
Con suerte en medio de la carrera, respiro, pienso: Necesito pararme. Darle tiempo al tiempo. Darle cuerda a mi cuerpo extenuado.
En mis manos tan pequeñas caben tan pocas cosas, que cuando ambiciono albergar varías al mismo tiempo, no puedo, no caben. Debo lanzarlas al aire, como si me quemaran, como si hiciera malabares, en tan inestable equilibrio.
Pero no tengo destreza, no sé. Torpe como soy: Si lo intento, me trastabillo. Si lo intento, las cosas que recojo en mi camino caen al suelo e incluso, a veces, alguna se hace añicos.
Pero es imposible no correr. Es impensable no recoger los hallazgos que nos ofrece el camino. Es necesario ser un buen malabarista, me advierten, incluso a veces un trilero. Y yo que soy torpe, os advierto: que aunque quiera abarcar mucho, nunca os será suficiente.
Es un carrera perdida, es un equilibrio imposible, pero al final, bañado en sudor, extenuado, en medio del estropicio, nuevamente sonrío, por otra vez haberlo intentado, por no rendirme ante lo imposible.
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