miércoles, 23 de diciembre de 2009

Nadala 2010

Como viene siendo mi costumbre, justo antes de que se nos agote el año, reservo con celo, a pesar de las prisas que impone esta vertiginosa cuenta atrás, cinco minutos de paz desde donde desearte un montón de parabienes para el Año Nuevo que está a punto de comenzar.
Te deseo, en abundancia, todas esas pequeñas maravillas gratis que debemos de rescatar de entre las cosas que ya nadie tiende a apreciar:
paz, amor, tranquilidad, alegría y rauxa para levantar los días de crisis que vamos atravesar.
Y en especial este año te deseo para toda la década que viene:
Que sobre ti se acumule el tiempo,
y te revista de una patina de recuerdos que jamás puedas olvidar.

Que en los años de sequía, nos desborden las pasiones,
que en los años de crisis, nos despierte la imaginación,
que cuando estallen las burbujas, los niños sonrían de ilusión.

Que fuera de las películas, también pierdan los malos,
que para la justicia todos los gatos sean pardos,
que nuestros niños detengan el cambio climático.

Que nos quejemos por vicio,
que santarita nos deje como estábamos,
que todos los cambios sean para mucho mejor.

Que tras beber de la fuente, no se nos rompan los cántaros,
que en la nevera siempre quedé un poco de calor,
que nos encuentre quien nunca nos perdió.

Que nuestro equipo siempre marque gol, aún jugando al mus,
que despierten los piropos cuando oigan nuestros pasos,
que nos lluevan los aplausos.

Que nos pasemos todo el tiempo jugando, que nos lo tomemos en serio.
Que estemos siempre donde queramos, sin tener miedo a movernos.
Que abusemos más de nuestros amigos,
que nos veamos todas las tardes en los bares

Que nos usen y nos amen.


lunes, 14 de diciembre de 2009

Constipados o el equivocado frío de ayer

Ayer, con unos días de antelación sobre el calendario previsto, se inauguró el invierno. Cayeron las temperaturas en picado, con prisa y con saña, como si quisieran pillar a nuestros abuelos despistados o destapados para llevárselos hacia otro lado.
Ayer, mientras guardaba mis manos en los bolsillos, me ajustaba la solapa de la chaqueta y me arrebujaba en mi abrigo, la vi mirarme como pocas veces nos miran. Me miró a los ojos y no tuve más remedio que decirle: Equivócate conmigo. Y me sonrió, como toda respuesta.
Ayer, los dos ya sabíamos que el amor es efímero, que el amor es un complicado mecanismo en difícil equilibrio. Éramos conscientes de que éramos unos perfectos desconocidos, desconocidos perfectos.
Ayer ya sabíamos que las probabilidades de que fuéramos sencillamente compatibles tendían a cero.
Pero, ayer, ella decidió equivocarse conmigo. Yo no era ni mucho menos su tipo: tan serio. Ella no era ni mucho menos lo que yo andaba buscando: tan etérea. Pero aún así, ayer nos mantuvimos firmes en nuestro equívoco, en una perfecta demostración de cabezonería. Y recorrimos un largo trecho de la mano, equivocados, como todo en este mundo patas arriba, pero felices.
Pero al final, como no podía ser de otra manera, la vida nos sacó de nuestra equivocación. Y ella, aprovechando una racha de aire frío escapó por alguna rendija de mi corazón, para en poco tiempo encadenar una larga racha de aciertos, que le llevo hacia donde siempre hace calor.
Hoy, como tanto me insiste el frío, en medio de esta ola de clima siberiano, aún la echo de menos. Así que mientras busco acomodo en mi abrigo y me ajusto la bufanda asegurándome de que no esconde mi eterna sonrisa infantil, levanto despistada mi mirada esperando colisionar con los ojos ávidos de alguien dispuesto a equivocarse de nuevo. Y me encuentro con los tuyos que repiten tozudos que sólo de las equivocaciones se aprende.

martes, 1 de diciembre de 2009

Extender el Infierno

Lamentablemente, los más viles pecadores ya no creen en el infierno, porque hace ya muchos años que no recuerdan como las llamas calentaban las iglesias, como estruendos inesperados se acompasaban a las operas.
Desgraciadamente, los más recalcitrantes pecadores ya no temen al diablo, porque saben que el arrepentimiento administrado en el último segundo, junto al viático, salva sus huesos de la trena, sin tener que devolver las 20.000 libras malversadas en el ejercicio de su deber.
Desafortunadamente, los más consagrados pecadores ya no temen a los perros hambrientos cuando cruzan las calles oscuras, porque saben que hace ya muchos años que estamos domesticados y caminamos con el rabo entre las piernas. Saben que ninguno de los pulgosos se levantará a poner fin a la falta de ética en el mercado, soltando incontrolables y rabiosos bocados en sus culos bien sentados.
Y mientras tanto, en este valle de lágrimas, donde nadie tira la primera piedra, los banqueros extraen hasta la última gota de sangre de los pobres, mientras la justicia ciega, maniatada y bien pagada mira siempre para el mismo lado.
Lamentablemente, desde que la carcoma derribo el muro de Berlín, no quedan rojos oscuros con ideologías contagiosas a los que temer; los ricos, crecidos por la facilidad con que pasa un camello por el ojo de una aguja, aplican siempre el mismo final a todos los cuentos: los beneficios se reparten entre los menos posibles, las perdidas son pagadas por todos menos por ellos.
Lamentablemente, es necesario extender el Infierno, porque ahora que cada vez un mayor número de personas tienen miedo al paro y su abismo, no podemos permitir que los que nos condujeron hasta aquí no se quemen con nosotros en el pavor a su propio averno.
Fotografía: Danweng Xing

viernes, 27 de noviembre de 2009

sábado, 21 de noviembre de 2009

La urgente necesidad de empujar

Miro al solitario lobo perfilando el horizonte y relamiéndose sobre el vértice de la pirámide trófica, y no soy tan iluso como para acercarme a preguntarle su parecer sobre el estado de las cosas. Conozco su opinión sobre la teoría de la justicia de Rawls y su apego al actual status quo. ¿Por qué debería distribuir su suerte, empatizar con los conejos o ponerse en la piel de los corderos, si esos bichos vulgares son suculentos manjares?
Miro a los viejos del lugar peinando sus doradas canas, luciendo su experiencia acumulada, su sabiduría, su artrosis, sus manías cultivadas mientras dicen que ésto se hace así, y no soy tan iluso como para acercarme a intentar convencerles de que los caminos propuestos por jóvenes maleducados llevan a valles más fértiles, que las respuestas propuestas por esos irrespetuosos mequetrefes solucionan incógnitas hasta hoy no despejadas.
Miro a los elegantes prohombres sentando sus reales sobre el ombligo del mundo, y no soy tan iluso como para acercarme a recordarles todos sus pecados. Conozco su opinión sobre el derecho de conquista y la sacrosanta propiedad, así como su apego a acumular honores, bienes y prebendas. ¿Por qué deberían empatizar con el mileurista, ponerse en la piel del hambriento, o distribuir sus riquezas, si aún en las peores condiciones nos reproducimos como vulgares conejos?
Miro desde el arrabal, alejado del centro. El hambre tan cercano, la justicia tan extraña, que es difícil dormir contento.
Es aquí en los bordes, donde apenas llega el resplendor de la luz que ilumina el centro, donde los niños inconformes sueñan con mundos mejores.
Es aquí, en el arrabal, donde los perros, intuyen los movimientos antes de que sucedan los cambios, donde los jóvenes rabiosos tiran piedras sobre las prohibiciones, donde se queman los límites y se encorre a las vallas.
Es aquí, en este espacio fronterizo, donde, sin que nadie lo plante ni lo abone, crece lo nuevo, salvaje. Es aquí, donde los vagos y los maleantes se tatuan ilusiones que por ciencia infusa mancharán las pieles inmaculadas de vuestras hijas biencriadas.
Es aquí, en estos espacios en construcción, donde esperan nuestras ratas más predispuestas y se relamen los bigotes a la espera de un trozo más grande del pastel en el próximo reparto.
Es aquí, en la penumbra de este espacio alejado de los focos y los fastos desde donde es más fácil ver la luz al final del túnel. Es aquí, donde empezará el movimiento hacia la salida. Es aquí donde se nota la urgente necesidad de empujar a los que impiden todo movimiento. Un movimiento necesario para recrear.
Ilustración: Cristopher Gilbert

domingo, 8 de noviembre de 2009

El principio de la relatividad

¿Cómo mantenernos firmes en nuestras convicciones? ¿Cómo defender nuestras elecciones? Si desde el mismo momento que tomamos una decisión la cuestionamos. ¿Hice bien en tomar este camino? Seguro que los otros discurren por veredas más verdes y valles más fértiles. ¿No hay otra opción mejor? Siempre avanzó más rápido la cola de al lado, siempre fue más sabroso el plato que no demandamos, siempre fue más animada la reunión a la que no asistimos.
No somos consecuentes con nuestra elección. Abanderamos el principio de la relatividad, para ante la menor duda salir corriendo en busca de nuestro sacrosanto y constitucional derecho a la enésima oportunidad... nuestro derecho equivocarnos una vez más sin hacernos cargo de nuestra responsabilidad... nuestro derecho de pecar y ser perdonados... nuestro derecho a volver una vez más a tirar los dados sin pasar por la cárcel y cobrando las 20.000 libras... nuestro derecho a una partida más.
No aprendimos a valorar lo que tenemos. Nada es suficiente para dejarnos la piel, para quemar toda la madera, para jugarnos la vida. Y toda nueva adquisición, si buscamos bien, tiene tres pies de gato y un pequeño fallo que justificará nuestra renuncia, nuestra derrota. Siempre hay una razón rastrera que permite la huída por la puerta trasera.
Siempre hay algo más adecuado, un elemento más nuevo, más rápido, más eficiente, más conveniente. Algo nuevo que empezar, que nos permita aplazar todas esas cosas que nos da miedo acabar.
Y, mientras tanto, no observamos como avanza nuestra decadencia. Estirando ficticiamente nuestra ridícula adolescencia. Evitamos fijarnos en las señales que delatan nuestra obsolescencia. No apreciamos que somos nosotros los que nos volvemos más torpes, más lentos, menos atractivos. Los que producimos en nuestros socios más dudas, los que reproducimos en los desconocidos menos adhesiones. Y nuestras palabras generan cada vez menos convicción y. nuestra sonrisa, cada vez más demacrada, más aversión. Y todo el mundo sabe, menos tú, que acabado el jamón sólo quedan los huesos. Y todo el mundo aprende, menos tú, que si al principio todo fue relativo, al final, no hay más elección que el punto final. Y allí ya no podrás elegir una vez más.
Ilustración: Dino Valls, "Trivium"

martes, 27 de octubre de 2009

Lástima Luis porque esta noche no estará Toni, con toda la peña, en casa de Esteban

