sábado, 4 de julio de 2009

Noches de verano

Hola, es la ola de calor. Diablos ¡cuanto calor!
Retumba en el patio de vecinos la maldita canción del verano. Angelitos negros bailando y sudando sabrosón.
He quemado los libros en la hoguera de Sant Juan, ya no tengo con que alimentar la calefacción. Saco la horchata helada del refrigerador.
Me deshago dentro del traje, ahorcado por la corbata, mientras turistas extremeñas compiten por lucir las faldas más prietas.
Se derrite el asfalto bajo mis zapatos y tu, como siempre, nunca sigues mis pasos.
Sudo nada más verte de lejos. Te pones a correr delante de los toros. Siete de julio, sanfermín. Y no me queda más remedio que agarrar la bici por los cuernos. Subo de amarillo el Turmalet, mientras duermo la siesta a un centímetro de las aspas del ventilador.
Desvío mi mirada por encima del ordenador. Veo, con claridad, como en las piscinas privadas las chicas depilan sus cuerpos al sol. Cierra por impago la escuela de calor.
En verano, se vuelven tangibles los espejismos, las mujeres nos engañan a destajo, todas parecen más guapas con tan poco trapo, mostrándonos el camino del abismo.
Como siempre, no me escuchas cuando te hablo. Y en el trabajo sólo miras páginas de vuelos baratos, fotos de playas desiertas en países raros.
Desciende a toda la leche la cuesta el carrito del helado. Este verano no me va atropellar. Me escapo a los festivales más cool a escuchar a los grupos más raros.
En los conciertos, las guiris reparten besos de piña para refrescar al niño y la niña; para cada uno de nosotros, para todas las que los ojos les guiñan, para que todo sea paz y amor, para que no haya riñas.
Sudo nada más verte a lo lejos, que se lo que me pretendes y no tengo el cuerpo para dar consejos.
Las sábanas sudadas de mi cama, recuerdan todo, pero no dicen nada; que, con tanta calor, sueño mucho pero duermo poco.
Sólo sobre la fría arena el sueño me vence, bajo la genista, porque al despertar quiero tener buena vista sobre las bañistas.
Y mientras entretengo el insomnio con ron, de repente, entre tanto son sabrosón, recuerdo que sóc de Barcelona y em moro de calor.
Tócala de nuevo Sam. Apriétame el ventilador.
Y a la oreja me susurras, a pesar de mi sudor: ¡Que cortas son las noches de verano, deja de bailar y mételes mano!

No hay comentarios: