
Ante este mundo cambiante, todos padecemos un alarmante Déficit de Atención. Imposible concentrarnos en lo esencial, cuando sólo capta nuestra atención los estímulos más amplificados.
Si quiero captar tu atención necesito gritar en el volumen de la publicidad de la televisión, parpadear luces multicolores como las tragaperras, mezclar channel con cocaína y don perignon.
Colapso. No veo nada, no oigo nada, no siento nada porque mi cerebro se encoge, porque mis sentidos se repliegan para no morir sobreexcitados. Y, en un intento por sobrevivir, cerceno mis dotes animales: renuncio a ver sin mirar, a mi visión periférica, a oír sin escuchar, a los sonidos secundarios. Descarto una información tras otra, el tacto de las hojas, el sabor del bolígrafo que mordisqueo, el aroma del sudor que arranco de tu piel.
Pero me esfuerzo y descarto sus gritos. Dejo atrás la hiperactividad y me aferro a la lentitud. Intentó simplificar mi horizonte, prescindir de lo indispensable. Limpiar el ambiente. Porque aunque aún no la huelo, tengo noticia cierta de que se aproxima la primavera y quiero poder apreciar el leve tono de la luz que abra la primera flor efímera de mi ventana. Sólo lo importante.
Pero me esfuerzo y descarto sus gritos. Dejo atrás la hiperactividad y me aferro a la lentitud. Intentó simplificar mi horizonte, prescindir de lo indispensable. Limpiar el ambiente. Porque aunque aún no la huelo, tengo noticia cierta de que se aproxima la primavera y quiero poder apreciar el leve tono de la luz que abra la primera flor efímera de mi ventana. Sólo lo importante.
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