domingo, 24 de mayo de 2009

Caída ciega

A veces las cosas que me sostienen no parecen presentes. Que están allí, firmes e inmutables, es evidente. El suelo bajo mis pies nunca desaparece. La densidad de cada una de las cosas que me envuelve permanece. Pero todas y cada una de ellas se me hacen invisibles. Y aunque lo intento, no puedo verlas. Todas las cosas chiquitas que mi ánimo debilitan se engrandecen, se confabulan y me someten.
A veces me imagino suspendido inerme. Perdido en el vientre de la oscuridad más fría y vacía. Ningún sonido, ningún olor, ningún color frena mi miedo. Ningún eco responde a mis mudos aullidos. Me ciega el vértigo. Y como en las pesadillas, nada detiene mi caída.
Sólo derrota y desamparo. Cercenados todos, ningún hilo me sostiene. Ajenos todos, ninguna red me protege.
Pero en algún momento, por instinto, aprieto mis ojos, retiro las vendas, limpio las legañas y se cuela un rayo de luz. Se infiltra la cordura. Se desborda la vida. Y todo sigue allí. Inmutable. El mundo agazapado detrás de mi maleza, de los enredos de mi mente, preparado para abalanzarse sobre mi y obligarme a sonreír.
Están ellos. A veces ocupados, a veces imprevisibles. Y estás tú. Y está toda esta locura que desde dentro de mi me obliga a canturrear, a resistir, a repetir una vez más mis versos, mis trucos, mis cabriolas. Obligarme a olvidarme del pánico que me produce este mundo y a entretenerme en revolver mis juegos, los mismos que utilizo para arrancaros las sonrisas que me alimentan.
Ilustración: Toni Algaba

No hay comentarios: