viernes, 14 de marzo de 2008

Tirarse a la piscina, o el juego de los barquitos

Siempre hay agua. En la vida no se pasa sed. Ante las dudas, tírate a la piscina. Siempre hay agua donde sumergirse y diluir las penas. La tierra desde el espacio es un planeta azul, ¾ partes de agua. El ser humano es casi en un ochenta por ciento líquido elemento.
El océano está sembrado de barcos. Y alguno de esos barcos nos pueden llevar a buen puerto, Ulises, al puerto donde siempre quisimos volver. Tan sólo hay que acertar a encontrarlos. En el tablero, una retícula de cuadrados identificados con números y letras, también abunda el agua, como ya aprendiste de niño, hay pocas probabilidades de dar en hueso, de impactar con algo duro. Poco riesgo de colisión:
H5, agua.
B12, agua.
J7, agua.
El secreto del juego está en insistir, en no dejar lugar sin explorar, seguros de que más pronto o más tarde sobre el horizonte veremos la explosión:
D6 tocado.
Y una vez te impactan, tienes el tiempo contado.
E6, agua.
Un par de disparos y en seguida descubren hacía donde vas y quien eres: una lancha o un portaviones. Dos ráfagas y estás hundido:
D7 tocado,
D8 tocado y hundido.
Hay más peces en la mar. Lo mejor es dejarse abordar. Que secuestren tu nave. Que la saqueen, pero que la saquen de está absurda calma chicha. Atravesar las tormentas que hagan falta para descubrir el puerto donde siempre querer regresar. Ondear la bandera en lo alto del mástil, ponerse a tiro y esperar un nuevo abordaje.

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