Los políticos, uno tras otros, comparecen en televisión prometiendo brotes verdes abriéndose paso como héroes en estas tierras yermas. Nadie se cree tanta mentira. No sopla el viento. Hay calma chicha. Y todos los videntes apuestan por, al menos, dos años más de vacas flacas. Y mientras tanto, la Unión Europea, el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional nos miran y se echan a llorar, porque somos el enfermo más grave, el alumno más débil y miramos para otro lado.
Vendrán tiempos más malos: la tasa de desempleo se multiplicará a la salida del verano, cuando la hostelería pliegue velas por temporada baja, la cola del paro serpenteara cuesta arriba, las hipotecas no se podrán pagar, los inmigrantes no tendrán otro remedio que dormir en las calles de la ciudad, la violencia se incrementará, caerán primero los contractos basura, pero todos se encomendaran a los santos más milagreros para quedarse igual. Ahora ya, paseando por las calles, se palpa la tensión. Ahora ya, parado en silencio, se escucha como crujen las vigas podridas que soportaron nuestro castillo de naipes.
La tasa de paro, del 20%, es la más alta de Europa y sigue creciendo. La deuda acumulada en los tiempos de euforia equivale a 18.000 euros por persona. Los empresarios piden a las familias que se recorten los salarios y consecuentemente devolver los créditos se torna imposible. Los empresarios nos piden comprar más, olvidaos de las marcas blancas, pero multiplican los expedientes de reducción de empleo. La carga hipotecaria en España es del 70% del PIB, cuando la media europea es del 40%. El coste de acceso a una vivienda protegida en España para un joven es equivalente a 20 años de su salario íntegro, pero nos ruegan que compremos pisos para mover el motor de nuestra economia.
Nos han exprimido hasta la última gota, cobrando los salarios más bajos de la Europa de los 15, cobrándonos desde los tomates a las casas como si fuéramos turistas que no íbamos a volver otra vez aquí para volver a consumir. Nos depredaron como si nos fuésemos a extinguir. Nos dijeron no estudies que en la obra se gana buen dinero. Nos quedamos sin ingenieros. Nos obligaron, no, nos alentaron a endeudarnos hasta las cejas porque todo iría siempre bien. Cargamos la visa y reventamos la tarjeta de Elcorteingles. Trabajamos para no llegar a fin de mes. Y ahora debemos más dinero que el sueldo que ganaríamos los próximos 5 años, si trabajásemos, ahora que nos quedamos sin empleo.
Y ahora tenemos miedo. Tenemos miedo del hambre de los que están peor que nosotros. Los miramos con odio y votamos a la derecha. Menudo remedio. La misma gente que nos exprime, nos explota, nos atocina, nos ignora.
Cuando tengas hambre, por amor de dios, no mires abajo. Cuando la desesperación te vuelva salvaje, levanta orgulloso la cabeza, mira a los barrios altos, encamínate hacia el norte de la Diagonal, a Sarria o a Pedralbes. Apedrea sus casas, destroza sus coches y comete un par de ricos, siempre están gordos y tiernos, siempre están rellenos de euros.
Vendrán tiempos más malos: la tasa de desempleo se multiplicará a la salida del verano, cuando la hostelería pliegue velas por temporada baja, la cola del paro serpenteara cuesta arriba, las hipotecas no se podrán pagar, los inmigrantes no tendrán otro remedio que dormir en las calles de la ciudad, la violencia se incrementará, caerán primero los contractos basura, pero todos se encomendaran a los santos más milagreros para quedarse igual. Ahora ya, paseando por las calles, se palpa la tensión. Ahora ya, parado en silencio, se escucha como crujen las vigas podridas que soportaron nuestro castillo de naipes.
La tasa de paro, del 20%, es la más alta de Europa y sigue creciendo. La deuda acumulada en los tiempos de euforia equivale a 18.000 euros por persona. Los empresarios piden a las familias que se recorten los salarios y consecuentemente devolver los créditos se torna imposible. Los empresarios nos piden comprar más, olvidaos de las marcas blancas, pero multiplican los expedientes de reducción de empleo. La carga hipotecaria en España es del 70% del PIB, cuando la media europea es del 40%. El coste de acceso a una vivienda protegida en España para un joven es equivalente a 20 años de su salario íntegro, pero nos ruegan que compremos pisos para mover el motor de nuestra economia.
Nos han exprimido hasta la última gota, cobrando los salarios más bajos de la Europa de los 15, cobrándonos desde los tomates a las casas como si fuéramos turistas que no íbamos a volver otra vez aquí para volver a consumir. Nos depredaron como si nos fuésemos a extinguir. Nos dijeron no estudies que en la obra se gana buen dinero. Nos quedamos sin ingenieros. Nos obligaron, no, nos alentaron a endeudarnos hasta las cejas porque todo iría siempre bien. Cargamos la visa y reventamos la tarjeta de Elcorteingles. Trabajamos para no llegar a fin de mes. Y ahora debemos más dinero que el sueldo que ganaríamos los próximos 5 años, si trabajásemos, ahora que nos quedamos sin empleo.
Y ahora tenemos miedo. Tenemos miedo del hambre de los que están peor que nosotros. Los miramos con odio y votamos a la derecha. Menudo remedio. La misma gente que nos exprime, nos explota, nos atocina, nos ignora.
Cuando tengas hambre, por amor de dios, no mires abajo. Cuando la desesperación te vuelva salvaje, levanta orgulloso la cabeza, mira a los barrios altos, encamínate hacia el norte de la Diagonal, a Sarria o a Pedralbes. Apedrea sus casas, destroza sus coches y comete un par de ricos, siempre están gordos y tiernos, siempre están rellenos de euros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario