
Debo dar las gracias a mis intrépidos compañeros. Por su temeridad, por su incómoda protesta: Cualquiera puede imaginar que ir en bicicleta desnudo es incomodísimo, un sacrificio, un gesto doloroso de protesta. Minoritario era el pelotón, contaba sólo con los más concienciados. Yo no estaba entre ellos. No me había enterado, a pesar de que circulo todos los días por la ciudad en bicicleta, aunque un poco más arropado, más vestido: mucho en invierno, poco y sudando en verano.
Debo darles las gracias a los valientes compañeros, por arrancarme una sonrisa en medio de mis prisas. Gracias, porque de repente, atravesando la urbe contaminada, el duro hormigón, aparecieron gráciles vuestros cuerpos desnudos y mudaron el espacio, para bañarlo de piel, humanidad y color. Pareció, por un instante, que era posible una ciudad mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario