroto es doloroso como un dolor de muelas. Cantamos tristemente en las bodas y plañimos en los entierros, y entonces, como ráfagas, se estrellan contra las fachadas de hormigón las voces guturales de nuestras mujeres. Rompemos los cristales, producimos estruendo, los buscapiés son nuestro entretenimiento favorito. El sonido nuestra escritura, el ruido que hacemos es la única prueba de que existimos, el estallido el único rastro que dejamos. Somos como perros, ladramos y lanzamos nuestros ladridos al cielo bajo y gris que presiona nuestras nucas.
Dubravka Ugresic: El ministerio del dolor

domingo, 29 de junio de 2008

Final de curso

Llegar hasta aquí, por este camino.
Justo hasta este punto concreto, girando aquellas esquinas, cobrándome este tiempo.
Ni ha sido fácil, ni ha sido difícil.
No es un logro. No tiene más mérito. Ha sido mi vida.
Ni buena, ni mala. Difícil sería juzgarlo, por ser la única que he vivido.
Y no cuento los años pasados, ni las medallas colgadas, ni los fracasos.
Sólo puedo ver que he llegado hasta aquí,
firme sobre mis zapatos,
con la mirada aún pura como la estrené,
con la lágrima fácil y las manos inquietas,
con el corazón hambriento y la sonrisa presta,
con el ánimo... con el ánimo hoy tranquilo.
Y con las cicatrices cosechadas, ahora tejo las historias que te entretienen y calientan las veladas.
Funambulista, me mezo sin miedo sobre el abismo que nos une.
Mirando atrás, cuando es necesario coger fuerzas, recordar de donde vengo, veros a todos vosotros, tomar impulso.
Mirando alrededor de continuo, para meter presente en mis venas.
Mirando abajo para sentir el vértigo todos los días.
Pero siempre con la mirada clavada en la pequeña utopía que me enseño a caminar y que aún persigo, ¿quién sabe donde me llevará?
Hoy, ahora, una frontera más, un nuevo mojón kilométrico queda atrás. Más polvo del camino manchando mis pulmones. Más vida devorada. Y aún tanto hambre.
No sé lo que hice. No llevo la cuenta. No he hecho nada. Y, presiento hoy, que aún me queda tanto por hacer. Que no se cierra el camino a mis ganas de caminar.
Dejad, que ahora que no véis, levante la copa a mi salud.

sábado, 21 de junio de 2008

Se hacia donde camina el verano

Sé hacia donde camina el verano. Ahora conozco el secreto. He escuchado donde acariciarán más dulce los rayos de sol la piel, en que lugar se extenderán más perezosos los días, de que terrazas no querrán marchar los amigos mientras duré la fresca.
Donde estarán las noches más cortas, donde las playas vacías con el agua más fresca, donde sumergirme entre los peces contigo. En que paredes rebotarán nuestras carcajadas. De que árboles colgarán los limones que saciarán nuestra sed. Sé en que esquina del paisaje revolotea la brisa que despeinará tu melena. En que claro del bosque cantan las canciones que necesito escuchar. Sé donde el sol no se pone, donde no se enfría.
Ahora sé hacia donde camina el verano, porque senderos baja, que esquinas tuerce, hacia donde se mueve, donde piensa pasar sus próximas noches, por donde se aleja.
Sé hacia donde camina el verano y corro tras él, para que le dé tiempo a tostar mi piel o a calentar mi ser, para que no se acabe la fiesta, y por donde paso, más gente corren tras él.
Fotografía: Ryan McGinley

domingo, 15 de junio de 2008

Tu vida en 10 km

La Northeastern University de Boston ha cartografiado los movimientos que realizan diariamente 100.000 personas usuarios de teléfonos móviles que fueron seleccionados al azar entre una muestra de más de seis millones de personas. Cada vez que realizaban una llamada se localizó su posición, y tras seis meses de seguimiento, pudieron dibujar las pautas de movimiento de cada una de ellas.
(http://movilidadyurbanismo.blogspot.com/)
Los resultados de la investigación quizás te parezcan sorprendentes: A pesar de que el mundo se hace más pequeño cada día, a pesar de la globalización, a pesar de las ansias de viajar de todos los humanos, las personas tienen vidas diarias sencillas, un territorio finito y recorren los mismos sitios una y otra vez, sin salir, en la mayoría de los casos, de un área aproximada de 10 kilómetros. Incluso en las metrópolis llenas de commuters, como Chicago, no nos escapamos de la escala humana. Aunque nos consideremos ciudadanos del mundo y exijamos, como yo, una única nacionalidad planetaria, nuestro viejo barrio es chiquito.
Quizás nos podríamos quitar la máscara, dejar de aparentar ejecutivos agresivos, pasar de hablar siempre de los viajes que ocupan un uno por ciento de nuestra vida. O quizás podriamos abandonar el coche y desplazarnos de un lado a otro en bici; es posible que en el día nos diera tiempo para hacer menos cosas, no llegaríamos a todos los lugares, pero quien quiere tener la agenda saturada de compromisos para la empresa, quizás ganaríamos el camino, tiempo propio y la escala humana. Ahora vuelvo a saber que el meu país és tan petit; que mi vida abarca tan sólo 10 km a la redonda, pero, si por equivocación, entras en ellos llegaré hasta ti.

