jueves, 29 de diciembre de 2011

Santos e inocentes

Todos los vencedores son inocentes, no importa el número de cadáveres que lleven su firma, el refinamiento de su crueldad, ni el daño inflingido; porque irremediablemente caerá sobre las víctimas la culpabilidad y el más funesto de los olvidos.
Todos los perros guardianes son fieles y honorables, no importa el número de niños a que hayan cercenado sus manos, a cuantos presos hayan torturado, ni a cuantos inocentes hayan encarcelado; porque sobre sus uniformes caerá la gloria del orden establecido.
Todos los venerables cobardes que aglutinados forman la bienintencionada minoría silenciosa son santos e inocentes, no importa cuantos morirán atropellados mientras ellos miran hacia otro lado; porque su limpia consciencia, su fundamentalismo, su fe absoluta en el bien y el arrepentimiento en el último momento les libra del infierno.
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Son los niños que mueren desnutridos los culpables de haber nacido; las mujeres maltratadas o objeto de comercio las culpables de su caída; los jóvenes analfabetos sin futuro los culpables de su aciago destino; los viejos desvalidos los culpables de su falta de previsión; las familias famélicas y desahuciadas que se protegen en las grietas bajo los puentes, las culpables de su falta de suerte; los hombres justos represaliados por buscar la justicia y la equidad los culpables de su ingenuidad.
Pues sólo los borregos tienen un lugar en el limbo, porque sólo los perros guardianes tienen derecho a acercarse al borde del cielo, porque sólo los vencedores son merecedores del paraíso en la tierra y la gloria eterna, y para el resto el infierno sobre esta Tierra.

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