sábado, 31 de diciembre de 2011

2011, Despido improcedente

¡Se me paso volando! No sabía que este año iba durar tan poco rato.
Y ¡no hay derecho! en tanto trecho que poco he hecho.
Y aún así, como no he tocado suelo y no he perdido el techo, saco pecho.
Y aunque parezca que no dejé títere con cabeza, aún no he roto mi plato.

Habiendo tantas veces errado, no había otra, la derrota la acerté por equivocación
Con esta pinta de arrastrado, nadie un duro por mi hubiese apostado.
Lo que hemos reído, lo que hemos llorado, que me quiten lo bailado.
Y, mire usted, casi sin quererlo, le hemos dado la vuelta al sol toda la tripulación.

Y mientras las canas me pintan, se me pierde la memoria y los huesos me crujen y se quejan,
delego en el alzheimer las selección de los mejores momentos del año y ya no miro más atrás,
que de este carrusel planetario tan animado yo no me bajo y me pido una vuelta más,
que no me quiero perder lo que la suerte nos depare y lo que, por nosotros otros, tejan.

No me puedo permitir perder la comba, ni loco bajarme de esta estructura.
Quien da la vez, que, de enero a diciembre, quiero llegar a final de mes.
Todos los días veinticuatro horas y todas las noches oscuras ¡vaya locura!
Un montón de horas, minutos y segundos para colorear estés donde estés.

Todo el rato voy estar atento a los buenos momentos.
Voy a huir del trabajo como perro que lleva el diablo.
Contándote todos los cuentos, que ni bajo el agua no hablo.
Y en los bares ahogaremos las penas, sordos a los lamentos.

Y me lanzo ya cuesta bajo, haya agua o no en la piscina,
que a la que respiré, suspire, me santigüe, abre y cierre los ojos,
me busquen, te busque, me agarres si antes no te cojo,
y viva a muerte la vida, como única medicina,
este año también,
se me habrá escapado en un santiamén.

jueves, 29 de diciembre de 2011

Santos e inocentes

Todos los vencedores son inocentes, no importa el número de cadáveres que lleven su firma, el refinamiento de su crueldad, ni el daño inflingido; porque irremediablemente caerá sobre las víctimas la culpabilidad y el más funesto de los olvidos.
Todos los perros guardianes son fieles y honorables, no importa el número de niños a que hayan cercenado sus manos, a cuantos presos hayan torturado, ni a cuantos inocentes hayan encarcelado; porque sobre sus uniformes caerá la gloria del orden establecido.
Todos los venerables cobardes que aglutinados forman la bienintencionada minoría silenciosa son santos e inocentes, no importa cuantos morirán atropellados mientras ellos miran hacia otro lado; porque su limpia consciencia, su fundamentalismo, su fe absoluta en el bien y el arrepentimiento en el último momento les libra del infierno.
….
Son los niños que mueren desnutridos los culpables de haber nacido; las mujeres maltratadas o objeto de comercio las culpables de su caída; los jóvenes analfabetos sin futuro los culpables de su aciago destino; los viejos desvalidos los culpables de su falta de previsión; las familias famélicas y desahuciadas que se protegen en las grietas bajo los puentes, las culpables de su falta de suerte; los hombres justos represaliados por buscar la justicia y la equidad los culpables de su ingenuidad.
Pues sólo los borregos tienen un lugar en el limbo, porque sólo los perros guardianes tienen derecho a acercarse al borde del cielo, porque sólo los vencedores son merecedores del paraíso en la tierra y la gloria eterna, y para el resto el infierno sobre esta Tierra.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Nadala 2012

Como viene siendo costumbre, justo antes de que se nos deshilache el año, reservo con celo, a pesar de las prisas que impone esta vertiginosa cuenta atrás, cinco minutos de paz desde donde desearte que se te hagan realidad un montón de parabienes durante el próximo Año Nuevo que está a punto de comenzar.
Rebusco siempre entre todas esas pequeñas cosas que salen gratis, algunos descuidamos y, entre todos, tenemos que recuperar: Paz, amor, solidaridad, alegría y rauxa para encarar los días de crisis que vamos atravesar. Y en especial para este año, con un día más, pero aún así muy recortado, te deseo:
Que la mayoría se vuelva ruidosa.
Que se llenen las plazas de gentes diferentes desde Sol hasta Tahir.
Que revienten carcajadas de todos los colores.
Que bajo los farolillos bailen las hormigas con las cigarras.

Que no se queden parados los brazos cruzados.
Que las preocupaciones no okupen nuestro tiempo.
Que baste el papel para ganar a las tijeras, o dos piedras.
Que sólo nos cuenten cuentos los titiriteros.

Que llueva a gusto café para todos.
Que quien pueda no se quiera salvar sólo.
Que los mercados nos miren a los ojos.
Que sólo escuchemos a los que ven la salida de este túnel.

