jueves, 20 de noviembre de 2008

El vuelo del grajo

Cuando el grajo vuela bajo, es sabido, hace un frío del carajo y yo me arrebujo en el refugio de tu calido regazo. Santa Calefacción protégeme de la congelación. Virgen de la Pura Lana guárdame bajo tu manta.
Carámbanos amenazan en los tejados. Vientos hipohuracanados ululan terribles al caer la tarde. Y todavía avanza a lo lejos el viejo general invierno. Pero ya se me eriza la piel nada más, en la santa calle, poner el pie. Corta el frío que corta el avance de mi bicicleta, los dedos se me hielan, la piel se me cuartea. Aparco y corro por las calles, veloz pegado a las paredes, vigilante en las esquinas y los cruces para esquivar las corrientes traicioneras hasta que llego a tu sofá.
A tu sofá, a tu sofá, a meterme bajo tu manta, donde se multiplican las manos y se confunde lo tuyo y lo mío, donde tu urgencia me hace entrar en calor, donde tu frío arranca mi ropa, donde cuanto más desnudo más llego a sudar, donde todo lo que no naufraga en nuestra nave sobra, donde el tiempo se detiene o pasa en un santiamén, donde me olvido de mi tiránica razón y tu despiertas mi atávica imaginación, donde inventamos una y otra vez los juegos reunidos geyper, donde la historia no tiene ni principio ni fin y la lógica tiene reservado el derecho de admisión.
Ahora, todavía me queda un rato para volver, pero escucho silbar al viento y me imagino el frío que sacude la calle y te veo ya en casa y sólo con eso me inflamo, ardo. Bendito invierno que acaba con las ganas de salir. Dame frío y más frío, dame diciembre, lléname de besos los días cortos de enero, las largas noches de febrero.
Ilustración de Victoria Francés
A la chica del elefante de piedra

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