¿Dónde y cuándo nos perdimos? ¿Quién lo hubiese previsto? ¿Quién iba a creer que podrían deshacerse los vínculos que nos unían? ¿Cómo no han sido suficientes todas las tardes que armamos juntos, esperando impacientemente a que nos pasarán cosas mientras nos llegaba el tiempo de vivir?
La realidad, en cambio, cuenta una historia demasiado diferente a la que nos hubiese parecido verosímil. Hoy, de vosotros, sólo permanece nítido el recuerdo de vuestros rostros, mientras que imagino, pero desconozco, vuestra faz actual y dudo si hoy os reconocería atravesando la multitud, pues el tiempo os puede haber cambiado tanto o más que a mi.
Revisito nuestra foto, lo único que permanece inalterable de aquella férrea amistad, y me entristecen nuestros rostros sonrientes y ese brindis al viento, esculpido para siempre en el daguerrotipo, en el que nos juramos lealtad eterna.
Nada queda de aquellos cinco astronautas recién aterrizados hoy desde el planeta de los simios. Nada del tiempo aquel donde yo cumplí veinte años. Nada del lugar donde nunca más volveré a habitar. Ninguna arruga ensombrece nuestros rostros sonrientes. Pocos problemas acarreábamos sobre nuestras espaldas de chicos de barrio. Tan poco que perder, sin un duro en los bolsillos ni recibos domiciliados que atender. Sólo futuro por delante.
Pero para nuestra sorpresa, de nada sirvieron todas aquellas horas conversando sobre el todo y la nada, para nuestro asombro no dejamos ni una sola huella en todas aquellas aceras que pisoteamos millones de veces mientras no hacíamos otras cosas que callejear; y, contra todos nuestros pronósticos, nada somos ahora los unos para los otros, y mucho menos seremos en ese futuro incierto que prometimos compartir.
No fueron suficientes para unirnos ni las lecturas compartidas, ni las cartas cruzadas, ni las noches en vela, ni las largas caminatas, ni los fuegos de las acampadas, ni las primeras borracheras que nos permitieron llegar hasta aquí.
Pero Luis aunque esta noche no estaré, con toda la peña, en casa de Esteban, ni lo estaremos nunca más, esa foto en blanco y negro explica mi infancia, aquella en la que vosotros construisteis mi carácter y mis limitaciones. Por lo que todavía puedo brindar aún mil veces más escanciando lo que resta de la vida en esas antiguas copas, que me regalasteis y que aun no están tan rotas.

lunes, 19 de octubre de 2009

Traus

Com puc trobar la sortida dins d’aquesta escletxa tan minsa? Com trobar la resposta en aquest forat tant fosc? Com travessar-ho? Com fugir per aquest trau tant poc profund? Com alliberar-se en aquest bosc tant enredat? Si quan m’endinso en tu, ni pot passar la llum. Si ara que suem com bèsties forçades a llaurar la vida i la terra, xops i enganxosos, no hi ha espai entre tu i jo. Lapa i pedra alimentant-se d’escuma de mar.
Com pot estar mi raó dins teu? Si ja he buscat més enllà de la teva pell? Segur que m’enlluernes. Segur que és un miratge. Segur que només és sexe, pur i simple, meravellós sexe.
Nàufrag, segur que és l’aigua salada, que hi bec només perquè tu la destil·les per mi, la que m’embogeix.
Ferit, segur que és la sang que abandona mi raó, seguint els crits militars que en criden des del teu entrecuix, la que no em deixa entreveure el camí, la pregunta i la solució.
Perdut, només sé que ara que he de subjectar-me als llençols per poder suportar amb dignitat la violència del teu envit i no rendir la plaça abans que tu, tot lo futur m’importa menys que zero, tot lo passat s’esvaeix, tot lo present no existeix, i el meu cos no té pes i em sento morir. Potser viure no té sentit, potser morir ha de ser avorrit, potser és només aquí que puc sentir.

jueves, 8 de octubre de 2009

Nos ha costado dios y ayuda llegar hasta aquí

Nos ha costado dios y ayuda llegar hasta aquí, desde la nada y la oscuridad, desde la antimateria y el big bang, desde la bipartición de las células, desde la antidiluviana ameba hasta hoy aquí, bajo estas luces desde donde todo lo cuestiona el cambiante homus eocunomicus dubitativus.
Un número inabarcable de ensayos terminaron en error, millones de mutaciones no llevaron a nada, incontables especies extinguidas quedaron en el camino y tantas veces tropezamos con la misma piedra. Y aunque un paso para adelante y dos pasos para atrás es una cadencia que no permite alcanzar mucha velocidad, no se puede cuestionar: ahora, aquí.
A pesar de los inmovilistas, en contra de los fanáticos, con sorpresa de los escépticos, para fastidio de los pesimistas y de los incrédulos, ahora estamos justo aquí. Tan lejos del origen de todas las cosas, tan cerca de la ciencia-ficción, mucho más lejos de lo que ellos, carentes de imaginación, llegaron jamás a soñar, pero aún tan lejos de donde sólo nosotros vemos que tan pronto vamos a llegar.
Nos ha costado dios y ayuda llegar hasta aquí: Lágrimas derramadas, batallas perdidas, sangre vertida, vidas malogradas de anónimos héroes que confiaron en este lento pero constante avance que, poco a poco, nos aproxima al horizonte y no tiene vuelta atrás.
Ni vuelta atrás, ni freno posible. Pues ante cualquier obstáculo, ante cualquier impedimento, tomamos aire, resistimos y nos crecemos todos y cada uno de los que hemos aprendido que no hay ni habrá nunca un punto final en este camino que se hace al andar.
Y oídos sordos ante los viejos alarmistas caducos que vuelven otra vez más a anunciar que nos abocamos al abismo, que se acerca el argamedón, el apocalipsis y el juicio final, que la civilización se desintegra, que todo va de mal en peor y cualquier tiempo pasado fue mejor. ¿Alguien quiere volver atrás? Yo quiero ahora, aquí.
A mi, también, me ha costado dios ayuda llegar hasta aquí. Millones de combinaciones aleatorias y azares fueron necesarios para partir desde el lugar/momento donde nací. Ambiente, herencia, miles de circunstancias y un yo de consistencia variable. Tantas vueltas dadas por tantos caminos no elegidos y, de noche, tantas vueltas dadas en la cama nervioso por lo no ocurrido, incrédulo por lo que había pasado o por lo que no iba a pasar. Tantas elecciones relativamente acertadas o aparentemente equivocadas. Tantas colisiones precipitadas, tantos cambios de rumbo, tantas reacciones inesperadas. Tantas lesiones provocadas, tantas enfermedades imaginadas, tantas vacunas innecesarias, tantos duelos interminables, tantos momentos efímeros, tantas muertes aparentes, tantas lecciones olvidadas tantas equivocaciones necesarias para aprender cuatro cosas y ahora otros 100 textos para poder sobrevivir. Tantas tachaduras, tantos borrones llenan mi tiempo ocioso y todos estos renglones, tantas palabras de charlatán para contarte mi vida, para dibujar sólo otro garabato, para explicarme la vida.

lunes, 28 de septiembre de 2009

Después del Peak Oil Day

Nos enseñaron a vivir en un mundo de abundancia donde no había más límite a nuestros caprichos que el dinero de nuestro bolsillo. Nos acostumbramos a comprar y tirar. A vivir como si fuéramos la última generación que iba a vivir sobre la Tierra. Podíamos acabar con todo, ensuciarlo todo, porque después de nosotros TODO se iba a extinguir. Y ¿si no era así? y ¿si el mundo nos sobrevivía? El problema, como las hipotecas, lo heredarían nuestros hijos. Así que allá ellos. Esos desalmados malcriados que nos desprecían porque no supimos educarlos.
Nuestro sistema, diseñado por los egoístas y los codiciosos, se sustenta sobre un débil engranaje: Producir cada día más, trabajar cada día más, comprar cada vez más y tirar más y más. Porque para llenarles los bolsillos a unos pocos hay que exprimir hasta la última gota de cada limón. Y hacemos jornadas laborales de más de ocho horas, para poder comprar cosas que a los 4 días estaban desfasadas y se deben tirar, para volver a comprar otras más modernas... Manteniendo al hombre siempre insatisfecho, con facturas sin pagar, para que no tenga tiempo de pensar, de sentarse a disfrutar de todas las cosas que no valen dinero, no producen plusvalías, pero son gratix.
Y todos éramos más o menos felices, más o menos infelices hasta que llegó el Peak Oil Day, el día que se consiguió extraer un número de barriles de petróleo que ya jamás, según los expertos, se volverá alcanzar. A partir de ese fecha, nuestro modo de vida tiene las horas contadas, cada vez hay menos petróleo para repartir entre más gente. Muchas cosas se encarecerán cada vez más y otras muchas simplemente desaparecerán.
Habrá que rediseñar el mundo, reinventar la manera de hacer todo lo que hoy hacemos, sin plásticos y mucho más caro. Traer los alimentos del otro lado del mundo dejará de ser barato, consumir agua de las islas fidji será más criminal que tonto. Deberemos replantearnos el precio de los viajes turísticos en avión, las ciudades sin coches, albergarán otras distancias que posibles.
Y en algún momento debamos aprender a producir menos cosas que duren mucho más, a dejar de comprar para tirar. Deberemos aprender a trabajar menos, a tener menos cosas que valgan más. Y sobre todo a sobrevivir bajo el duro yugo de todo ese tiempo libre que nos quedará.
Como sostiene el experto mundial Kjell Aleklett “El petróleo que queda bajo la tierra debe ser usado para construir una sociedad que no dependa de él”. Como claramente ha visto el afamado humorista y filósofo italiano Beppe Grillo “¿Por qué esperar a que se acabe el petróleo? ¡La edad de piedra no se acabó por falta de piedras!”
¿Qué harás tú cuando no tengas nada nuevo que comprar?

