viernes, 23 de diciembre de 2016

Nadala 2017


Como de costumbre, justo antes de que este año se autodestruya por caducidad, de entre mis prisas resguardo cinco minutos para encontrar, ensamblar e idear un buen montón de buenos deseos construidos con mis piezas usadas y un pelín descascarilladas para que se nos hagan realidad durante el próximo Año Nuevo que está a punto de comenzar.

Deseos perennes, siempre bien recordados: Paz, amor, solidaridad, alegría y rauxa. Y otros hoy imaginados:

Que sacudan esta realidad que nos encorseta y constriñe,
mientras que a nosotros nos mezan delicadamente.

Que desaparezcan los déspotas que oprimen a los peatones por simple codicia.
Que los éxodos acaben en felices retornos y dichosos reencuentros,
y, en el mientras tanto, sepamos acoger cálidamente a los desplazados.

Que no nos vendan más motos averiadas,
que dejemos de creer sus chácharas de chamarileros
y nos guste ser como podemos ser.   

Tiempo para avanzar hacia el horizonte,
Horas para estar tumbado, cazando moscas, sembrando sueños
Días para recordar el pasado, sus encuentros y sus habitantes.
Noches para ser furtivos.

Y que el frío no nos corte el aliento,
y que las prisas no devalúen tu sonrisa ni acallen tus risas,
y que la realidad se pliegue a nuestros sueños,
y que nos dejemos el cuerpo y el alma por los rincones
y que se nos suba el vino viejo al corazón peleón.

Y,y,y… y besos, muchos besos, de todas las tallas,
de todos los colores, de todos los sabores,
miles de besos que nos sostengan y nos impulsen como a cometas.