jueves, 12 de junio de 2008

Lo queremos todo...Ahora! de Accidents Polipoètics

Lo queremos todo...
¡Ahora!
Queremos la luna. Y un camión de perdices. Y casas con piscina. Y un jamón. Y un mueble-bar abarrotado. Y un cocodrilo que diga pío en tres idiomas. Y que nos caiga bien el traje. Y tener siempre razón, y que nadie nos discuta. Y sueños que se cumplan y boletos con premio. Y compañía agradable en la ducha y fuera de la ducha.
Y lo queremos todo…
¡Ahora!
Que dure todo el tiempo la alegría, como una eterna mañana de Reyes. Y que esté todo envuelto en celofán de vivos colores y cintas azules. Queremos que nos canten y nos bailen; que nos cuiden y nos mezan. Queremos que nos quieran en todas partes, hasta que escueza. Puestas de sol de las de película. Y vacaciones caras. Y orquesta.
Y lo queremos todo…
¡Ahora!
Sin costes adicionales ni letra pequeña, ni firmas ilegibles en las esquinas. Sin seguros de vida ni sucursales. Ni cadenas humanas por la paz o por la guerra. Ni gestos de foto. Ni planes quinquenales. Ni generosas ayudas del gobierno. Y no queremos un poco, ni un anticipo, ni un tanto por ciento. Ni la entrada hoy y el resto en cómodos plazos. Ni llámame mañana. Ni luego ya veremos. No tenemos paciencia, ni falta que nos hace. Ni luego volveremos.
Porque lo queremos todo…
¡Ahora!
Y no tenemos ganas, ni tiempo, ni energía, ni fuerzas, ni maldita la gracia que nos hace que nos digan, que hay que estudiarlo, que igual mañana, que son dos días. Que quizás eso lo saben en otra ventanilla. Que para ganar hay que jugar. Y a quien madruga, Dios le ayuda. ¡Y tú madrugas, y Dios sigue durmiendo hasta entrado el mediodía! Así pues, lo hemos decidido.
Y lo queremos todo…
¡Ahora!

martes, 10 de junio de 2008

Limitaciones de vocabulario


Los inuits distinguen entre más de cien clases diferentes de nieve y tienen un nombre distinto para cada una de ellas. Cuando todo a tu alrededor está helado, prestar atención, fijarse en los detalles, distinguir entre las pequeñas diferencias es la única manera de trazar un camino, un mapa en el hielo. Cuándo no hay otras señales es vital conocer el nombre de los distintos tipos de nieve, porque permite explicarle al otro el camino a seguir para llegar hasta ti, donde girar, que atravesar, por donde pasar; porque permite seguir las instrucciones recibidas para llegar hasta allí, donde está él, sin perderte en la inmensidad de la nada helada.
Es extraño, muy extraño, que no tengamos docenas de palabras diferentes para explicar el amor que sentimos. Cuándo hay tantos matices entre el que sentimos una vez, ayer, por ejemplo, y el que sentimos ahora. Hablo de amor, no de amistad ni de cariño.
El diccionario me da sólo los siguientes sinónimos: amar, querer, adorar, apasionarse, y yo descarto, de entre los servidos por la real academia, encariñarse, interesarse, apegarse, porque esas son otras cosas.
Me parecen muy pocas palabras para explicar lo que siento. Pocas palabras. Palabras en desuso, mal utilizadas o poco empleadas. Nos da alergia hablar del amor. Quizás todos nuestros problemas vengan por la falta de vocabulario, por nuestra mudez, por nuestra afonía. No es qué no sepa explicar siento, es que no tengo las herramientas necesarias, no tengo las palabras adecuadas. Cuanto mejor sería tener una palabra para el deseo que nos arrebata pero no nos alimenta la tranquilidad, para el amor que vemos que durará el tiempo en que estalla un cohete y nos abrasa con su luz, para el amor diesel que calienta la sangre muy poco a poco pero que rellena las tardes...
Quizás esta ausencia de vocabulario no es más que la justificación de la poesía, de la novela, de mi vida. ¿Por qué no puedo mirarte y decirte cosas precisas que expliquen los sentimientos que bullen en mi? ¿Por qué aún no te conozco? tan parca en palabras