martes, 15 de septiembre de 2009

Más espacio para las esperanzas

El cerebro es una máquina maravillosa que nos lleva a engaño. No miramos y vemos. Nos movemos por costumbre y después de una a encontramos siempre una b. Rellnams las ltras en ls txts qe leeos sin dificltad. Nos creemos lo que nos dicen, si nos lo repiten. Caminamos como burros con orejeras por no pararnos a pacer nuestras dudas más simples. Hacemos lo que esperan que hagamos, sin pensar lo más mínimo en lo que queremos hacer. Pero allí delante de nuestras narices, si miramos con curiosidad infantil, como si todo fuera nuevo a estrenar, hay más de lo que pensamos. Más soluciones que problemas.
Pues este sólido sistema donde todo está atado y bien atado, tiene cientos de grietas por donde se cuela el aire fresco, por donde se escapan los divergentes y, a pesar de la férrea vigilancia, regresa la proscrita esperanza. Y en contra de lo decretado, a pesar de que todo está dicho y el final de la historia anunciado, este cuento acabado se resiste a morir arrodillado y, en píe, grita que otro mundo es posible y que en esta historia interminable, todo punto es tan sólo un nuevo punto y seguido.
Porque más allá de lo que vemos, hay un espacio fronterizo donde el sol calienta y la tierra rebelde se mantiene incólume y aún no se ha dejado clavar ninguna bandera. Hay lindes, umbrales, baldíos okupados, oscuros intersticios que no se pueden ni vender ni comprar, donde se han incendiado todos los intentos de instaurar un registro de la propiedad, donde todos los medios justifican otro final. Un espacio indómito e innombrado donde el intercambio de conocimiento es gratix y todavía no se pagan ni tasas ni impuestos, quizás sólo una caña en cualquier bar.
Un espacio al margen del bien y del mal, en las tranquilas aguas de la alegalidad, donde fluyen los sólidos y se solidifica, poco a poco, lo etéreo. Plazas fuertes, ágoras revisitadas, donde las ideas no se descartan sin discutirlas. Lugares salpicados aquí y allá, en las orillas de las ciudades, en las esquinas de los bosques, en los márgenes de los cultivos o en los márgenes de los cuadernos escolares, donde se posan las ideas más peregrinas. Y hoy descansan y mañana arraigan y brotan pasado mañana. Es a estas orillas a las que llegan todos los mensajes encerrados en botellas desesperadas. Es en los rincones olvidados de la cultura subvencionada, en los fragmentos de los edificios derruidos que guardan la memoria de lo que pudo ser, en la memoria rescatada de los valientes que perdieron las anteriores batallas, en el recuerdo de lo que está bien. Es en esos territorios fragmentados que salpican el mundo real y el mundo virtual, donde se resguarda la biodiversidad de toda la fauna fantástica, se depositan las llaves extraviadas de todas las utopías y descansa mi esperanza en la humanidad, engalanándose para recibir a los niños que la harán realidad.
Imagen: Tubérculo, de Carmen Calvo

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Islas de las especies

Indonesia. Cientos de miles de personas, cientos de miles de islas. Ahora por encima, ahora por debajo del ecuador. Otra latitud para el ávido e inquieto navegante. Otros colores más verdes, otro ritmo, donde las cortas distancias son infinitas y el tiempo ni tan siquiera se mide. No hay prisa para llegar a un acuerdo en el precio, cuando a la mañana vacía le sigue un tarde calma. No hay límite de velocidad, cuando enjambres de ciclomotores rodean el horizonte, transportando familias completas o cargas asombrosas, de aquí para allá, en un caos controlado, donde la precisión de la costumbre es el único milagro que minimiza las colisiones. 50 km/hora, gasolina a granel y embotellada.
Tantas diferencias con nosotros, como entre ellos. Miles de lenguas, miles de religiones, miles de etnias, miles de tradiciones, miles de cosmovisiones diferentes, miles de machetes en un difícil equilibrio que de tanto en tanto estalla y les hace perder literalmente la cabeza. Y, sin embargo, la mayoría de los días descansa en paz esta gente que vive sólo para la muerte.
Gente que sonríe mientras la jungla avanza devorando las carreteras y los volcanes humean amenazantes y los terremotos sacuden a los dormidos hoy aquí y mañana allí, derribando templos que habían esperado a los dioses durante milenios sin que nunca recibieran su visita.
Y sobre esas piedras secas, sobre esa fina capa de arena blanca, cuando no te das cuenta, renace el milagro y brota la selva que se devora a sí misma: en el ciclo continuo de creación, destrucción, renovación, que justifica a Brahma, Shiva y Vishnu que nacen de los ojos de las gentes que observaron pacientes la caída de las hojas sobre el suelo viviente de la selva. Donde las filas de termitas, que golosamente comen los orangutanes, digieren los árboles que caen para alimentar a los que nacer en busca del sol que esconde la maleza.
Y los hombres, que esperan el nuevo tsunami, levantan casas efímeras fáciles de montar y desmontar, entre las gallinas, patos, cerdos, búfalos, perros, gatos y chiquillos que se persiguen los unos a los otros, entre la abundancia de plantas preciosas que rodean las terrazas de los arrozales que huelen a canela, a clavo, a papaya, a madura banana. Y si no fuera porque no hay calles que recorrer, ni agua corriente, ni paz perenne me quedaría varado en las arenas blancas delante de los arrecifes aprendiendo a esperar con su tranquilidad la muerte. Devastando paciente la madera donde esculpir el tau-tau donde morara mi alma eternamente.

martes, 1 de septiembre de 2009

La velocidad nos detiene

"La velocidad nos detiene" Arranco de una pared esta frase... y me la llevo puesta, calzada o, más bien, pegada al cuerpo como lluvia que va calándome hasta los huesos.
Masco pausadamente su significado y el caramelo endulza mi paladar.
Dulce, como su engaño: Si me detengo, avanzo. Si paro, me contemplo, me conozco, me reconozco. Si me paro, averiguo qué quiero. ¿Qué quiero? Si me demoro, si me ralentizo, me vuelvo humano, me eleVO.
Apuro ávidamente la raspa de su significado y el caramelo tiene un regusto amargo.
Todo lo anunciado es mentira. Si sigo lamiendo la frase, después de desgastar su dulzura, llego a su centro amargo, a su esencia áspera. Si me detengo, pierdo mi velocidad de crucero, renunció a la inercia acumulada y como Ícaro, mal dotado para el vuelo, caigo y me estrello dentro del pánico que tengo de enfrentarme a mi mismo y no ser nada. Nada, desnudo de mis medallas, de vuestros aplausos, de tus palmadas en mi espalda. Estar vacío, no ser nada.
Y ahora que llega imparable la vuelta a la rutina, septiembre y el nuevo curso, recuerdo porque admiro a los trotamundos que arrastran su existencia sin hacer nada, ajenos al mundanal ruido y al éxito social. Ajenos.
Y ante el dilema de elegir entre la velocidad y la calma, ante la incertidumbre que genera una posible renuncia, me consuelo con el recuerdo del ritmo de mi respiración en el agua, mientras nado. Nada: un ritmo propio, que tarda en encontrarse, pero que con el tiempo se automatiza. Ni rápido, ni lento. Lo justo para garantizar el movimiento, para alargarlo lo suficiente, para volverlo constante, paciente e incansable. Lo suficiente para atreverme con la distancia que me separa de la mutable raya del horizonte. Lo suficiente para creer en la posibilidad de una isla, divisar un puerto y ancorar. Lo suficiente para creerme.
Foto: Lara Alegre

viernes, 7 de agosto de 2009

Ferroagosto

Cierran las persianas por vacaciones. Todos los teléfonos se desgañitan en horario de oficina. Las secretarias de guardia contestan que no queda nadie en casa, que no saben nada. Respuestas automáticas nos avisan que nuestros mails no serán leídos hasta nuevo aviso. Se acabó el curso. El mundo se toma un descanso y respira hondo.
Los periódicos adelgazan hasta el límite de la anorexia, mientras engordan a las serpientes del verano. Miles de millones malgastados en fichajes, torneos de verano, reposiciones y programas malos. Todo el pescado ya esta vendido o se ha podrido. Nos vamos dejando el país tomado por los turistas y la economía suspendia de un hilo. Alea jacta. Surcará estos días siguiendo las órdenes del piloto automático.
Mientras tanto, aquí, imposible caminar con este bochorno. Cae un sol de justicia, que sólo impacta sobre los turistas, que esforzados no paran de hacer su trabajo, de andar de aquí para allá. Y tras sus bolsillos, acechando como buitres, se amontonan los carteristas.
Los indígenas nos resguardamos bajo la sombrilla, perfeccionamos nuestro complejo sistema de estirar la siesta a pierna suelta, debatimos sobre el porcentaje exacto de cerveza que tiene que llevar una clara bien tirada. Y esperamos que pase el calor, que pase todo este tiempo libre lo más rápido posible.
Y después de cuatro días de vacaciones y los bolsillos vacíos, en este verano de la crisis, solo pensaremos en volver al cole y encontrarlo todo como estaba. La empresa sana y salva. Los restos los echaremos en septiembre.

domingo, 2 de agosto de 2009

Malos tiempos para la lírica

Nina: No soporto más tu perenne cara de aburrimiento
Nin: No puedo evitarlo. No tengo ganas de hacer nada. Todo ya está hecho.
Nina: ¡Inventémonos mundos paralelos!
Nin: Ya hemos explorado, conquistado y destruido varios sólo esta mañana.
Nina: ¡Reiventémonos a nosotros mismos!
Nin: Mantener a tantos avatares me agota, ya he sido cualquier cosa de todas las vidas que podía haber vivido, desde una señora estupenda a un viejo salido. Me agota tanto mono hueco. No encuentro en ellos, lo que falta en mi.
Nina: ¡Hablemos con nuestros amigos dispersados por el mundo¡
Nin: Las conversaciones superficiales incrementan mi desasosiego. Necesito tocar, lamer o arañar. Puedes olvidar con quien has reído, pero nunca olvidarás con quien has llorado, dice la canción.
Nina: !Huyamos de este desierto hacia dimensiones paralelas¡
Nin: El alcohol me da resaca, las píldoras de colores provocan regresos de ángel caído que detesto. Odio el escapismo.
Nina: ¡Hazme de nuevo el amor!, mi amor. Entra en mi cuerpo por cualquiera de las grietas que te ofrezco, que abren mis carnes solo para ti.
Nin: Nina, tengo 13 años, no sé si entiendo ese amor que me prometes, si lo abarco. Te necesito, eres lo único que tengo. Pero el sexo a secas incrementa mi hambre, aumenta tu abismo.
Nina (llorando): ¿Qué puedo hacer para arrancar el aburrimiento que tiñe de triste tu cara?
Nin: Haz que cueste ganarme las cosas que deseo, que existan prohibiciones que burlar, muros que derribar, que caminemos en la incertidumbre de la clandestinidad, que haya ideas por las que dejarse matar, que todo tu cuerpo sea pecado mortal.
Nina: Allí no te puedo llevar. Ese lugar no existe. ¿Dónde quieres ir?
Nin: Quiero ir a Barcelona
Nina: ¿?
Nin: Quiero ir a Barcelona 1936. Respirar que todo es posible, creer en el hombre todopoderoso y en el amor eterno y trágico.
Nina: Y ¿morir? Tu, ¿Quieres morir?
Nin: Morir como un valiente ignorante. Vivir o morir en el frente del Ebro, en las trincheras de Belchite, con tus cartas en el bolsillo y tus besos ayudándome a sostener ese fusil que detesto.

viernes, 31 de julio de 2009

La pobreza en los grandes almacenes

Donde caben 2 caben 3: E Ikea explota la desgracia de los jóvenes que vuelven a casa con el rabo entre las piernas, de los inmigrantes que se hacinan porque no pueden pagar el alquiler, de los desahuciados expulsados de sus viviendas por no poder pagar su hipoteca a fin de mes.
Menú a 1 euro por persona y día: Y Carrefour loa el sacrificio, el hambre y las ganas de comer. No queda otra solución que apretarse el cinturón. Marcas de elite publicitan bajadas en el precio de sus productos estrella y pasan por el tubo pues no les queda más remedio que producir para las marcas blancas de los diabólicos hipermercados o cerrar sus plantas.
Yo no soy tonto. Y Mediamark garantiza los precios más baratos. Gritan consejos para ahorrar en la compra diaria, es el primer paso para combatir el hambre, para evitar el drama, como en las viejas campañas revolucionarias en las que Fidel explicaba las virtudes alimenticias de las hojas y raíces de la selva cubana.
Rebajas del 70% en el verano de elCorteinglés: Y el calor del amor en un bar se vuelve, poco a poco, más barato. Pero, a pesar de los salvajes recortes, de los descuentos nunca vistos, los precios se resisten a bajar. Cómodos en las nubes, no quieren volverse terrenales, ahora que habían acostumbrado a las gentes a pagar cualquier precio por cualquier cosa, cantidades escandalosas por sus bambas, por sus casas, por las bagatelas que desechaban sin usar; parece pecado mortal vender más barato o al precio que se puede pagar.
Just do it. Se vuelve más interesante la competición por los recursos escasos en la arena de este circo. Y las colas se hacen cada día más largas en los comedores de la beneficiencia que han de doblar y triplicar sus esfuerzos y sus turnos para poder alimentar a todos sus comensales.
Yes we can: Y las familias se aficionan a las matemáticas para hallar la fórmula logarítmica más eficiente para pagar los recibos de la casa, la cuenta del mercado y el reflejo desdibujado de lo que había sido el ocio en los tiempos de esplendor.
Y como decía la canción: Cuando la pobreza entra por la puerta el consumo salta por la ventana. Ya no hay peligro de inflación.
Pero presten un poco de atención: ¿por qué no valían las cosas ayer, lo que valen hoy? Porque nos gusta comprar caro. Porque precio elevado es sinónimo de calidad. Porque nos quema el dinero en el bolsillo y nos genera problemas ahorrar.
Pero tras tanto despilfarro, la cigarra famélica y sin techo canta sólo boleros y blues, mientras que las hormigas obreras sólo escuchan heavy y punk, y se preguntan qué hubiera pasado si no hubiésemos estirado tanto el margen del beneficio comercial. Si no nos hubiesen estrujado tanto la patronal. Bienvenido a la república insolvente de mi casa.

martes, 21 de julio de 2009

Tanta libertad

¿Cómo es posible que estando siempre el vaso medio vacío, la duda siempre se me desborde, mojando la pólvora de mis otrora verdes esperanzas?
Los astros remarcan que la fecha de mi nacimiento me debería dar aliento. Las estrellas, tozudas, afirman que conozco el camino de tiza marcado sobre el plano infinito para llegar donde yo quiero llegar. Pero aquí permanezco, siempre lejos de donde quiero estar, aguantando el vendaval, en medio de la calma chicha, en este mar disecado, como barco enclaustrado en botella de cristal. Aunque nunca me permito un paso atrás, no parece que avance un sólo milímetro. Siempre a la misma distancia de ese puerto mítico, al que, aunque nunca he visitado, siempre quiero regresar. No habrá jamás descanso. Nunca un pájaro en la mano, si pienso que son más bellos volando. Mientras muchas gentes maldicientes comentan que mi presa siempre estará al otro lado, que se me escaparan siempre los tres pies del gato. Y 10 de cada 10 de mis psiconalistas manifiestan que comparo sin cesar y que nada me es suficiente: sólo lo ya perdido, lo que hace tiempo que quedó atrás, o lo soñado, o lo que nunca jamás será.
Y sé que las cosas no son faciles para ninguno dentro de este iglú tan desangelado, que tanta libertad, que tanta posibilidad, que tanta oportunidad acabarán congelándome, como a un niño incapaz de elegir ante el gran escaparate de esta vida confitería.
Y sé que pasan los trenes que dejo escapar en mi, cada vez más vieja, terminal. Y odio la alta velocidad y los aviones que no paran de despegar y aterrizar. Y aún así puedo dormir sabiendo que un día más me quedaré sentado aquí, en la penumbra de este jardín tan extraño, sin tomar una determinación. Pues no ha llegado el momento, que substituya a todos los que ya han pasado.
Pero mis músculos abotargados, aún se mantienen tensos, sobre mis huesos calados, para en el momento oportuno, en el instante preciso, saltar y ofrecerte mi yugular, pues sólo deseo ser devorado y dejar de elegir.
Ilustración: Enki Bilal

lunes, 13 de julio de 2009

Mejor, haber pedido muerte

Me sonreíste y ahora que la noche se archivado en el cajón de tus recuerdos, te lamentas por las esquinas, porque no puedes dormir y miles de demonios revuelven tus tripas. Se te escapan los pasos de claque en la oficina, tienes agujetas en la cara de tanto sonreír y las personas de orden te señalan por la calle porque, sin guardar las formas, cruzas las calles sin pisar el asfalto y a un palmo del suelo flotando. Y aunque te obligas a mirar hacia otro lado, no puedes dejar de pensar en mi. Recuerda que pudiste evitarlo. Mejor, haber pedido muerte.
Ahora no paras de preguntarte dónde se han escondido todos estos años los chicos que se parecen a mi y miras al resto como si fueran sucios primates de medio pelo.
No saber si he vuelto a pensar en ti, es el precio que has de pagar por ignorar a todos los que suspiran o han suspirado por ti.
Ahora tienes miedo, pero yo ya te advertí: Dije que era diferente, que nunca decía la verdad, pero que tejía mentiras que abrigan mucho más.
Ya te avisé: Dije que era insuficiente, que no sabía amar, pero que seguía las instrucciones secretas que dictan a gritos los cuerpos y que sacian la sed mucho más.
Ya te expliqué: que no te iba a escuchar, que no atendería a tus razones, que mi instinto respondería a tus secretos, que mi telepatía descubriría lo que nunca te habías atrevido a desear. Y aunque te pesa, reconoces que nunca habías sentido lo mismo. No soy bueno, pero nadie me puede superar en tu imaginación. No soy bueno, pero hay algo que te hace tener la certeza, de que no encontrarás nada mejor. Y cuanta rabia te da eso.
Mis palabras engañan tu razón. Es delito, ser como yo: un fraude tan efectivo, un infalible embaucador.
Y ahora rezas para poder guardar mi expediente abierto en tus carnes, bajo varías capas de polvo antiguo. Pero no hay manera. Nada que se parezca a un indicio de que te podrás llevar mi gato al agua. Y el teléfono no suena, cuando debería sonar. Tanta incertidumbre pone tu piel de gallina, que no para de picar.. Das vueltas por el pasillo de tu casa maldiciendo tu suerte, no paras de suspirar. Reniegas de conocerme. Y caminas diciéndote, mucho mejor haber pedido muerte.
Ilustración: Audrey Kawasaky

sábado, 4 de julio de 2009

Noches de verano

Hola, es la ola de calor. Diablos ¡cuanto calor!
Retumba en el patio de vecinos la maldita canción del verano. Angelitos negros bailando y sudando sabrosón.
He quemado los libros en la hoguera de Sant Juan, ya no tengo con que alimentar la calefacción. Saco la horchata helada del refrigerador.
Me deshago dentro del traje, ahorcado por la corbata, mientras turistas extremeñas compiten por lucir las faldas más prietas.
Se derrite el asfalto bajo mis zapatos y tu, como siempre, nunca sigues mis pasos.
Sudo nada más verte de lejos. Te pones a correr delante de los toros. Siete de julio, sanfermín. Y no me queda más remedio que agarrar la bici por los cuernos. Subo de amarillo el Turmalet, mientras duermo la siesta a un centímetro de las aspas del ventilador.
Desvío mi mirada por encima del ordenador. Veo, con claridad, como en las piscinas privadas las chicas depilan sus cuerpos al sol. Cierra por impago la escuela de calor.
En verano, se vuelven tangibles los espejismos, las mujeres nos engañan a destajo, todas parecen más guapas con tan poco trapo, mostrándonos el camino del abismo.
Como siempre, no me escuchas cuando te hablo. Y en el trabajo sólo miras páginas de vuelos baratos, fotos de playas desiertas en países raros.
Desciende a toda la leche la cuesta el carrito del helado. Este verano no me va atropellar. Me escapo a los festivales más cool a escuchar a los grupos más raros.
En los conciertos, las guiris reparten besos de piña para refrescar al niño y la niña; para cada uno de nosotros, para todas las que los ojos les guiñan, para que todo sea paz y amor, para que no haya riñas.
Sudo nada más verte a lo lejos, que se lo que me pretendes y no tengo el cuerpo para dar consejos.
Las sábanas sudadas de mi cama, recuerdan todo, pero no dicen nada; que, con tanta calor, sueño mucho pero duermo poco.
Sólo sobre la fría arena el sueño me vence, bajo la genista, porque al despertar quiero tener buena vista sobre las bañistas.
Y mientras entretengo el insomnio con ron, de repente, entre tanto son sabrosón, recuerdo que sóc de Barcelona y em moro de calor.
Tócala de nuevo Sam. Apriétame el ventilador.
Y a la oreja me susurras, a pesar de mi sudor: ¡Que cortas son las noches de verano, deja de bailar y mételes mano!

