domingo, 15 de febrero de 2009

El hueco que abre tu sonrisa

Me colé por el hueco que abre tu sonrisa a las locas posibilidades, por el mismo hueco por donde asoma tu lengua. La misma lengua que siempre estás dispuesta a sacarle al mundo y a sus parcos habitantes. Por ese hueco entré en tu precioso universo, en los gestos pequeños de quien ha experimentado de cerca cual es el justo valor de un instante y de una vida entera. Me senté a tu mesa siempre llena de delicadeza e intenté apresar algo de tu paciencia, de tu extraño arte de caminar hacia delante y sin espera, de tu generosa entrega a cambio de unos peldaños de tu escalera. Y te ví jugar delante de los bares a no pisar las líneas que dibujan las baldosas en las calles. Y te ví jugar debajo de las sombras de la noche a olvidar las reglas que algún día trazaron para limitar nuestra caja de sorpresas.
Y una vez dentro pude ver que soy más pequeño, que no es tan cierto lo que digo, que mi discurso no es tan sincero, que la parte que gobierna mi cerebro no es tan grande. Así que me rindo y reconozco haber perdido nuevamente la partida. No sé porque diantre, la tuya, no es mi isla. No queda más remedio que dejar tu cálida bahía, izar velas, adentrarme en el vacío, persistir en mi naufragio. Porque si la razón mandase otro gallo nos cantaría.
Ilustración: Santilari

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