sábado, 21 de noviembre de 2009

La urgente necesidad de empujar

Miro al solitario lobo perfilando el horizonte y relamiéndose sobre el vértice de la pirámide trófica, y no soy tan iluso como para acercarme a preguntarle su parecer sobre el estado de las cosas. Conozco su opinión sobre la teoría de la justicia de Rawls y su apego al actual status quo. ¿Por qué debería distribuir su suerte, empatizar con los conejos o ponerse en la piel de los corderos, si esos bichos vulgares son suculentos manjares?
Miro a los viejos del lugar peinando sus doradas canas, luciendo su experiencia acumulada, su sabiduría, su artrosis, sus manías cultivadas mientras dicen que ésto se hace así, y no soy tan iluso como para acercarme a intentar convencerles de que los caminos propuestos por jóvenes maleducados llevan a valles más fértiles, que las respuestas propuestas por esos irrespetuosos mequetrefes solucionan incógnitas hasta hoy no despejadas.
Miro a los elegantes prohombres sentando sus reales sobre el ombligo del mundo, y no soy tan iluso como para acercarme a recordarles todos sus pecados. Conozco su opinión sobre el derecho de conquista y la sacrosanta propiedad, así como su apego a acumular honores, bienes y prebendas. ¿Por qué deberían empatizar con el mileurista, ponerse en la piel del hambriento, o distribuir sus riquezas, si aún en las peores condiciones nos reproducimos como vulgares conejos?
Miro desde el arrabal, alejado del centro. El hambre tan cercano, la justicia tan extraña, que es difícil dormir contento.
Es aquí en los bordes, donde apenas llega el resplendor de la luz que ilumina el centro, donde los niños inconformes sueñan con mundos mejores.
Es aquí, en el arrabal, donde los perros, intuyen los movimientos antes de que sucedan los cambios, donde los jóvenes rabiosos tiran piedras sobre las prohibiciones, donde se queman los límites y se encorre a las vallas.
Es aquí, en este espacio fronterizo, donde, sin que nadie lo plante ni lo abone, crece lo nuevo, salvaje. Es aquí, donde los vagos y los maleantes se tatuan ilusiones que por ciencia infusa mancharán las pieles inmaculadas de vuestras hijas biencriadas.
Es aquí, en estos espacios en construcción, donde esperan nuestras ratas más predispuestas y se relamen los bigotes a la espera de un trozo más grande del pastel en el próximo reparto.
Es aquí, en la penumbra de este espacio alejado de los focos y los fastos desde donde es más fácil ver la luz al final del túnel. Es aquí, donde empezará el movimiento hacia la salida. Es aquí donde se nota la urgente necesidad de empujar a los que impiden todo movimiento. Un movimiento necesario para recrear.
Ilustración: Cristopher Gilbert

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