sábado, 27 de junio de 2009

Esto si se enfría no vale nada

Otra vez, estás llegando tarde y ésto si se enfría no vale nada. Todo se pega. Se me pasa el arroz. Menos mal que estoy socarrat y pegado a los huesos de la sartén me guardo lo más sabroso. Que disgusto te vas a llevar cuando sepas, tras conocerme, que existe un mundo diferente donde nos reímos de las locuras de la gente. Me empeñaré en envejecer como el rioja, en brotar todos los inviernos, porque cada vez que voy a menos, tu me ignoras más.
Me reengancharé de nuevo a la legión extranjera para defender la frontera entre el bien y el mal, para ver nacer las puestas de sol y resguardar el horizonte. Madrugaré todas las mañanas, para amasar los recuerdos y garantizar que sobre la mesa haya siempre pan caliente con el que poder mojar en todas las salsas. Seguiré bailando por las calles de vuelta a casa, cuando crea que no me ve nadie, para que sigáis cuestionando mi cordura.
Resguardaré de los intereses de las multinacionales mi mirada silvestre, no venderé mis tambores, bailaré siempre entre las flores. Continuaré piropeando a todas y cada una de las mujeres que sonríen a granel. Caminaré hacia atrás para, sin que nadie se de cuenta, avanzar una pantalla más, hacia el record mundial y conseguir encajar todas las piezas que caen dentro de mis ojos en este puñetero tetris que rellena mi cerebro.
Compondré nuevas canciones para el verano y olvidaré los tangos y los boleros que he cantado ya. Y seguiré haciendo lo mismo, experimentando hasta el borde del abismo, porque me gusta, porque me divierte, porque es el plato que cocino mejor.
Perderé con elegancia todos los combates, pero no tiraré los guantes. Me sacudiré el miedo y volveré a la arena. Como siempre, lleno deudas, lleno de dudas volveré al ruedo, me arrimaré al toro y dejaré que laman mi cuerpo sólo para saber a que sabe.
Regresaré a la pista a trabajar sin red para dejarme querer, volar por volar, sin respetar la ley de la gravitación universal. Silbaré a veneno en la cola del pan: “Si tu no te das cuenta de ná, el mundo es una tontería, si vas dejando que se escapé lo que más querías”. Me entretendré jugando en las calles y llegaré tarde una vez más, porque esto si se nos enfría no vale pa’ná.

domingo, 21 de junio de 2009

Terrats

Ara ja fa dies que no venen somriures, que no sento els riures. Però, aquí damunt la teulada, a sa horabaixa, ronronea suau i se refrega contra sas meues galtes sa brisa. El terra desvastellat del terrat, d’aquest edifici que es cau de pur ruïnós, fa coll avall, i t’aboca, i t’obliga, en oblit del teu vertigen, a l’horitzó, i de retruc a mirar cap el futur.
Un cel tantes vegades blau, malva o lila al iniciar-se el vespre, avui fa verd a les hores que les copes de vi surten per anar a sopar. Sacsejo les fulles dels diferents enciams per a que s’impregnen de modena i es barregen els colors, els sabors i les textures.
Els avions o, potser, les orenetes fan ziga-zagues esquivant les antenes en una persecució infinita, unes al rebuf de les altres, avançant-se a la sortida de les corbes com si fossin Valentino Rossi.
Son vespres d’estiu, s’acabarà en quatre dies el curs, els profes tindran vacances i mentre naltres els envegem, els senten el desassossec de no saber que fotre amb tant de temps, amb tanta solitud fins al setembre.
I aquí en la quietud de l’inesperat apat compartit en casa aliena, sobre la ciutat on bullen els drames, la tranquil·litat ens obliga a somriure i l’ànim a creure.
Tots els presents em perdut la última combinació premiada de la loteria primitiva, i encara ens llepem la ferida. Tots els presents som ludòpates de la vida, i ens gastarem la última moneda de la butxaca en la pròxima partida. Ningú renuncia a sa utopia xiquita.
Fotografia: Alicia Santos

miércoles, 17 de junio de 2009

El perverso efecto riqueza

Decía el filósofo: “conócete a ti mismo”. Decía el refraner català “no estiris més el braç que la maniga” Decía el poeta francés del XIX Charles Augustin Sainte-Beuve: “El que abusa de un líquido no se mantiene mucho sólido”. Y no los escuchamos. No quisimos escuchar porque tapaban nuestros oídos los seductores cantos de sirenas que nos prometían que siempre seríamos felices y comeríamos perdices. La culpa fue del perverso efecto riqueza.
La caída de los tipos de interés y el crédito a go-gó que permitieron los bancos en su encarnizada competencia por incrementar sus balances, impulsó el precio de la vivienda hasta el infinito y más allá. Los propietarios nos cegamos por el brillo de un futuro sin límite. Nos habíamos vuelto ricos, sin comerlo ni beberlo, simplemente porque nuestro piso que hace unos años había costado 100, ahora valía 300 o más. Muchos cambiaron de vivienda o compraron otra. Los pocos que no compraron fueron sospechosos de estupidez. Muchos otros, comenzaron a comportarse como lo habían hecho siempre los anglosajones, y solicitaron ampliaciones del capital pendiente de amortización de sus créditos hipotecarios, que los directores de los bancos concedían en un santiamén con un extraño brillo en sus ojos. Se podía tirar de la hipoteca para comprar un coche, poner un negocio, pagar las vacaciones o pasar por el cirujano plástico para adecuar nuestro look a la bonanza. Confiamos en que las más bajas cuotas hipotecarias de la historia que pagábamos cada mes, iban a mantenerse congeladas ad eternum, y nos atrevimos con una hipoteca cada vez más grande.
Con los salarios igual de bajos que siempre, los españolitos consumimos más que nunca. El aumento del consumo se tradujo en mayor crecimiento económico y más empleo, pero también en un fuerte incremento del endeudamiento de las empresas y los particulares. El ritmo de nuestras vidas se aceleraba. Nos gastábamos el pasado (los ahorros), el presente (los salarios) y el futuro (los créditos) en una fuerte apuesta por el ahora o nunca. Y comenzamos a inflar la burbuja especulativa. Sobrevaloramos nuestras capacidades. Las entidades financieras nos dieron créditos por el 120% del valor del inmueble que adquiríamos o teníamos. Los bancos dieron créditos a las empresas con garantía a unos suelos no finalísticos por el 1000% del su valor real. Fue un salto mortal sin red.
Abusamos de nuestra liquidez y nuestra economía dejo de ser sólida. Los precios de las casas sobrepasaron la frontera de lo posible. Los tipos de interés se volvieron más antipáticos. El grueso gris de la demanda de vivienda no pudo comprar más, porque con los precios por las nubes ni las hipotecas a 50 años hacían viables las compras. Las viviendas sin vender se fueron acumulando a escondidas de todos hasta que llegaron al millón y dejaron de ser invisibles bajo la alfombra. Los precios de las viviendas, para sorpresa de todos, se aficionaron a la caída libre. Un buen número de hogares sobreendeudados se vieron abocados a la quiebra técnica, porque el valor de su casa ahora es inferior al de la deuda contraída para financiarla. Las hipotecas se volvieron imposibles de pagar, pero la garantía es personal, y devolver el piso no nos exhonera de la deuda. ¡Menuda sorpresa! Las familias se ataron los machos. Se cerró el grifo del gasto. El consumo se redujo a la mínima expresión. Llego la cuaresma. Se incrementó el paro.
Y ahora, estamos locos: la gente reza, los políticos buscan brotes verdes como si fueran tréboles de 4 hojas y todavía hay quien aún confían en el sector inmobiliario la recuperación de nuestra economía. No se extinguirán los dinosaurios.
Ilustración: Magritte, La poitrine

martes, 9 de junio de 2009

Ofertas contra la crisis

Miles de ofertas en los escaparates nos incitan a consumir mucho antes de que se abra la veda de las rebajas, las promociones nos prometen viajes low cost y hoteles baratos tan lejos como podamos llegar, cae el índice de precios al consumo por primera vez en nuestra historia moderna, los bares contraatacan y para evitar las mesas vacías el quinto menú de la semana corre a cuenta de la casa, los precios de los pisos a pesar de las amenazas de excomunión caen a plomo, poniendo a rezar a todos los hipotecados como buenos cristianos, y nadie sonrie porque el miedo se ha instalado en sus bolsillos vacíos.
Los políticos, uno tras otros, comparecen en televisión prometiendo brotes verdes abriéndose paso como héroes en estas tierras yermas. Nadie se cree tanta mentira. No sopla el viento. Hay calma chicha. Y todos los videntes apuestan por, al menos, dos años más de vacas flacas. Y mientras tanto, la Unión Europea, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional nos miran y se echan a llorar, porque somos el enfermo más grave, el alumno más débil y miramos para otro lado.
Vendrán tiempos más malos: la tasa de desempleo se multiplicará a la salida del verano, cuando la hostelería pliegue velas por temporada baja, la cola del paro serpenteara cuesta arriba, las hipotecas no se podrán pagar, los inmigrantes no tendrán otro remedio que dormir en las calles de la ciudad, la violencia se incrementará, caerán primero los contractos basura, pero todos se encomendaran a los santos más milagreros para quedarse igual. Ahora ya, paseando por las calles, se palpa la tensión. Ahora ya, parado en silencio, se escucha como crujen las vigas podridas que soportaron nuestro castillo de naipes.
La tasa de paro, del 20%, es la más alta de Europa y sigue creciendo. La deuda acumulada en los tiempos de euforia equivale a 18.000 euros por persona. Los empresarios piden a las familias que se recorten los salarios y consecuentemente devolver los créditos se torna imposible. Los empresarios nos piden comprar más, olvidaos de las marcas blancas, pero multiplican los expedientes de reducción de empleo. La carga hipotecaria en España es del 70% del PIB, cuando la media europea es del 40%. El coste de acceso a una vivienda protegida en España para un joven es equivalente a 20 años de su salario íntegro, pero nos ruegan que compremos pisos para mover el motor de nuestra economia.
Nos han exprimido hasta la última gota, cobrando los salarios más bajos de la Europa de los 15, cobrándonos desde los tomates a las casas como si fuéramos turistas que no íbamos a volver otra vez aquí para volver a consumir. Nos depredaron como si nos fuésemos a extinguir. Nos dijeron no estudies que en la obra se gana buen dinero. Nos quedamos sin ingenieros. Nos obligaron, no, nos alentaron a endeudarnos hasta las cejas porque todo iría siempre bien. Cargamos la visa y reventamos la tarjeta de Elcorteingles. Trabajamos para no llegar a fin de mes. Y ahora debemos más dinero que el sueldo que ganaríamos los próximos 5 años, si trabajásemos, ahora que nos quedamos sin empleo.
Y ahora tenemos miedo. Tenemos miedo del hambre de los que están peor que nosotros. Los miramos con odio y votamos a la derecha. Menudo remedio. La misma gente que nos exprime, nos explota, nos atocina, nos ignora.
Cuando tengas hambre, por amor de dios, no mires abajo. Cuando la desesperación te vuelva salvaje, levanta orgulloso la cabeza, mira a los barrios altos, encamínate hacia el norte de la Diagonal, a Sarria o a Pedralbes. Apedrea sus casas, destroza sus coches y comete un par de ricos, siempre están gordos y tiernos, siempre están rellenos de euros.