lunes, 9 de junio de 2008

Bicicletas combativas

Como siempre me muevo perseguido por la prisa y despistado, así que no debe de sorprender que al intentar cruzar ensimismado la calle me sorprendiera un pelotón de ciclistas cruzando delante de mi, a un palmo de mis narices y totalmente desnudos. Poco habitual, pensé. Y al observarlos dos veces, pude averiguar que protestaban, se manifestaban por una ciudad más amable, más lenta, más tranquila, donde los todopoderosos automóviles respecten a los frágiles ciclistas: Nos desnudamos para hacernos visibles, decían. Porque nuestro cuerpo está en peligro todos los días.
Debo dar las gracias a mis intrépidos compañeros. Por su temeridad, por su incómoda protesta: Cualquiera puede imaginar que ir en bicicleta desnudo es incomodísimo, un sacrificio, un gesto doloroso de protesta. Minoritario era el pelotón, contaba sólo con los más concienciados. Yo no estaba entre ellos. No me había enterado, a pesar de que circulo todos los días por la ciudad en bicicleta, aunque un poco más arropado, más vestido: mucho en invierno, poco y sudando en verano.
Debo darles las gracias a los valientes compañeros, por arrancarme una sonrisa en medio de mis prisas. Gracias, porque de repente, atravesando la urbe contaminada, el duro hormigón, aparecieron gráciles vuestros cuerpos desnudos y mudaron el espacio, para bañarlo de piel, humanidad y color. Pareció, por un instante, que era posible una ciudad mejor.

martes, 3 de junio de 2008

Celebración de las musarañas

Después de tanta lluvia y tanto frío, por fin en Barcelona luce el Sol. Hace calor, mucho calor, los bichos asoman de sus agujeros y dan volteretas por los rincones. Me vuelven a picar los mosquitos, me marean los moscones. Dame más vida, ponme más repelente.
Por San Muchomucho Que calor! Que sofoco! Enciende el ventilador, entra conmigo en el túnel del viento, antes que la cucaracha ya no pueda caminar. Ya vuelve a cantar la cigarra cosas sobre la Parrala sí, la parrala no; i el cargol li posa les banyes a la caracola, que flojito me susurra el mar.
Sudo a goterones, en el sur indundaciones. Se levanta la alerta de sequía, abro la ducha fría y nadan los bichos en los charcos que dejo por el suelo, practicando con su mariposa. Mucho, mucho calor, me oxido, me deshidrato, ven, por favor, a darme de beber un rato, que sólo los besos sacian mi sed de hambriento.
Para olvidarme de ti, que sofoco, le ato a los bichos el nudo de los zapatos, le busco de nuevo los tres pies a mi gato, recojo la sartén por el mango. Todo y nada para pasar el rato. Hilo disparates, respiro en lo hondo, sacudo la lana de mi colchón, cuento hasta cien, bronceo mi piel, agarro por los cuernos a los bichos que me miran raro y, te lo juro, el 40 de mayo quemo mi sayo. Que a la vuelta de la esquina asoma su dorada melena la luz del verano.

sábado, 31 de mayo de 2008

Aburrido de esperar, de Marc Parrot

Soy un barco en el desierto
Soy el plomo en el mar
Soy la paja en el ojo
Soy la pólvora en remojo
Soy el viento que no sopla
Soy el que sopla en el bar
Soy el que viene a la iglesia
para verte comulgar
Soy la cabeza pensante
Soy el pienso de animal
Soy el que no duerme nunca
y el que no se deja en paz
Soy el que anda por las calles
y no sabe a dónde va
Soy el que caza moscas,
aburrido de esperar

Más solo que un loco
paso los días esperando por ti
Acabaré más loco que solo
si no vuelves a por mí

Soy el que busca algún signo
y persigue una señal
el que atiende a sus instintos
de andarse por las ramas
el que nada con los sapos
y salta con las ranas
el que bebe por las tardes
y miente en sus hazañas

