lunes, 15 de septiembre de 2008

Carmilla

Luna llena. Nuevamente impones tu presencia en mitad de la noche, sin avisar. No recuerdo cuando obtuviste mi llave. Debes entrar violentando alguna de mis ventanas. Sin mediar palabra, te cuelas en mi lecho, destierras mis sueños y exiges su trono. Tu hipnótica mirada expresa claramente tus deseos. No hace falta mediar palabra. Sé claramente lo que te has venido a llevar. Mi voluntad quebrada te obedece. Mi cuerpo responde a tus órdenes. Sé que desprecias mis virtudes, que vienes exigiendo lo peor que hay en mi. Sé que si intento ser dulce me despreciarás y harás que me desprecie. Sé que si me resisto igual me arrancarás lo que me has hecho creer que es tuyo. No sé definir los sonidos que nublan mis oídos y me hacen correr hacia el abismo: si gimes o si gruñes, si jadeas o me gritas. No comprendo tu idioma arcano, pero obedezco todas tus instrucciones. Sé que no tienes suficiente con mis buenos pasos y ciego te sigo por el camino oscuro. Te deleitas en las cosas que a las demás mujeres repugnan. Conozco tu cuerpo. Sin querer, infrinjo dolor a otro ser. Me conduces por la vereda de la parte de atrás. Me has dejado claro el elevado precio del umbral de placer que sólo tú me ofreces cruzar. Tu pasión lacera mi piel. Mis manos se crispan antes de morir exhausto. La esencia de mi ser mancha tu sonrisa. Aún no te has saciado. La guerra no ha terminado. Quizás hoy no, pero nuevamente sangraran las heridas que me infliges.

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