viernes, 11 de julio de 2014

Sueños sepultados III, End days

¿Quién nos lo iba a decir? ¿Quién nos ha visto y quién nos ve? A la vejez viruelas, hambre, sarna y oprobio. Tantos años de andar recto, de obrar correcto, de guardar en el granero, de tender la mano para nada, para esto.
Tanto esfuerzo. Años de juventud previsora, guardando como hormiguita, evitando dispendios y extras, mirando siempre hasta la última peseta, comparando precios, recortando vicios, negándoles premios y gratificaciones, para esto, para esta mierda. Tanto orgullo, tanto caminar con la frente alta los domingos por la plaza con la camisa almidonada, la raya de los pantalones bien marcada y la corbata inmaculada, del brazo de la mujer humildemente engalanada y los niños tan educados que los podías llevar de visita a cualquier sitio.
Tanto preocuparse por pagar todo en su día, por presentar la declaración de impuestos el primero, por no gastar de más ni en la luz de casa, ni en el médico de la seguridad social. Tanto orden para esta mierda, para esta puta mierda.
Tanto orden, tanto esfuerzo para ir a buscar un día al banco parte de los ahorros acumulados y poder echar un capote a un hijo apurado porque no encuentra trabajo con tanto paro y que nos espete un sinvergüenza que no puedo retirar mi dinero de momento, hasta nueva orden, porque está a plazo hasta que las ranas críen pelo. Para que momentos después nos ratifique el director de la entidad financiera que el dinero se ha desvanecido, que son sólo números en papeles muertos. Y tener que apretar los puños para retener la ira y no hacer algo de lo que me hubiese arrepentido.
Tanto orden y tanto esfuerzo para quedar arruinado por una inversión en preferentes, ese atraco a mano armada con premeditación y alevosía urdido por una piara de banqueros carroñeros e inoperantes y avalado por una panda de mequetrefes metidos a políticos que no han tenido ningún reparo en vender a sus mayores para salvar sus culos.
¿Quién nos lo iba a decir a nosotros que fuimos tan previsores y ordenados? Como nos íbamos a imaginar que a la vejez nos íbamos a ver viviendo tantos apuros, sin poder ayudar a los nuestros, mirando hasta el último céntimo, haciendo números para poder pagar los medicamentos. Tanta vida ordenada para esta puta mierda. Puta mierda, no tener veinte años menos para liarme a tiros.

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