Más solo que un loco
paso los días esperando por ti
Acabaré más loco que solo
si no vuelves a por mí

lunes, 26 de mayo de 2008

Enormes cambios en los proximos minutos

Tener paciencia no hace que el tiempo pase más rápido, ni que los acontecimientos se precipiten. Nada cambia la suerte. Ni leer los horóscopos de todos los diarios evitará que vuelva a salir cruz en mi moneda. Tampoco hoy, nada para mi caída. Ningún cambio respecto ayer. Ninguna nueva razón para estar triste, ninguna para dejarlo de estar. Maldita inercia.
Con entereza y algunos trucos mal ejecutados puedo esquivar torpemente las crisis de ansiedad. De naturaleza salvaje e inconformista no he aprendido a conformarme con la vida de los días laborables: ida y vuelta al trabajo, sin nada más. No consigo domesticar a mis fieros anhelos que roen por dentro mis entrañas. Cuidado lobo con la vida, muerde, ama, mata.
Ludópata adicto a los festivos, apuesto alto con cualquier mano, no importan las cartas. Siempre intenté ganar, más ahora que no me de tanto miedo perder y vivo instalado en tu derrota. Pero me abrasa estar un día más en el banquillo sin poder jugar, esperando. Y, como todos los desesperados, espero enormes cambios en los próximos minutos. Mientras tanto, demasiado amor por derramar y pocas palabras para medir la profundidad de mi desesperación. No lo dudo: mañana o cualquier otro día volverá a salir el sol, mientras tanto, me como por dentro.
Ilustración: Enki Bilal

miércoles, 21 de mayo de 2008

Lista de la nevera. Cosas por hacer.

Evidenciando nuestras fuertes limitaciones y falta de decoro, algunos hombres que vivimos solos pegamos en las puertas de nuestros frigoríficos la lista de las cosas que queremos hacer. Una enumeración que va mucho más allá de la mera relación de tareas pendientes y cosas por comprar: Es el listado de los pasos que nos quedan por dar para convertirnos en quien queremos llegar a ser. Un papelito que nos acostumbramos a mirar lo menos posible para no defraudarnos. Un nota que nos avergüenza cada vez que tenemos la suerte de que alguien nuevo busque, por sí misma, algo de comer en nuestra despensa.
Mi nevera delata mis penas. Me alienta mudamente a estudiar inglés, a invertir con sensatez los cuatro duros que tengo ahorrados, a pasear mi curriculum por nuevos territorios, a buscar un curso de postgrado que me apetezca estudiar, a volver a preparar sesiones de cuentos en bares y lugares de dudosa reputación, a planificar a medio plazo, o a hacer yoga. Mi nevera necesitó abrir lista aparte para poner tener sitio donde denunciar todas las cosas que hacen falta comprar en casa para que ésta se convierta en un hogar: lámparas, cortinas y, cito textualmente la opinión del electrodoméstico, "objetos de decoración".
En la lista no aparecen, por suerte, otras labores que debo acometer con urgencia: aprender a darme caprichos, buscar a alguien a quien engañar para que comparta conmigo las vacaciones, jugar más, cansarme menos...
Las listas comienzan a amarillear y no aparecen tachones victoriosos que revelen conquistas o logros.
Así, que, si vienes a casa y quieres saber más sobre mí, pregúntale a mi frigorífico, porque en él guardo congelados mis anhelos.

viernes, 16 de mayo de 2008

Ésto es una guerra entre pobres

“Ésto es una guerra entre pobres” -manifestaba a las cámaras de la RAI una vecina de un barrio marginal de Nápoles, el día que en que el villano Berlusconi estrenaba sus medidas contra los pobres inmigrantes ilegales peinando las barracas para devolverlos por donde habían venido. No recordó la señora, ofuscada por los nervios del directo, que, desde hace siglos, todas las guerras son entre pobres; que, lo que decía, era una obviedad, porque hace ya varios siglos que se extinguieron los caballeros andantes que luchaban sólo por honor y celebridad. La guerra, negocio sucio, deja el trabajo de pelear y morir a los obreros pobres, y los beneficios de la lucrosa industria de la muerte a los ricos, en una distribución equitativa e inteligente.
“Cuando la policía los desalojo, corrimos a incendiarles sus viviendas para que no vuelvan. Ya damos suficiente asco nosotros para que vengan éstos de fuera” –nos explicaba la señora.
Nos recordaba que la Pobreza es una mujer democrática donde las haya, que no sólo genera nauseas entre la sensible clase acomodada, sino que provoca también asco entre los mismos pobres; que perciben su miseria, como el sudor agrio que nos impregna y del que sólo nos podríamos librar con una ducha de fortuna.
Es evidente, antes de que naciera en nuestros barrios marginales la xenofobia, habitaba desde hacía tiempo la pobrefobia. La pobreza es lo que más miedo, asco y repulsión nos provoca. Y en nuestra carrera por separarnos de su peste, no nos molesta el color de quien nos viene a robar el trabajo o nuestras últimas esperanzas. En cambio, nos molesta que exista alguien aún más miserable, que nos robe el dudoso honor de ser el último de la fila, de recibir las migajas del estado del bienestar, que no nos educa para escapar y exigir un mejor reparto, sino que nos enseña a aguantar con paciencia el día a día de la guerra entre pobres, entretenidos, contando las bajas.

miércoles, 14 de mayo de 2008

Tokio spring blues, de Haruki Murakami

Sin duda, abril es el peor mes para estar solo. En abril, a mi alrededor todo el mundo parecía feliz. La gente se quitaba los abrigos y charlaba en los rincones soleados, jugaba con la pelota, se enamoraba. Yo estaba completamente sólo. Naoko, Midori, Nagasawa: todos se habían alejado de mí. No tenía a quien decirle “Buenos días” u “Hola”. Incluso echaba de menos a “Tropa-de-asalto”. Pasé el mes de abril en esta triste soledad. Intenté hablar con Midori varias veces, pero la respuesta era siempre la misma: “Ahora no quiero hablar contigo”, y, por el tono de sus voz comprendía que lo decía en serio. (...)
Cuando terminó abril llego el mes de mayo; mayo fue mucho peor que abril. En mayo, en plena primavera, ya no pude evitar sentir como se estremecía y temblaba mi corazón. Solía ocurrirme al atardecer. En la pálida oscuridad, impregnada del suave aroma de las magnolias, mi corazón, sin previo aviso, empezaba a henchirse, a entremecerse, a temblar, atravesado por un pinchazo. En esos momentos, cerraba los ojos y apretaba los dientes con fuerza. Y e esperaba a que pasara. Poco a poco, este dolor se alejaba, dejando tras de si un dolor sordo.
Extraido de Tokio Blues de Haruki Murakami
Ilustración de Frédéric Boilet

domingo, 11 de mayo de 2008

La magdalena de Proust

¿Cómo evitarlo? Mis recuerdos están allí, celosamente guardados en algún lugar profundo de mi interior. Llama a ese sitio como tu quieras, localízalo en el órgano de mi ser que prefieras. Están allí, durmientes. Pero, de tanto en tanto, sin previo aviso, sin orden lógico, brotan, como la vida en primavera, me iluminan la mirada y tuercen mis labios hasta forzar en mi rostro algo parecido a una sonrisa calmada.
¡Tanta vida me diste!
Es posible que haga años que no te veo. Seguro que, si nos vemos, no nos miramos con los mismos ojos hambrientos. Ya no soy tuyo, ya no eres mía. El presente es un planeta distinto. Pero, de tanto en tanto, recuerdo porque estuve tanto y tan hondo junto a ti, porque hice lo imposible por acompasar mi camino al tuyo. De tanto en tanto, los recuerdos hacen evidente que no me equivoqué. Entonces, reconozco mi suerte y agradezco profundamente todos y cada uno de los días que me regalaste.
No puedo entender que te moleste.
No puedo creer que no te ocurra.
No puedo evitar que me pase, tan poco quiero.
En mis recuerdos siempre cantarás las canciones que con tanto mimo me enseñaste, te retorcerás con los minúsculos dedos de tus pies entre mis dientes, perseguirás a las cabrás ladera abajo, bailarás descalza conmigo hasta hundirme en ti. En mis recuerdos me pedirás que te encorra entre la gente.
Son mis días felices. Sólo por ellos ha valido la pena llegar hasta aquí. Ellos justifican el vacío, compensan el dolor, me permiten tener esperanza en el desierto. Sólo ellos garantizan que el futuro, inevitablemente, me reserva instantes tan maravillosos como los que viví junto a ti.
Espero que, aunque siempre lleves la guardia alta e intentes esquivarlos, alguna vez me cuele por una rendija de tu memoria y uno de nuestros recuerdos dibuje en tu rostro perfecto una sonrisa calmada, porque esa sonrisa justifica, por sí sola, varios años de mi inútil presencia en este planeta.
Ahora todo es tremendamente distinto. Ahora todo está bien tal y como está. Ahora tu recuerdo viene. Ahora se irá.
Besos.
Fotografia: Saudek, The boy

