jueves, 3 de julio de 2014

Sueños sepultados I, Groth way

Cuando éramos tan sólo un poco más jóvenes, nuestras yayes, antes de dedicarse a la flauta, se entretenían en tejernos consejos hilvanando frases hechas con el objetivo de centrarnos en la cultura del esfuerzo. Al que madruga dios le ayuda, esgrimía la materna, lo que siembres hoy recogerás mañana, apuntaba la paterna. Frases que nos calaron en lo más profundo por que procedían de la misma fuente que las rosquillas y la crema catalana.
Menos mal que algunas de ellas ya no están para soportarlo o han elegido el olvido para no ver como caemos en esta caverna. Menos mal que las que no son ausentes, se han arremangado y han abierto los brazos ofreciendo cobijo, cubierto y soporte a los nietos desbancados y desahuciados y su prole de biznietos, o envían el recuperado paquetito con viandas a los que emigraron al frío en busca de pan.
Menos mal que algunas de ellas arrastran sus varices, sus artrosis, sus arritmias por las calles y les cantan las cuarenta, como sólo se les permita hablar a las que peinan canas, a esos señores encorbatados que nos han cercenado el futuro.
Menos mal que ellas recuerdan. Menos mal que ellas no callan y cuentan. Y hacen de canguro de los más pequeños y les cuentas batallas de cómo era esto cuando la cosa no estaba tan mal y repiten una vez tras otra como sólo ellas tienen por costumbre donde estuvieron los errores, donde nos aprietan, donde debemos de mirar.

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