Que empiece ya que lo público se nos va.
Que sólo nos recorten las desgracias.
Que cambié todo, menos el clima.
Que con lo que nos ha costado llegar, no demos un paso atrás.

Que empleemos la imaginación que nos sobra.
Que se llene el cielo de manos que aplaudan.
Que nos tomemos la vida en serio y nos la juguemos en todo momento.
Que, no les creamos, y hagamos lo que dicen que es imposible.
Que nos busquen y nos amen.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Taxonomía de las horas

¿Te acuerdas? Fue en aquel bar de Toledo, en el que a la salida, quizás por los caldos, tropecé y caí, donde coincidimos con el Profesor. Y tuvimos la suerte de escuchar a Borges contar como había leído en una antiquísima enciclopedia china una curiosa taxonomía del tiempo. Para el redactor de aquella obra rememorada, las horas se clasifican en: a) las que paso lejos de ti, b) las que nos hurta el sueño, c) las muertas, d) las que esperamos con impaciencia infantil, e) las que pasan junto a ti, f) las que se alargan como sombras en el ocaso, g) las incluidas en la presente clasificación, h) las perdidas, i) las marcadas por relojes de cucú, j) las que las agarres por donde las agarres terminan mal, K) las venideras, l) las que pasaron sin pena ni gloria y m) las que desgastan los viejos de tanto rememorarlas.

viernes, 9 de diciembre de 2011

El silencio de los borregos

Aunque oculten la evidencia bajo la alfombra, todos saben (pero no reconocen) que ni los fútiles gobernantes, ni los reputados académicos de las universidades de referencia, ni los gurús de la economía, ni los directivos de Standard & Poor’s tienen la más remota idea de cómo salir de esta crisis. Pero aún así, se empeñan en exprimir una receta que ya ha demostrado de sobra su ineficacia y ha llevado a otros pacientes de la enfermedad, al sufrimiento, y de allí a la ruina.
La amnesia colectiva cubrió los buenos propósitos de refundación del capitalismo desde el mismo momento que, tras la estampida, volvieron a llevar a todas las ovejas al cercado. Y ahora justifican sus despropósitos sobre el apoyo que reciben sus propuestas por parte de la mayoría silenciosa, una multitud capaz de seguir a estos fatalistas hasta el precipicio y más allá, convencidos ante la cansina reiteración de la necesidad del mal menor.
La doctrina del pánico impuesta por los agoreros contadores de desgracias futuras ha puesto a la población en la misma situación del cervatillo sorprendido por las luces de nuestro automóvil: paralizada y temblorosa, abandonada a su suerte, esperando resignada el inminente atropello.
De esta forma, la incauta población, entre susto y muerte, se aviene a aceptar como necesarios recortes en servicios y derechos, incrementos lineales de impuestos no redistributivos (IRPF y IVA), privatización de cultura y la educación, o copago sanitario; sin cuestionar que estas medidas de “esfuerzo colectivo” no sirven para salir del pozo.
Es por tanto necesario cambiar el relato y destronar a los gurús y pastores que, como sólo ven una salida en la contención del gasto, nos conducen al matadero. Es necesario poner al mando de esta estampida de ñus al más optimista, a aquel que confíe en el crecimiento asistido por la inversión, en el euro, en Europa y en el género humano, y que haga oídos sordos a los enterradores y a las aves carroñeras. Sólo el optimismo nos permitirá llegar a las verdes praderas del Serengueti, pues siguiendo al cortejo fúnebre sólo llegaremos al entierro.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Mantener tu puesto en plaza

Caen por todos lados y te preguntas porqué no abandonar tu puesto en plaza. Si la victoria es imposible, porqué no abandonar la trinchera. Desertar y salvar la piel. Abandonar cualquier esperanza en el ágora y en lo ser humano, y resguardarse en las fronteras privadas de tu propia piel. Cesad tu sísifico esfuerzo por dejar tu granito de arena sobre la duna azotada por los malos vientos. Dejar de meterte en camisas de once varas y camuflarte como un borrego más entre esa minoría silenciosa que sólo se mete en sus asuntos, que defrauda todo lo que puede, que esgrime la ley cuando le beneficia y la mancilla sin reparo cuando le perjudica. Alimentarte de pan y circo. Buscar la satisfacción comprando baratijas brillantes que sólo encandilan a las urracas. Deambular como un zombie castrado con orejeras, que camina por donde tiran las riendas, al ritmo que marca su látigo, moviendo la rueda de su molino.

Pero si la derrota es tan obvia e inminente, ¿qué hacen ellos, los que aún están vivos, peleando con una determinación impensable hasta la muerte en la comuna de París, en la batalla del Ebro, en la casa de la Moneda, en la Plaza Tahin, en los campos de refugiados, en todas las colas que reparten alimentos a los que no tienen con que dar de comer a los suyos? ¿Por qué pelean? ¿Por qué no abandonan su puesto en la trinchera? ¿Esperan ganar a los bárbaros?
Fotografia: Agustí Centelles