domingo, 27 de abril de 2008

Hambre en tiempos de abundancia

En este planeta de lujos y excesos, tras años de vacas gordas en los que hasta el más tonto se ha llenado los bolsillos y se ha erigido en hábito tirar las cosas sin llegarlas a usar, nadie mira hacia atrás, ni hacia abajo, como buenos miopes bien amaestrados.
Pero hace unos meses, más de un año, que vienen sonando las campanas advirtiendo que se acercan irremediablemente las vacas flacas. Abróchense los cinturones, apriétense los machos.
Según la FAO, 36 países de casi todos los continentes están inmersos en una crisis alimenticia y en EEUU la gente, otra vez atizada por el torpe pánico, vacía los supermercados de alimentos básicos como si esperaran el diluvio universal una vez más.
La locura es grave, como ha advertido el enviado de Naciones Unidas para asuntos alimenticios, Jean Ziegler: El aumento global del precio de los alimentos está llevando a un "silencioso asesinato en masa" en los países más pobres del mundo. Un asesinato en serie responsabilidad de la expansión de los biocombustibles, pero sobretodo de la burbuja especulativa que está inflando artificialmente los precios de los alimentos básicos en los mercados de materias primas y de los subsidios de las explotaciones en la Unión Europea y Estados Unidos que convierten a los países occidentales en responsables de la hambruna que afecta a los países pobres.
HAMBRE CRUEL Y ESTUPIDO EN EL SENO DE LA SOCIEDAD DE LA ABUNDANCIA, donde unos pantalones cuestan menos que la comida diaria, donde las personas que producen mil pantalones al día tienen dificultades para llenar su bol de arroz.
Este verano escucharemos miles de espeluznantes historias de hambre y sed en medio de miles de gadgets (ipods, mp3, plasmas) que continúan bajando de precio, mientras la inflación se ceba en los alimentos y en el agua. Tendremos de todo, no veremos nada, miraremos a otro lado, mientras que lleguemos a fin de mes, luego, lloraremos.

lunes, 21 de abril de 2008

Defectos esperados en Viernes

Que me interrumpa cuando hablo o que, en su defecto, hable mucho más que yo y me obligue a escuchar.
Que se duerma abrazándome sin dejarme mover o que, en se defecto, se despierte abrazada a mi.
Que me saque los colores o, que en su defecto, me haga preguntas que no sepa responder.
Que me eclipse o que, en su defecto, la gente ya no pregunte por mí.
Que me gane jugando al ping pong, al ajedrez o las canicas, o que, en su defecto, ofrezca una férrea resistencia a la derrota.
Que se atreva a organizarme la vida, llevándome de aquí para allí o que, en su defecto, a todo diga que sí.
Que me canse o, que en su defecto, me haga apreciar el descanso en sus ausencias.
Que me obligue a bailar con los píes descalzos cada vez que suene la música o, en su defecto, siga mis pasos.
Que me ayude a cocinar o, en su defecto, me moleste mientras yo cocino, situándose entre mi delantal y el fuego.
Que me despierte temprano sacudiendo mi cuerpo contra el colchón o, en su defecto, abra sus ojos y su sonrisa a mi despertador.
Que me encorra alrededor de la mesa o, en su defecto, juegue a pillar en medio de la calle bajo la mirada censuradora de los viandantes.
Que decida que su lugar está junto a mi, o en su defecto, me convierta en el lugar donde siempre quiera volver.

sábado, 19 de abril de 2008

Esperando a Viernes

De nuevo, naufrago. Retorno extenuado a mi isla desierta e indómita, de la que nunca logro escapar. Agua salada, arena y salvaje vegetación donde resguardarme del temporal. Trabajar con las manos desnudas para levantar un nuevo refugio, una guarida, un hogar. Aprender a encender, de la nada, el fuego suficiente para entrar en calor. Hablar sólo, con uno mismo, intentando no volverme loco, una vez más. En débil equilibrio sobre la cuerda floja, mantenerse cuerdo.
Vacío en mi isla vacía. Sólo entre tanta gente. Pez pequeño a contracorriente en medio del cardumen. Mojado siempre hasta los huesos. Rodeado de agua por todos los lados, en medio de los flujos de los que vienen, de los que van, de los que vuelven...
Cuando broten las ganas, volveré a otear el horizonte. Descubriré el paso lejano de los mercantes, de las naves piratas, de los ensueños flotantes. Haré señales de humo, quemaré toda mi leña, me desgañitaré, cuando valga la pena.
Mientras tanto, como quizás recuerdes, en las islas desiertas el tiempo sobra. Yo entretengo mis horas trabajando en cosas inútiles: me cuento historias sin sentido, construyo teorías filosóficas que no aclaran nada, relleno de plumas mi blog, le hablo con complicidad y natural intimidad a un balón de baloncesto pinchado en un palo.
Pero del naufragio, sólo me salva la fe que te tengo, Viernes; pues sé que, más tarde o más temprano, aparecerás de la nada, como un paracaidista, para devolverme las palabras, para redibujarme en tu mirada, para recuperar mi cuerpo, para salvar mis sueños y transformarlos en gotas de rocío. Por eso espero tranquilo.

