jueves, 27 de marzo de 2008

Elogio del fracaso, Toni

Seamos francos: una vida cómoda y regalada no forja el carácter; en este mundo, sólo se aprende de las derrotas y los fracasos. Y, como yo, desde pequeño, no he parado de perder y equivocarme, tengo que ser, a la fuerza, inteligente.
Mi trayectoria empieza en la infancia: De niño, perdía jugando a las canicas, a la comba, al escondite, al futbol e, incluso, jugando a los médicos me tocaba parar. Piense que es en la infancia cuando se forja el carácter.
En casa se jugaba al ajedrez y, como soy el benjamín, por lástima, me dejaban jugar pero perdía siempre. No por ello tiré nunca la toalla, aprendí de cada una de las partidas perdidas y cuando crecí, gane una primera vez, una segunda vez e, incluso, una tercera vez, luego ya no quise volver a jugar, porque comprendí que no había nada más que aprender. Reconozca que soy un hombre ambicioso en continua busqueda de nuevos retos.
En la adolescencia, jugué en un equipo de baloncesto, era el más joven y el más bajito, jugaba poco, calentaba banquillo, pero me divertía mucho. Mi capacidad de sacrificio solo me permitió destacar en defensa, los aplausos, cuando los habían, se los llevaban otros. Puede usted apreciar que me divierte trabajar en equipo y no me molestan las tareas grises, soy un hombre de empresa.
Ya en la edad adulta, me enfrenté al mercado laboral, donde he acumulado una trayectoria larga y rica llena de fracasos. He desarrollado múltiples y diferentes cometidos, desde camarero a arbitro de fútbol. Debe usted reconocer mi capacidad de adaptación, mi versatilidad y como puedo aportar, más que ningún otro, una visión multidisciplinar.
Como hombre, cuando intento seducir, me dan calabazas en un 99,9% de los casos, pero este porcentaje no me ha desanimado, todo lo contrario, lo intento más y pruebo nuevas tácticas de aproximación. Lo que demuestra que me crezco ante las adversidades, que soy imaginativo y poseo inagotables recursos para enfrentarme a los problemas.
Todas mis relaciones de pareja, y dicen que ya son muchas, han fracasado, pero yo no he tirado la toalla y sigo intentándolo, sé que alguna vez hallaré a mi media naranja. Advierta que soy una persona tenaz y de férrea voluntad, a la que no le asustan los imposibles.
En resumidas cuentas, todo es del color del cristal con que se mira. Si le he convencido de lo anterior es que también tengo claras dotes comerciales. Yo de usted no me lo pensaría y me contrataría sin dudarlo y con un buen salario, tipos que hayan aprendido tanto como yo y sonrían hay pocos (y no garantizamos el éxito).

Ilustración de Brian Despain

domingo, 23 de marzo de 2008

Jugar, de Unai Elorriaga


Recordó de un solo golpe esas dos obligaciones, y se angustió un poco, porque eso le retrasaría los trabajos de la tarde. Se angustió porque no le iba a dar tiempo para hacer las cosas que realmente quería hacer. Aparte de trabajar. Y sería una catástrofe, por ejemplo, que acabase los trabajos de la tarde –las transcripciones y lo demás- a las nueve de la noche: ya no le quedaría tiempo más que para cenar y para irse a la cama. Y, aunque tanto cenar como irse a la cama sean cuestiones importantes, Matías quería hacer cosas mucho más valiosas. Quería, por ejemplo, jugar con la pelota de goma, utilizar el diccionario de portugués, leer a Faulkner o llamar a su hermano Miguel. De hecho, todas esas eran maneras diferentes de jugar. Y jugar era lo que realmente quería hacer Matías; pasar la mayor parte del tiempo jugando.
Extraido de: Unai Elorriaga, El pelo de Van’t Of

viernes, 21 de marzo de 2008

En tránsito

Sí, marchó. Pero no me dejó sólo, en casa quedó su ausencia; en mi piel, su recuerdo. Con el tiempo, el olvido tapó sus defectos, el ensueño sacó brillo a sus virtudes. Nunca hubiese creído que desprenderme de tí fuese tan tremendamente difícil. Ahora que no me dañas, cómo no amarte. Porque ella no iba a volver, le negué el pan y el agua a la esperanza. Anduve cabizbajo por todo lo que había perdido cuando estuve así de cerca de tenerlo. Triste hasta el hartazgo, tuve que gritarme: !Basta¡ Entonces, huido del pasado, caí preso de un futuro que no terminaba de llegar. Nervioso, inquieto por encontrar en algún otro sitio el único pan que me sacia. Tarde, aprendí a ser paciente. Tú no estás y te echo en falta. No estoy lleno, pero dejo todas las puertas abiertas. No soy feliz, pero no me hace infeliz no serlo. No busco nada, me entretengo con lo que tengo y sólo espero que el futuro me sorprenda despistado, jugando.