domingo, 7 de junio de 2009

Buzo en días secos

Aún brille el sol, plena la primavera. Aún el cielo azul, y marina la arena. Aquí cobijado, la atmósfera es plomo y gris. La niebla, densa. El aire, cargado de zozobra. Y buzo soy de estos días secos. La escafandra cerca mis malas ideas y las acorrala junto a mí. Los plomos que calzan mis píes lastran mis torpes pasos, recaigo y no avanzo.
Hay días que sólo me sostiene la lectura. Sumergido en ficciones ajenas sepulto mi tiempo. Página tras página postergo las decisiones que algún día debería tomar. Párrafo tras párrafo eludo mi soledad. Soledad de terribles dentelladas.
Pero hay días que nada me sostiene, pues las palabras escritas se enturbian, mis lágrimas emborronan las letras, ciegan mis ojos ante el avance irremediable de mis miedos. Es el pavor a la soledad, irracional y atávico. Y resuenan las preguntas de las que siempre me evado. ¿Por qué he llegado hasta aquí? ¿Por qué ahora estoy sólo? ¿Por qué me siento sólo? ¿Qué hice mal? ¿Qué cuidados desatiendo?
Y desde ese preciso momento, en que se abre la caja de los truenos, soporto la rabia acumulada de un púgil, que con una sabía y contundente combinación de golpes, me va castigando. Debe ser el niño que deje de ser, quien ahora calza estos guantes que me laceran. Tantas cosas le prometí y deje sin hacer, que le desborda la rabia.
Y realmente todo este sufrimiento es en vano: cuando me adentro en mis tinieblas, ninguna respuesta encuentro. Sumergido en mi denso y fangoso dolor, no avanzo. Puedo hurgarme la herida tanto como pueda soportar apretando los dientes. Puedo aquí instalarme, nada cambia. De todas formas aunque me devano los sesos intentando encontrar un motivo: No sé por qué caigo en este agujero. Sólo sé que con hambre insaciable siempre me aguarda, dispuesto a deglutirme. Sólo sé que volveré a caer. Sólo sé que igual que desconozco el camino de entrada, ignoro donde queda la salida. Y sólo me esperanza la certeza de saber que no permaneceré mucho tiempo en esta botella varada en medio de la nada, pues hay una especie de principio de Arquímedes que me obliga a flotar, a fluir y a remar contracorriente en busca de los rápidos de aguas cristalinas donde eligen morir los salmones.
Ilustración: Shaun Tan

domingo, 24 de mayo de 2009

Caída ciega

A veces las cosas que me sostienen no parecen presentes. Que están allí, firmes e inmutables, es evidente. El suelo bajo mis pies nunca desaparece. La densidad de cada una de las cosas que me envuelve permanece. Pero todas y cada una de ellas se me hacen invisibles. Y aunque lo intento, no puedo verlas. Todas las cosas chiquitas que mi ánimo debilitan se engrandecen, se confabulan y me someten.
A veces me imagino suspendido inerme. Perdido en el vientre de la oscuridad más fría y vacía. Ningún sonido, ningún olor, ningún color frena mi miedo. Ningún eco responde a mis mudos aullidos. Me ciega el vértigo. Y como en las pesadillas, nada detiene mi caída.
Sólo derrota y desamparo. Cercenados todos, ningún hilo me sostiene. Ajenos todos, ninguna red me protege.
Pero en algún momento, por instinto, aprieto mis ojos, retiro las vendas, limpio las legañas y se cuela un rayo de luz. Se infiltra la cordura. Se desborda la vida. Y todo sigue allí. Inmutable. El mundo agazapado detrás de mi maleza, de los enredos de mi mente, preparado para abalanzarse sobre mi y obligarme a sonreír.
Están ellos. A veces ocupados, a veces imprevisibles. Y estás tú. Y está toda esta locura que desde dentro de mi me obliga a canturrear, a resistir, a repetir una vez más mis versos, mis trucos, mis cabriolas. Obligarme a olvidarme del pánico que me produce este mundo y a entretenerme en revolver mis juegos, los mismos que utilizo para arrancaros las sonrisas que me alimentan.
Ilustración: Toni Algaba

lunes, 18 de mayo de 2009

El paisatge de tornada

Dol el paisatge que potser ja no has de tornar a trepitjar. I els arbres, les cases i les imatges que no atenies en les teves giragonses es tornen fonamentals, ara que s’esgota el moviment pendular que t’atreia qual io-io aquella, la teva llar.
Dol la mirada clavada en cada detall, que tria, sense sentit, de llepar la substància efímera del camí. Feren els rails que avancen. T’ofeguen els quilometres de via que t’empasses. Et castiga la distància a que t’obligues.
Dol l’elecció triada. Mossega el present si l’obligues a fer-se record. Indòmit salvatge que només vol el teu futur. Mastega els teus dits la porta per tu mateix tancada, i criden tots el teus sentits.
Cap altra any, la plana ha estat tant verda, humida i sucosa. Tant absenta de pols o teranyines. Tant oberta a l’impossible. I no van ser només les pluges les que netejarem la llum que il·luminava els seus paisatges, a tu oferts.
Esbrossats m’has presentats els teus camins, les teves valls. Franques les ombres, les fronteres i els llindars. Càlida i franca la llar on crema la vida teva, sencera i sense reserves.
I ara que lo tren m’allunya, es possible que les roselles que sagnen salpicant sobre el verd prat, triguin de dir-me alguna cosa en algun tipus d’idioma que jo pas he après a entendre: Òn clavares les teves arrels?
Il·lustració: Saudek

lunes, 4 de mayo de 2009

Malos tiempos para la obsolescencia

Todos los augures anuncian a los cuatro vientos el final del reinado del usar y tirar. Después del paso festivo de las vacas gordas, alardean estridentes clarines y timbales anunciando el esperpéntico desfile de las vacas flacas y, desde el medio de los esqueléticos bóvidos, quien nos sonríe es la temida crisis triunfante, que viene a quedarse.
Pero escuchemos a los sabios, que pacientes nos recuerdan que las crisis son un nuevo principio y una nueva oportunidad. Así, buscando el lado positivo, después de tirar la casa por la ventana, la crisis nos impone más cariño a lo ya acumulado. Una segunda oportunidad a los recursos arrinconados. En ausencia de las compras compulsivas, ahora que la visa cerro por defunción, por fin nos dará tiempo a usar todos los trucos y funciones de nuestros viejos gadgets, antes de arrinconarlos en el cajón de nuestro olvido. Dicen los analistas que no aparecerá ningún producto revolucionario durante los próximos años. Todos los conejos permanecerán encerrados en sus chisteras, ahora que ningún truco arrancaría un centavo de los bolsillos sellados.
Hasta un nuevo decreto de sol y buen tiempo, hay futuro, pero no hay crédito, y sólo gana el que menos gasta.
Ahora que no hay lugar para los colores estridentes en el reinado absoluto de las marcas blancas, es la época precisa para usar ese fondo de armario sabiamente atesorado que jamás nos ha traicionado. Se buscan nuevos usos para las mismas cosas. Se lleva doblar el interés a las mismas personas. Nada nuevo. Más tiempo para usar lo viejo. Tiempo para el vintage. Resucitar las esperanzas. Más posibilidades para una segunda oportunidad.
Y nuestro cerebro, mal acostumbrado por una dieta basada en frívolas chucherías instantáneas, deberá escarbar bajo el polvo de la pereza para recuperar la costumbre de buscarle los tres píes al gato.
Serán defenestrados sin piedad los nuevos ricos, nada más se les agote el cash. Ingenuos, tontos, incautos que se llenaron de créditos serán fácilmente escupidos sobre la cuneta. No habrá piedad para el que no demuestre saber más.
Pero dicen que no hay mal que por bien no venga: Y los padres aprenderan a decir “no” a sus hijos bienamados. Aunque sin regalos, no sabrán como comprar la sonrisa de sus vástagos y, mucho menos, su silencio. Ahora que tendrán más tiempo para ellos, ahora que hay menos horas extras, menos reuniones de negocios, menos clientes y son más largas las colas del paro.
Pero dicen que no hay mal que cien años dure: Y aprenderemos a querernos, ahora que no hay dinero para bromas y se recortaran gastos e infidelidades, pospondremos los divorcios, pues corren malos tiempos para la lírica. Y una vez estudiado el saldo de la cuenta corriente, podré mirarte a los ojos, y si bien no llegaré a decirte que te quiero, no temblaré al decirte sinceramente: te necesito, vida mía, sin ti a mi lado no vivo, ni pago los recibos, ni llego a fin de mes.
Y recuerden los presentes, que vendida la música sólo queda el instrumento.

sábado, 18 de abril de 2009

Cal kaos, caus k.o.

