viernes, 16 de mayo de 2008

Ésto es una guerra entre pobres

“Ésto es una guerra entre pobres” -manifestaba a las cámaras de la RAI una vecina de un barrio marginal de Nápoles, el día que en que el villano Berlusconi estrenaba sus medidas contra los pobres inmigrantes ilegales peinando las barracas para devolverlos por donde habían venido. No recordó la señora, ofuscada por los nervios del directo, que, desde hace siglos, todas las guerras son entre pobres; que, lo que decía, era una obviedad, porque hace ya varios siglos que se extinguieron los caballeros andantes que luchaban sólo por honor y celebridad. La guerra, negocio sucio, deja el trabajo de pelear y morir a los obreros pobres, y los beneficios de la lucrosa industria de la muerte a los ricos, en una distribución equitativa e inteligente.
“Cuando la policía los desalojo, corrimos a incendiarles sus viviendas para que no vuelvan. Ya damos suficiente asco nosotros para que vengan éstos de fuera” –nos explicaba la señora.
Nos recordaba que la Pobreza es una mujer democrática donde las haya, que no sólo genera nauseas entre la sensible clase acomodada, sino que provoca también asco entre los mismos pobres; que perciben su miseria, como el sudor agrio que nos impregna y del que sólo nos podríamos librar con una ducha de fortuna.
Es evidente, antes de que naciera en nuestros barrios marginales la xenofobia, habitaba desde hacía tiempo la pobrefobia. La pobreza es lo que más miedo, asco y repulsión nos provoca. Y en nuestra carrera por separarnos de su peste, no nos molesta el color de quien nos viene a robar el trabajo o nuestras últimas esperanzas. En cambio, nos molesta que exista alguien aún más miserable, que nos robe el dudoso honor de ser el último de la fila, de recibir las migajas del estado del bienestar, que no nos educa para escapar y exigir un mejor reparto, sino que nos enseña a aguantar con paciencia el día a día de la guerra entre pobres, entretenidos, contando las bajas.

No hay comentarios: