jueves, 25 de septiembre de 2014

Inicio de curso en el cole de los grandes

Nos fuimos de vacaciones y todos los problemas se quedaron aparcados en el monte de piedad. Dejamos el huerto al cuidado de un hombre de paja y los turistas nos dejaron el terreno de juego como un patatal. Y mientras nos entretenían con futbol y mundiales o nos sorprendían en el chiringuito, nos colaron algún recorte mediante algún decreto estival un año más. En esta perra vida, todo seguía igual.
Y al llegar septiembre y con él un nuevo inicio de curso en el cole de los grandes nos lamentamos de que por mucho que hayamos mentido falsificando las notas para que las firmará el tutor responsable, hemos repetido curso: la tasa de paro no quiere adelgazar, la banca no abre la mano y se niega inyectar capital, los recortes no cesan por mucha propaganda que quieran gastar, la asmática recuperación pierde fuelle y la única que crece adecuadamente es la deuda estatal. Aún, menos mal, que la ley del aborto se les ha marchitado y que como empieza la loca carrera electoral el gobierno intentará sacar de la chistera toda su batería de luces y medidas de lo más popular. Mientras tanto, los de este lado de la concertina, no podemos apearnos de éste déjà vou en el que cada mañana un títere u otro nos repite que la salida de la crisis es inminente, que las medidas tomadas están teniendo efecto como reflejan los datos macroeconómicos y que se han implementado medidas de amplio impacto social para paliar la situación de penuria, sin que nadie nos libre de esta pesadilla rutinaria que se arrastra por el calendario día a día. Y así, cada mañana nos levantamos bien temprano, le damos de desayunar a nuestras defensas, maquillamos nuestras ojeras para poder tener un aspecto decente y arrastramos nuestras carteras con nuestros deberes hechos para que al llegar a la hora del patio nos demos cuenta que otra vez nos han robado el bocadillo. Así que por favor, en la medida de vuestras posibilidades, no escuchéis a ninguno de los que tengan derecho a hablar por un micrófono sin poner en cuarentena todas sus palabras.

jueves, 4 de septiembre de 2014

La mirada perdida

Nace pura la mirada de los niños. Nacen los bebes casi ciegos después de ser fabricados con tanto amor en la más íntima oscuridad. Tardan días en poder acostumbrarse a la cegadora luz, en delimitar los contornos de las sombras, en identificar los volúmenes. Y luego tardan años en aprehender la realidad, en mesurar los contornos, en poder dilucidar donde empieza una cosa y termina la otra. Muchos años en comprender una perspectiva, en poder enfrentarse a un horizonte sin huir ni petrificarse.
Tardamos años en educar la mirada de los niños, en indicarles las cosas ante las que han de cerrar los ojos horrorizados, en enseñarles cuando deben mantener la mirada fija sin bajar la cabeza o dar un paso atrás.
Tratan durante años en adiestrar la mirada de nuestros hijos, intentan de todos modos y por todas las maneras ponerles orejeras, para que no se distraigan en otra cosa que no sea la zanahoria que los arrastra en el camino que mueve su noria, y evitar que se entretengan en la belleza de lo diverso o se emboben en el hechizo de los desconocido, en la tentación de lo prohibido.
Pero sus técnicas de propaganda superan los desvelos de los padres más avezados y ensucian la resistencia de sus miradas, las hacen inmunes a la tragedia, el dolor o la violencia, las hacen adictas al consumo y la rápida satisfacción, las enfocan hacia una meta vacua, la desenfocan para que no entiendan nada más.
Sólo así puede mi limitada razón entender la imagen que ilustra este texto. ¿Cómo si no pueden estos jóvenes disfrutar satisfechos de su horizonte? Las casas de Gaza haciéndose añicos bajo sus bombas. ¡Que inmesa derrota!