sábado, 3 de julio de 2010

Kalmita Berlinade

Berlín: Ciudad derruida, devastada, sin casco antiguo de postín y barrios modernos con edificios de apellido ilustre, donde, sin lugar a duda, son los edificios okupados, que encuentras en los huecos de los patios de manzana, rellenos de impulsiva creatividad, la primera atracción de la ciudad. En cualquier pared, un graffiti gritando; en cualquier espacio muerto y resucitado, un artista creando desde su soledad; en cualquier grieta, de espaldas al pensamiento único, sin sentido y sin norte, una fiesta, una cerveza…. cualquier otra cosa diferente o similar.

Berlín: Ciudad dónde nadie corre y los rostros no parecen abotargados por el estrés; donde sus ciudadanos visten como quieren, con prendas de segunda mano, que reinventan a sus nuevos propietarios, que se estiran cual lagartijas sobre el primer metro cuadrado de hierba que encuentran con el objetivo imposible de broncear sus carnes. Ciudadanos que juegan con sus hijos en los parques y te miran mal si no dejas de trabajar para mimarlos.

¿De dónde vienen? ¿por dónde han pasado? para haber aprendido que el dinero no es importante, que no sirve para nada un coche, que la moda debe permanecer cautiva en la revista, que sólo el tiempo es un tesoro, que lo importante está frente a uno, alrededor de uno, o como muy lejos, dentro de uno. Donde las obligaciones no mueven nada, y sólo una cerveza los arrastra.

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