Vaig nord, penso sud.
Giro a la dreta cada vegada que vull anar a l’esquerra.
Dono un pas decidit i ferm endavant, però dues ensopegades em fan arribar molt més enllà.
Torço dret, i un pas enrera per cada salt sobre el buit sense xarxa,
per després de cada mortal, acabar,
invariablement, amb el cul novament a terra i baldat.
Tanta gent per a tant poca companyia.
Fets drets per idees esquerranes.
Camises ben planxades per dins de vaquers bruts i trencats.
Cabells llargs i despentinats sobre el cap ben moblat.
Tantes hores de feina sense sentit.
Tants diners gastats per no haver res.
Dic el que penso, però rarament penso el que sento.
Monosíl·labs per expressar pensaments profunds,
paraules científiques per teixir xerrameques buides.
Tant de saliva gastada per que no m’entenguis gens.
Visc net, i somnio brut.
Cent mil voltes sobre el llençols arrugats.
Tants de nervis per no res.
Petons desesperats per amors controlats,
ossos sacsejats, cossos macats i castigats,
matalassos tant tacats
i tantes nits en blanc
per a que tornis a marxar.
Tot el dia corrents,
i quan m’aturo,
just recordo que la vida continua,
que sempre es sa hora punta,
i el vespre és fa dia.
Tant kaos,
caus k.o.
Dorms.

martes, 14 de abril de 2009

Amnesia selectiva

No miro, en las mañanas, mi imagen reflejada en el descascarillado espejo. Así amanezco. Engañado por el recuerdo de lo que nunca fui, por la imagen que a mi mismo me vendí. Olvido. Descarto las grietas que crecen silenciosamente en las paredes cansadas de mi vieja casa. No atiendo a la caída continua de mis carnes maltratadas. No me fijo en el repliegue persistente de mi piel al borde del abismo de mis ojos, o sobre la comisura de mis labios. Oculto bajo mi desenfrenada melena el avance progresivo de mi frente yerma. Y me refugio en los rayos de sol y en las sonrisas dulces y amables, aferrado a mi férreo engaño: el tiempo pasa por otro lado.
Como todos he aprendido a ignorar mis defectos, con la misma perfección con la que descubro el truco de los otros magos. Convivo sin dificultad entre las limitaciones de mi débil carácter, sin dejar de regodearme en amplios comentarios sobre la paja en el ojo ajeno.
Especialista en embaucar solo muestro mi perfil más bueno. Y le mantengo firme la mirada a las fauces de la vida, aunque los dos sabemos que juego de farol, que mi cartas son malas y que mi as escapo de mi manga.
Paso de puntillas por las horas del día, no permanezco quieto mucho bajo una misma mirada, me muevo todo el tiempo y hago mucho ruido. Oculto el retrato de mi Grey. Nublo tus sentidos y eres tu quien te engañas y piensas: ese es un buen chico.
No miro, por las noches, de vuelta a casa, mi rostro cansado, mi ambición vencida, mi utopía abollada, mis dichas desdichas. Sino que plancho mis camisas y almidono mis mentiras finamente tejidas. Me refugio en el recuerdo de lo que no soy y en los abrazos con los que me acaricias. Olvido, así anochezco.
Imagen: Courbet, autoretrato

martes, 31 de marzo de 2009

Detrás de la Sra. Templanza

Me Advertío la Sra. Templanza “No te permitas ilusionarte de algo antes de que la desilusión lo abrace”. Agradecí con una genuflexión su sereno y sabio consejo. Porque descubrí bajo sus palabras el cauto camino que me quería mostrar:
Ante la repentina ilusión que brota desmesurada y florece salvaje, trepando sin sustento ni pared a fuerza simplemente de imaginación y anhelos, calma. Pues las expectativas sobredimensionadas garantizan la decepción. Ante el abismo a que la loca alegría nos empuja, vértigo, freno y temor que nos libren de todo mal.
Y cuando el tiempo desgaste nuestra calmada sonrisa y mane gota a gota la desilusión, no desesperar, oblígarte a la alegría. No desistir en el tenaz empeño, porque es la rutina quien pinta de gris las bellas flores conocidas, acentúa los desperfectos de las brillantes estrellas y te muestra fáciles salidas fuera del campo de batalla donde ya no nos divierte dejarnos la piel. Entonces, más que nos pese, no marchar, no vayamos después a llorar lo perdido.
Consecuente, camino despacio, mirando al suelo y a los lados. Cruzo prudente por la vida cebra cuando los semáforos y los hados me abren paso. Y así despacio y con buena letra giró la esquina. Y cuando la Sra. Templanza ya no me mira, salto, corro, caigo y me levanto. Tirándome de cabeza a la piscina haya agua o no la haya. Probando hambriento el bocado desconocido, comprendiendo a la primera la nueva lengua extranjera, con ánimo suicida desde que aspire la primavera.
Me ilusiono sin base jurídica, ni argumentación bien documentada. Me ilusiono sin orden ni concierto, sin buenos cimientos. Me ilusiono fuera de programa, sin previo aviso, a contra orden. Me ilusiono sin conocimiento de la autoridad competente, ¡que imprudente! Y cuando quiero, darme cuenta, ¡santo cielo! Ya estoy ilusionado y no tiene remedio.
Me muero de miedo, porque antes de que cantan un gallo, meto la pata y pierdo la partida, rompo la lechera y todo serán duelos y quebrantos. Pero como el mal no tiene cura, gozo mientras lo bueno dura, sin cordura, como nacen las flores en esta primavera húmeda y oscura.

miércoles, 18 de marzo de 2009

L’origen del món

Font d’on mana la vida. Primer batec. Centre neuràlgic de l’univers. Kaos. Trastorn de les nostres idees. Distorsió perpetua del meu horitzó. Nucli ferri que distorsiona la meva brúixola. Banc de sorra on es vara la meva nau. Túnel per on s’ingressa al cel o es cau en el més càlid dels inferns. Aleph des d’on s’observa el principi de tot plegat i s’albira el final dels nostres dies més desitjat.
Ànima corpòria que ens lliga al món. Silvestre, ombrívola, humida i feréstega selva on perdre’s és normal i buscat
Parrús molsut. Forat on volem arrelar.
I ara la moda ens nega la jungla, reflex de fertilitat, anunci d’abundància i senyal de disbauxa i desordre. I una darrera un altra les dones retallen el caos que alberguen en una carrera funesta per imposar un cànon, pentinant els rínxols, homogenitzant la diferència, segant la gespa que resguarda la seva humitat, intentant limitar la bèstia experiència en falses aparences núbils, s’escampen un exercit de nenes pulcres i higièniques de pubis rasurat.
Però jo m’amago en la teva foscor, en l’abundància del teu bosc obscur, contrari a tot ordre i concert, anhelant arrelar. Sempre únic i diferent. L’únic lloc on en vull enredar. Última escletxa per on s’escola la boja aventura. Laberíntica caverna on es perd i es domèstica el meu dèbil minotaure.
Pintura: Courbet

lunes, 9 de marzo de 2009

Reducir impulsos

Demasiados ruidos, innumerables impactos visuales por minuto, exceso de olores y fragancias, texturas de más, muchísimos sabores y matices. Cada segundo más y más. Cada día una nueva necesidad que hasta hace 5 segundos no sabías que tenías, pero que ahora te urge cubrir. Nada sacia nuestra sed. Todo nos aburre o es aburrido. Lo perseguido, lo tanto tiempo anhelado, sólo brilla 15 minutos cuando está en nuestras manos, pues su luz muere eclipsada por algo nuevo que aún no podemos tener. ¿Cómo concentrarse ante tanto reclamo? ¿Cómo saber que querer ante tanto oferta y cambio? ¿Qué es lo bueno? Y más importante: ¿qué será lo bueno mañana?
Ante este mundo cambiante, todos padecemos un alarmante Déficit de Atención. Imposible concentrarnos en lo esencial, cuando sólo capta nuestra atención los estímulos más amplificados.
Si quiero captar tu atención necesito gritar en el volumen de la publicidad de la televisión, parpadear luces multicolores como las tragaperras, mezclar channel con cocaína y don perignon.
Colapso. No veo nada, no oigo nada, no siento nada porque mi cerebro se encoge, porque mis sentidos se repliegan para no morir sobreexcitados. Y, en un intento por sobrevivir, cerceno mis dotes animales: renuncio a ver sin mirar, a mi visión periférica, a oír sin escuchar, a los sonidos secundarios. Descarto una información tras otra, el tacto de las hojas, el sabor del bolígrafo que mordisqueo, el aroma del sudor que arranco de tu piel.
Pero me esfuerzo y descarto sus gritos. Dejo atrás la hiperactividad y me aferro a la lentitud. Intentó simplificar mi horizonte, prescindir de lo indispensable. Limpiar el ambiente. Porque aunque aún no la huelo, tengo noticia cierta de que se aproxima la primavera y quiero poder apreciar el leve tono de la luz que abra la primera flor efímera de mi ventana. Sólo lo importante.

miércoles, 4 de marzo de 2009

La felicidad que nace de las dificultades

Nosotros, los que siempre hemos sabido driblar las adversidades con el balón pegado al pie, los que siempre superamos las zancadillas con que nos intenta derribar la realidad, silbamos. Nosotros, los que disfrutamos de esa elegancia natural para no mancharnos en medio de la que está cayendo, cantamos. Nosotros, los que fuimos tocados con ese don de dios, con ese juego de pies que nos permite esquivar uno tras otro los golpes que la vida nos lanza de crouchet o de revés, bailamos. Somos conscientes de nuestra suerte. Somos felices casi por obligación. Y allá donde vamos nuestra ingenua mirada nos delata. Porque hemos aprendido menos, porque hemos degustado poca vida y poca muerte. De modo que nuestro paladar no puede apreciar en su totalidad el dulce sabor de la tranquilidad o el sabroso regusto de la normalidad.
A nosotros nos cuentan que es la felicidad que nace tras superar la adversidad la que brilla más intensamente. Pero nosotros no hemos estado en la guerra, ni bajo el fuego cruzado de las penalidades, ni atravesado el desierto de la desesperación, ni mirado directamente a los ojos a la locura, ni hemos sido abrasados en lo más profundo de cualquier infierno, ni nuestros tobillos han sido destrozados por las trampas con que estan sembrados los oscuros barrios. Nosotros hemos tenido suerte. Nosotros que no sabemos del dolor intenso, no podemos apreciar intensamente lo que tenemos, y aún así cantamos.
Nosotros no envidiamos a los sobrevivientes, pero os respetamos profundamente, porque desde los escombros os volvéis a crear, porque renacéis más sabios de vuestras cenizas. Y sobre todo porque vosotros veis la felicidad desde donde nosotros aún no podemos mirar. Por eso junto a vosotros callamos, dispuestos a escucharos con suma atención, porque vuestro relato es sabroso para nosotros, porque nos podéis dar noticias de allí donde jamás hemos estado, contar de lo que nunca hemos aprendido. Prueba de una resistencia que sólo vuestra existencia nos permite creer. Por favor, contadnos. Contadnos de vuestras remotas derrotas y de vuestras recientes victorias.

