martes, 7 de octubre de 2008

Esteremos muertos toda la eternidad

En pleno otoño caen como hojas todos los bancos donde nos esconden su dinero. Nuevo lunes negro. Y aparecen en todos los altares los mentirosos llamando a la tranquilidad. Dicen que nada ha cambiado. Nos convencen por la tele de que todo sigue igual, de que vale la pena defender sus cuentas, de que nos vayamos pronto a la cama para descansar y mañana bien temprano a trabajar. Pero miro mis bolsillos vacíos y sonrío. Pues no tengo nada. Nada que perder.
Es la bolsa la que gira. Es la bolsa la que cae. Yo mantengo firme la posición, que las noches de crisis siempre fueron frías, sólo necesito tu calor. Y desde lejos, nos llaman a apretarse el cinturón, ¿te suena la canción? Pero a mi que más me da que se desmoroné el Ibex, el Nikei o el Down Jones, si yo sé donde invertir mi tiempo, donde mover el cuerpo. Ahora estoy preparado, pues soy un copiloto con un master en caídas y cuento con expertos capaces de cagarla y reírse en el intento. Y cuento con tu mirada y con sus sonrisas. Y me río de sus nervios, porque son sus equilibrios y mentiras las que caen. Que mis sueños y tu sueños no se han roto, porque estamos aquí juntos. Estamos vivos, del bando de los vivos, de los que caminan y tropiezan al andar. Somos únicos, como el amanecer, como los copos, como el placer. Y sin prisas, tal vez mañana, debemos ponernos a correr, sacudirnos el polvo y las anclas que nos apartan del camino, porque el tiempo no se para, porque nos quedan cuatro días, porque somos lo único que importa. Y somos lo importante, somos los días que nos quedan, mirarnos a la cara, entregar el cuerpo y alma. Dale gas. Dejarnos la piel en el intento, comerte cada día, no guardar fuerzas por si acaso, no dejarnos nada, porque dentro de un momento, dentro de unos días, desapareceremos todos, calzando una sonrisa, y luego de nosotros llegarán muchos más, ocuparán nuestras casas y, como nosotros, se enamorarán. Gracias a nosotros, que seremos su ejemplo, se enamoraran. Y sobreviviremos, si les dejamos algo. No nos menospreciemos, pues los que vengan detrás contaran como vivimos todos los lunes como si fueran festivos, como al irnos no nos llevamos nada, los bolsillos vacíos, los corazones desgastados. Atrévete mi niña y dale gas. Ahora hay tiempo. Luego, estaremos muertos toda la eternidad.
Parafraseando a Facto de la Fe y las Flores Azules

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