domingo, 31 de julio de 2011

Consciencia de clase

Como el perro, que nacido entre el rebaño, se cree una oveja más y se juega la piel ante los lobos para defender a su adoptada familia, muchos seres se creen, equivocadamente, personas humanas, siendo como son simples bóvidos esclavizados: vacas sometidas a la dictadura de las ordeñadoras automáticas conectadas a un sistema del todo ajeno a su condición.
Pero un día estas vacas despertaran de su ilusión y abandonaran su cueva, donde las sombras deformadas de la realidad les mantienen en la ilusa creencia de una justicia imparcial y una democracia imposible de mejorar.
Un día, que cada vez está más próximo, pues es ahora, en temporada de vacas flacas, cuando los tirones sobre sus ubres son más intensos, la explotación ganadera más avariciosa y se decretan hambrunas a expensas del futuro de sus terneros, cuando la paciencia de los placidos puede agotarse. En estas circunstancias, no es de extrañar que el animal se despierte y muuUja.
Y aunque los dueños de la ganadería han dibujado estrategias para mantener a los bóvidos en la inopia o atenazados por el temor de que cualquier cambio será siempre para peor, más cornadas da el hambre. Así que no es de extrañar que en los corrales se preparen Sanfermines y las placidas vacas lecheras ahítas de mala leche se transformen en toros de lidia y embistan contra los hombres que las devoran.
Simplemente es necesario sacudirse las orejeras para poder ver que aquellos que nos susurran cuentos chinos no son, digan lo que digan, de nuestra especie, y que para ellos sólo somos carbón que alimenta sus calderas. Embiste y cornea.

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