domingo, 1 de marzo de 2009

El variable ritmo de la juventud

Chaval, no en todos los sitios existe la adolescencia. En este árido no tenemos juventud. En ese desierto no se valora nada ser joven. En estas junglas, ser joven es una enfermedad que se cura con el tiempo. En aquellos suburbios ser joven, ser bello es un riesgo porque anhelan nuestros cuerpos.
Nuestros viejos no quieren parecer jóvenes e inexpertos como los vuestros, muestran orgullosos sus canas, porque sus arrugan proclaman su victoria sobre el tiempo y sus espaldas plateadas evidencian que han sabido llegar, que han sobrevivido y que sin duda sus genes son los más fuertes.
En los países subdesarrollados donde tantos habitamos somos viejos más jóvenes, a una edad mucho más prematura. La desnutrición de nuestras madres durante nuestra gestación, el hambre padecida durante nuestra niñez nos restaran años al final de nuestras cortas vidas, y ya ahora nos hace parecer mucho más viejos de lo que vosotros os pensaríais. Pero también los cuidados médicos que nunca podremos pagar acortan nuestra esperanza... de vida.
Aquí, más que en ningún otro lugar, sabemos que nuestra belleza es efímera. Sin duda somos bellos y somos jóvenes durante un instante fugaz, quizás más jóvenes y más bellos que en ningún otro lugar, pero no nos preocupamos de ello, ocupados como estamos por lo más fundamental.
Vosotros allí, en esos países donde no nos dejáis entrar, cada vez vivís más años, pero esos años no los añadís a la vejez, sino que se alargan elásticos vuestros años de juventud; por eso, ¡milagro! tenéis jóvenes de cincuenta años, pero no os hacéis más sabios, ni amáis más vuestro entorno, ni a nosotros. Sólo cuando despreciéis la irresponsabilidad y la juventud, miraréis hacía aquí, miraréis nuestros jóvenes ojos arrugados y querréis vernos alegres. Entonces no nos dejaréis ser extranjeros y nos guardaréis bajo vuestras leyes, que alargaran nuestras humildes vidas hambrientas de vejez.
Fotografía: National Geographic

jueves, 19 de febrero de 2009

Adversión a lo malo conocido

Pies clavados en el suelo, inmóviles, enterrados. Puertas cerradas bajo siete candados, ventanas clausuradas, olor a encerrado. Cerebros secados como mojamas, ideas petrificadas conservadas en bellos mausoleos. Miedo al cambio, pánico a lo desconocido. Malditos refranes tejidos con saña para cortarnos las alas. Malditas máximas disparadas para cercenar las ganas de más, de más y mejor, de más y mejor ahora mismo. Pero no nos movemos lejos de lo malo conocido, no vaya a ser que no hagamos pie. Y se cronifican las injusticias y se nos enquistan nuestras lágrimas, nuestros dolores.
Siempre ha sido así, nos intentan consolar con dulces manzanas bien envenenadas. No hay, ni hubo otro camino, ellos ya lo intentaron. Sólo queda un modo correcto de hacer las cosas. Un único camino recto. Sentencian: mejor malo conocido que bueno por conocer y con una sola ráfaga de inocentes palabras asesinan todas las esperanzas, extinguen todas las posibilidades.
No te dejes engañar por el marketing de los normales, de los tuertos del planeta de los ciegos. Siempre es mejor malo por conocer: Ensayo, error, ensayo, error, voy creciendo. Derecho constitucional a la equivocación promulgo en la república independiente de mi magullada piel. Instinto salvaje de supervivencia, ingenuo anhelo de superación, vía libre hacia las utopías fabricadas con materiales de derribo y buenas intenciones en proceso de rehabilitación. Asilo garantizado a la inquietud. Queda reservado el derecho de conservación. El arte por el arte. El cambio por el amor al cambio, que en la variación está el gusto y en la acomodación en el susto. Ampliación constante del campo de batalla, persecución sin sentido de la línea del horizonte. Derecho de conquista. Veda abierta a la caza de nuevas ideas. Festejos, banquetes, bacanales, celebración constante de las pruebas erradas y los intentos fallidos.
Porque los que aún estamos vivos, no nos paramos a mirar a los pacientes que pacen en los paramos de lo malo conocido. Caminamos. Y en nuestro despropósito quizás alguna vez nos crucemos con lo bueno por conocer, nos han hablado tan bien de él.

martes, 17 de febrero de 2009

domingo, 15 de febrero de 2009

El hueco que abre tu sonrisa

Me colé por el hueco que abre tu sonrisa a las locas posibilidades, por el mismo hueco por donde asoma tu lengua. La misma lengua que siempre estás dispuesta a sacarle al mundo y a sus parcos habitantes. Por ese hueco entré en tu precioso universo, en los gestos pequeños de quien ha experimentado de cerca cual es el justo valor de un instante y de una vida entera. Me senté a tu mesa siempre llena de delicadeza e intenté apresar algo de tu paciencia, de tu extraño arte de caminar hacia delante y sin espera, de tu generosa entrega a cambio de unos peldaños de tu escalera. Y te ví jugar delante de los bares a no pisar las líneas que dibujan las baldosas en las calles. Y te ví jugar debajo de las sombras de la noche a olvidar las reglas que algún día trazaron para limitar nuestra caja de sorpresas.
Y una vez dentro pude ver que soy más pequeño, que no es tan cierto lo que digo, que mi discurso no es tan sincero, que la parte que gobierna mi cerebro no es tan grande. Así que me rindo y reconozco haber perdido nuevamente la partida. No sé porque diantre, la tuya, no es mi isla. No queda más remedio que dejar tu cálida bahía, izar velas, adentrarme en el vacío, persistir en mi naufragio. Porque si la razón mandase otro gallo nos cantaría.
Ilustración: Santilari

jueves, 5 de febrero de 2009

Me detengo un instante

Me detengo un instante a pensar en lo importante.
Me entretengo en el estudio del ser que habito,
sorprendido del ser el mismo organismo que ya no soy.
Sé que a la vuelta de cada esquina me acecha el vació,
que es imposible alterarme cuando se apodera de mi el nihilismo,
que por mi cuerpo de corcho no corre la sangre,
que no se me despierta el hambre.
Me entretengo un momento a estudiar en mi lo constante.
Me detengo a engrasar las clavijas de mi mecanismo,
me sorprendo al no hallar nada físico, sólo el cuento que me cuento.
Sé que mi voluntad efervescente se disuelve tan solo mojarse,
que cientos de vueltas doy siempre a lo mismo,
que no soy más que un relato vulnerable,
y sé de mi apetito dormido.
Y aún así sonrió,
sé que la sonrisa me parte la cara,
sé que me detengo a pensar en lo importante.
Sé que desecho los desastres,
que como aceite repelo la tragedia y el drama,
sé que por el medio del camino, siempre, me atropella la alegría .
Sé que sólo es un instante,
que en seguida se me despierta el hambre
y levanto mi torpe vuelo en búsqueda de cosas bellas.
Ilustración: Brian Despain

sábado, 31 de enero de 2009

Maldito amor eterno

Y ahora me dicen que no es verdad, que el amor no son cuatro días. Malditos científicos que no dejan ideas en píe bajo las que protegernos. Pensábamos que el amor era fugaz, que la pasión se desinflaba al contacto con la puntiaguda rutina. Y nos mirábamos bostezar los unos a los otros y el mal de muchos nos consolaba como a tontos. Y ahora nos aseguran que el amor puede ser eterno ¿Dónde lo compro? ¿dónde lo encuentro?
Lo dicen los investigadores de la Universidad Stony Brook de Nueva York. Lo han publicado en el congreso anual de la Sociedad de Neurociencias estadounidense: hay personas que siguen enamoradas a pesar del paso de los años y sienten lo mismo, se les activan los mismos nódulos neuronales y segregan la misma cantidad de dopamina, que enamorados recientes, también testados.
Pero, ¿por qué ellos más y nosotros menos? ¿están más evolucionados o son una rémora atávica no adaptada a los nuevos tiempos más fluidos, más inestables, más cambiantes donde hoy no somos los mismos que antes?
Y ¿yo? ¿Me pueden hacer una prueba que verifique si yo soy de los que lo puede sentir para siempre o de los que se me deshace el amor como un helado? Me vendría bien saber a que me tengo que atener. Cercenar mis expectativas me permitiría la tranquilidad.
Pero sobre todo ¿por qué nos cuentan esto los malditos científicos? ¿quieren abocarnos a la continua depresión? A partir de ahora qué quieren que haga si veo languidecer la pasión. Hasta ahora miraba a mi pareja con cariño y pensaba: ya pasó el tumultuoso tiempo de los ciegos, el febroso sarampión y, a partir de ahora, viene la calma del amor. Pero ahora SÉ que todo es mentira, qué podría encontrar a alguien a quien querer eternamente, que si hallo el sujeto adecuado mi cerebro mantendrá encendida la maquina de los sueños día tras día, el deseo será perpetuo aunque esa mujer envejezca, porque prevalecerá el engaño que el hemisferio derecho de mi cerebro impondrá sobre el tiempo y la erosión del paso de los años sobre su cuerpo.
Si el amor es eterno: O estamos muertos o nos declaramos abstemios. O nos olvidamos de la maldita primavera o nos divorciamos y salimos a la calle a por todas.
Y mientras tanto, no me dejo derrotar por la dictadura de la ciencia y me enamoro hasta la medula cada cinco minutos de una mujer cualquiera.