martes, 18 de marzo de 2008

Cuando llovían bombas sobre Barcelona

Triste efeméride: Barcelona conmemora los 70 años del bombardeo fascista sobre la ciudad, denuncia la aberración cometida por los vencedores, hoy durmientes o embozados. La ciudad roja, como siempre se conoció a Barcelona, tiene el dudoso mérito de haber sido la primera población en sufrir un bombardeo masivo e indiscriminado sobre la población, con sus viejos, sus mujeres y sus niños corriendo aterrados bajo las bombas. Un punto y aparte, un línea rota que inauguró la guerra moderna, sin piedad, sin honor, todo horror y sinsentido.
La población fue castigada por no tener miedo, por resistir, por defender lo que se había conseguido, poco a poco, con el sudor, la sangre y las utopías de tantos, unos detrás de otros. La ciudad fue bombardeada por creer que otro mundo mejor era posible, por no rendirse.
Hace ya demasiados años de eso: 70 años son muchos. La mayoría de sus habitantes no saben de lo que se les está hablando, llegaron mucho después. Hoy, quedan pocos testigos vivos de entre todos los que vivieron ese horror en sus carnes. Y, aún peor, el silencio impuesto por los verdugos nos robó su herencia: las historias de nuestros abuelos fueron calladas, enmudecidas. Nadie nos contó cómo fue, a qué sabía el miedo que se mascaba en los refugios antiaéreos, ni qué se siente cuando hueles la muerte tan cerca, o cómo se digiere la rabia cuando no queda otra opción que bajar la cabeza y callar ante los hombres grises que asesinan cruelmente, ganan y escriben la historia a su antojo.
Pero Barcelona, a pesar de todo, sigue recordando la ciudad roja que fue, con nuestra humilde Ley de la memoria, con nuestro metro vestido de refugio antiaéreo una vez más, para que todos los obreros vean lo que pasó camino al trabajo. Mientras tanto, parece que se perdió para siempre el Madrid envidiado del ¡No pasarán! Todo parece indicar que todos los gatos murieron defendiendo la capital.
Escuchad las historias que repiten cansinamente lo abuelos, preguntadles qué fue lo que ocurrió, prestad atención a sus relatos para poder contar a vuestros nietos sobre un tiempo en que todos los habitantes de Barcelona creyeron que otro mundo mejor era más que posible, necesario. Salud y libertad.

viernes, 14 de marzo de 2008

Tirarse a la piscina, o el juego de los barquitos

Siempre hay agua. En la vida no se pasa sed. Ante las dudas, tírate a la piscina. Siempre hay agua donde sumergirse y diluir las penas. La tierra desde el espacio es un planeta azul, ¾ partes de agua. El ser humano es casi en un ochenta por ciento líquido elemento.
El océano está sembrado de barcos. Y alguno de esos barcos nos pueden llevar a buen puerto, Ulises, al puerto donde siempre quisimos volver. Tan sólo hay que acertar a encontrarlos. En el tablero, una retícula de cuadrados identificados con números y letras, también abunda el agua, como ya aprendiste de niño, hay pocas probabilidades de dar en hueso, de impactar con algo duro. Poco riesgo de colisión:
H5, agua.
B12, agua.
J7, agua.
El secreto del juego está en insistir, en no dejar lugar sin explorar, seguros de que más pronto o más tarde sobre el horizonte veremos la explosión:
D6 tocado.
Y una vez te impactan, tienes el tiempo contado.
E6, agua.
Un par de disparos y en seguida descubren hacía donde vas y quien eres: una lancha o un portaviones. Dos ráfagas y estás hundido:
D7 tocado,
D8 tocado y hundido.
Hay más peces en la mar. Lo mejor es dejarse abordar. Que secuestren tu nave. Que la saqueen, pero que la saquen de está absurda calma chicha. Atravesar las tormentas que hagan falta para descubrir el puerto donde siempre querer regresar. Ondear la bandera en lo alto del mástil, ponerse a tiro y esperar un nuevo abordaje.

lunes, 10 de marzo de 2008

Deshielo, de Toni

Punto de partida. De nuevo en la casilla de salida y sin cobrar las 20.000 libras. De nuevo firme, desnudo, valiente, enseñando los dientes al futuro. No importa cuan fría esté el agua. No ha de importar el clima, la estación del año. Es igual inverno, que primavera, que verano. Todos los principios son gélidos y la ciudad se asemeja al interior de mi congelador: oscuro y helado. Alrededor, todos inmóviles y ateridos de frío y miedo. No se puede hacer nada, piensan todos los guisantes congelados. No hay manera humana de cambiar esta fría inercia. Pero recuerda, caminante, sólo se entra en calor andando.
Así que me desprendo de las excusas y preparo mi camino, hago un agujero en el hielo y me zambullo. Buceo sin miedo, sumergido de lleno en las procelosas aguas de la duda, de la vida. Observo y grabo lo que veo. Lo cuento, lo releo. No lo entiendo. Me cuento historias para poder explicarme lo que veo. Me sorprendo. Sumergido hasta los huesos, vivo.
Es el calor de mi cuerpo quien calienta la lamina de vida que este en contacto con mi piel, es mi movimiento perpetuo e insatisfecho quien mantiene constantemente caliente mi piel para que la encuentres cómoda si te acercas. Soy yo quien bombea todo este calor que está fundiendo el hielo. Sólo yo el responsable del cambio climático en mi pequeño planeta inestable.