domingo, 13 de abril de 2008

Tiempos modernos

La Postmodernidad ha heredado y elevado a la máxima potencia la glorificación del trabajo, hasta transformarnos en una sociedad del trabajo. Hasta el punto que el significado de la propia palabra trabajo como castigo divino, cuyo origen siempre había estado relacionado con penas y fatigas casi insoportables, con esfuerzo y dolor y, en consecuencia, con una deformación del cuerpo humano, ha empezado a perderse para nosotros, hasta transformarse en el centro de nuestra realización como personas: somos trabajadores para poder ser consumidores.
El trabajo algo indispensable para mantener la vida, se convierte, por arte de birlibirloque, en el centro de la vida misma. El castigo divino, se convierte en lo divino, por sí mismo.
La paradoja se hace más patente cuando el trabajo conquista el centro del escenario en una sociedad de trabajadores que está a punto tecnológicamente de ser liberada de las penas que éste impone. En este punto, los humanos olvidan, de repente, todas las otras actividades más elevadas y significativas por cuyas causas merecería separarse del trabajo y ganarse esa libertad (perder el tiempo, hablar con los amigos, crear solidaridades nuevas, comer, vivir, amar...)
Quizás el hecho de que cada vez haya menos trabajo necesario, hace crecer el miedo entre los hombres entrenados a ser valorados en función de su trabajo. Hombres que se enfrentan con la perspectiva de una sociedad de trabajadores sin trabajo, es decir, sin la única actividad que saben hacer y doméstica su tiempo. Está claro que nada podría ser peor.
El deseo tanto tiempo anhelado, liberarnos del castigo injustamente impuesto, al igual que sucede en los cuentos de hadas, llega en el peor momento, cuando todos en el reino han olvidado que hacer cuando no se tiene que trabajar. Así que cobardes, como somos, nos inventamos trabajos que no necesitamos antes de enfrentarnos a una libertad para la que no estamos preparados, antes de aprender a no trabajar.
Imposible sin La condición humana de Hannah Arendt

sábado, 5 de abril de 2008

El amor como lengua extranjera

En el amor/desamor uno nunca comprende nada, siempre es sorprendido, secuestrado y abandonado en un nuevo territorio, en un país extranjero, donde lo que hasta ese momento era asumido como cierto, ya no sirve de nada. Aunque la experiencia es un grado, y experimento tras experimento, el caminante va armándose un pequeño diccionario útil de frases hechas que le permite, en alguna ocasión, salir del paso; y prever que si ocurre A es muy probable que suceda A’. ¿Cómo hacer comprender al otro lo que pensamos, como traducirle lo que sentimos?, si incapaces somos de entender lo propio. Nos quedamos mudos o nos brotan miles de palabras que no logran comunicar nada. Se utilizan en exceso las mismas palabras manidas, que de tanto uso quedaron vacías, o sé tiene un miedo excesivo a utilizarlas.
Pero el rapto del amor nos lleva siempre a un territorio extranjero, del que nada conocemos. Y al principio todos son verbos irregulares, excepciones a la arregla, problemas con los acentos y dificultades en la pronunciación. No hay libros de instrucciones, ni diccionarios fiables que nos permitan interpretar las señales e, incluso, los cuerpos no reaccionan como esperábamos ante nuestros dedos que tan magistralmente ejecutaban otras melodías sobre distintos instrumentos. Sólo nos salva el asombro, las inmensas ganas de entenderle.
Nuestros ojos se abren como platos, se tensan nuestros reflejos y todas y cada una de nuestras células son reacción, movidos por el anhelo de satisfacer al otro antes de que nada nos exija.
Naturalmente erramos. Pero los transeúntes humildes, pedimos consejo y traducción, y aspiramos a que nuestras evidentes ansías por aprender el nuevo idioma, sean suficiente mérito para obtener los derechos de ciudadanía en el nuevo territorio habitado: ser aceptado como nativo en su cuerpo.

martes, 1 de abril de 2008

Violín sin funda, de Luis Pastor

Se tambalea mi edificio
Mi ánimo se derrumba
Mi mente pierde el equilibrio
Y mi violín su funda

Una cárcel invisible me aprisiona
Se moja la llama que me alumbra
Una idea taladra el pensamiento
Me hundo en la penumbra

Tus besos me devuelven a la vida
Tus brazos de la vida me protegen
Tus ojos mis ojos iluminan
Tu cuerpo me rescata de la muerte
Extraido de Diario de a bordo

jueves, 27 de marzo de 2008

Elogio del fracaso, Toni

Seamos francos: una vida cómoda y regalada no forja el carácter; en este mundo, sólo se aprende de las derrotas y los fracasos. Y, como yo, desde pequeño, no he parado de perder y equivocarme, tengo que ser, a la fuerza, inteligente.
Mi trayectoria empieza en la infancia: De niño, perdía jugando a las canicas, a la comba, al escondite, al futbol e, incluso, jugando a los médicos me tocaba parar. Piense que es en la infancia cuando se forja el carácter.
En casa se jugaba al ajedrez y, como soy el benjamín, por lástima, me dejaban jugar pero perdía siempre. No por ello tiré nunca la toalla, aprendí de cada una de las partidas perdidas y cuando crecí, gane una primera vez, una segunda vez e, incluso, una tercera vez, luego ya no quise volver a jugar, porque comprendí que no había nada más que aprender. Reconozca que soy un hombre ambicioso en continua busqueda de nuevos retos.
En la adolescencia, jugué en un equipo de baloncesto, era el más joven y el más bajito, jugaba poco, calentaba banquillo, pero me divertía mucho. Mi capacidad de sacrificio solo me permitió destacar en defensa, los aplausos, cuando los habían, se los llevaban otros. Puede usted apreciar que me divierte trabajar en equipo y no me molestan las tareas grises, soy un hombre de empresa.
Ya en la edad adulta, me enfrenté al mercado laboral, donde he acumulado una trayectoria larga y rica llena de fracasos. He desarrollado múltiples y diferentes cometidos, desde camarero a arbitro de fútbol. Debe usted reconocer mi capacidad de adaptación, mi versatilidad y como puedo aportar, más que ningún otro, una visión multidisciplinar.
Como hombre, cuando intento seducir, me dan calabazas en un 99,9% de los casos, pero este porcentaje no me ha desanimado, todo lo contrario, lo intento más y pruebo nuevas tácticas de aproximación. Lo que demuestra que me crezco ante las adversidades, que soy imaginativo y poseo inagotables recursos para enfrentarme a los problemas.
Todas mis relaciones de pareja, y dicen que ya son muchas, han fracasado, pero yo no he tirado la toalla y sigo intentándolo, sé que alguna vez hallaré a mi media naranja. Advierta que soy una persona tenaz y de férrea voluntad, a la que no le asustan los imposibles.
En resumidas cuentas, todo es del color del cristal con que se mira. Si le he convencido de lo anterior es que también tengo claras dotes comerciales. Yo de usted no me lo pensaría y me contrataría sin dudarlo y con un buen salario, tipos que hayan aprendido tanto como yo y sonrían hay pocos (y no garantizamos el éxito).

Ilustración de Brian Despain

domingo, 23 de marzo de 2008

Jugar, de Unai Elorriaga


Recordó de un solo golpe esas dos obligaciones, y se angustió un poco, porque eso le retrasaría los trabajos de la tarde. Se angustió porque no le iba a dar tiempo para hacer las cosas que realmente quería hacer. Aparte de trabajar. Y sería una catástrofe, por ejemplo, que acabase los trabajos de la tarde –las transcripciones y lo demás- a las nueve de la noche: ya no le quedaría tiempo más que para cenar y para irse a la cama. Y, aunque tanto cenar como irse a la cama sean cuestiones importantes, Matías quería hacer cosas mucho más valiosas. Quería, por ejemplo, jugar con la pelota de goma, utilizar el diccionario de portugués, leer a Faulkner o llamar a su hermano Miguel. De hecho, todas esas eran maneras diferentes de jugar. Y jugar era lo que realmente quería hacer Matías; pasar la mayor parte del tiempo jugando.
Extraido de: Unai Elorriaga, El pelo de Van’t Of

viernes, 21 de marzo de 2008

En tránsito

Sí, marchó. Pero no me dejó sólo, en casa quedó su ausencia; en mi piel, su recuerdo. Con el tiempo, el olvido tapó sus defectos, el ensueño sacó brillo a sus virtudes. Nunca hubiese creído que desprenderme de tí fuese tan tremendamente difícil. Ahora que no me dañas, cómo no amarte. Porque ella no iba a volver, le negué el pan y el agua a la esperanza. Anduve cabizbajo por todo lo que había perdido cuando estuve así de cerca de tenerlo. Triste hasta el hartazgo, tuve que gritarme: !Basta¡ Entonces, huido del pasado, caí preso de un futuro que no terminaba de llegar. Nervioso, inquieto por encontrar en algún otro sitio el único pan que me sacia. Tarde, aprendí a ser paciente. Tú no estás y te echo en falta. No estoy lleno, pero dejo todas las puertas abiertas. No soy feliz, pero no me hace infeliz no serlo. No busco nada, me entretengo con lo que tengo y sólo espero que el futuro me sorprenda despistado, jugando.