Bipartido, 10 de marzo

Caímos en la trampa. Y no vimos los matices: todo era blanco o todo era negro. Dejamos que nos robaran los colores. Incluso se llevaron toda la gama cromática de los grises y no hicimos nada. Todo era estar en contra de todo o a favor de todo. Los unos contra los otros. Y nos olvidamos de ser esos, aquellos o nosotros mismos, diferentes. Perdimos las voces disonantes, discordantes. Perdimos opiniones. Sólo los buenos contra los malos.., cuando dejamos de ser humanos.
Tontos como nosotros, pocos. Cuatro tíos burdos con sus partidos políticos, con sus campañas publicitarias y sus órganos de opinión nos convencieran de que nuestras ciudades no nos importan, de que no podemos hacer nada por la educación de nuestros hijos, de que no es asunto nuestro cuánto cobraremos, de que no debemos preocuparnos por la salud y el descanso de nuestros viejos.No fuimos a votar porque somos tontos y nos tragamos cualquier cosa. Y los que fuimos, votamos a los unos o a los otros, a Guatemala o a Guatepeor, porque no podíamos ni tan siquiera imaginar que había alguna opción mejor. Porque hemos dejado de creer en nosotros mismos. Porque no nos creemos capaces de cambiar las cosas. Porque no es nuestra responsabilidad nuestro gobierno, nuestro bienestar.

sábado, 8 de marzo de 2008

La dificultad de la verdad, 1, de Enzensberger



¿Quién habla? ¿Con qué propósito? ¿En interés de quién? ¿Qué trata de ocultar? ¿De qué quiere convencernos? ¿Hasta qué punto sabe en realidad? ¿Cuántos años han transcurrido entre el suceso narrado y el relato actual? ¿Qué ha olvidado el narrador? ¿Y cómo sabe lo que dice? ¿Cuenta lo que ha visto, o lo que cree haber visto? ¿Cuenta lo que alguien le ha contado?

Extraido de: Hans Magnus Enzensberger: El corto verano de la anarquía. Vida y muerte de Durruti

martes, 4 de marzo de 2008

¿Decrecer?

Concentrarse en lo bueno. Abandonar lo superfluo. Pasear. Dejar de correr persiguiendo necesidades que hace poco no teníamos, que ni siquiera hubiésemos imaginado. Abstenerse de hacer las cosas porque otros nos alienten a hacerlas cuando nunca nos llamaron la atención. Trabajar menos. Alargar el tiempo de las sobremesas en conversaciones que no tendrán provecho. Aprovechar el tiempo de la mejor manera: perdiéndolo.
Cuando amaina la tormenta, el decrecimiento asoma la cabeza. Corriente alternativa de pensamiento que no nos alienta a crecer menos sino a crecer mejor, en comunión con las necesidades del planeta, en equilibrio con las exigencias y los derechos de todos sus cohabitantes. Creer que crecer no significa cubrirse de cosas, llenar nuestros armarios de trastos inservibles que tiramos sin usar. ¿Decrecer es extraer lo bueno de lo poco? ¿Infusionar? ¿No sé? Aún, no sé.
El próximo sábado 15 de marzo en las Cotxeras de Sants: Fira del decreixement.

domingo, 2 de marzo de 2008

La necesaria marcha de las cosas buenas

Me encontraste en la calle junto a los muebles viejos y me llevaste, feliz, para decorar tus días. Tus pacientes manos arrancaron la patina de polvo que cubría mi piel. Caminando despacio junto a ti, se me secaron las lágrimas. A luz de tus ojos, brillaron nuevamente desbocadas mis palabras. Se cerraron las noches. Recordé cosas viejas que sabía hacer: besé.
Entraste en mi casa, cuando todo estaba roto. Te moviste despacio para que mis vigas no crujiesen bajo tu pies. Me hiciste un hueco en tu piel donde acurrucarme y dormir. Esperaste prudente, más no reaccioné. No fui suficiente.
Me atravesaste. Ahora sigues más allá, más lejos. Yo perdí tus urgencias, tus ganas, la sencilla calma con que me arropabas. Duro es mi tiempo de barbecho, dulce el dolor al ver la marcha de las cosas buenas cuando no se las puede cuidar.
Gracias por atravesar mi yermo y hablarme de un tiempo antiguo que se llama primavera y que, irremediablemente, siempre vuelve. Gracias por contarme, gracias por volver a dibujarme, gracias por mi reflejo en tu mirada. Guardo tus días dentro de mis rotos, dentro de mis grietas, para que se queden bien adentro cuando vuelvan a cerrar.
Coño! Como me van a extrañar los senderos que el agua traza sobre mi rostro ahora que me abandonan todas las cosas buenas que entraban contigo en ésta, mi desolada casa .