domingo, 3 de octubre de 2010

Defender Mogadiscio

Miras nuestra ciudad asediada, escrutas el horizonte devastado, los edificios derruidos y, fácilmente, crees que no queda nada en píe sobre el polvo abrasado. No ves. No entiendes porque seguimos dejándonos la piel aquí por defender Mogadiscio de la barbarie. Darías la ciudad por pérdida, permitirías a sus hordas continuar avanzando. Pero antes, clava tus dedos en este polvo que nos sostiene, quizás puedas diferenciar, entre la arena, las cenizas de todos los derechos perdidos que aquí dejarás enterrados.
Siempre nos quedará Kamchatka. Apéndice de esperanza. Territorio infinito que sólo existe en nuestros mapas mentales. Península cálida de costas abruptas dónde recuperamos las fuerzas, tomamos aliento tras la persecución y nos hacemos fuertes. Dónde la mirada y las palabras del resto de sus habitantes nos reconfortan: Tenemos razón. El pensamiento no puede tomar asiento. La lucha continua.
Resistir en Numancia. Debemos resistir el asedio. No dejar que la humanidad perezca. No importa que la ciudad haya caído hace ya tanto tiempo. Sus victorias jamás significarán nuestra derrota, porque incluso muertos y famélicos acudiremos al próximo combate. Qué la resistencia está incrustada en nuestro genoma. Que el afán de progreso es la única razón de esta estirpe de simios. La lucha por la defensa de la dignidad es eterna, porque no combatimos para salvaguardar un lugar. Combatimos para seguir siendo.
Y si algún día caen todos y cada uno de nuestros baluartes, y no tengamos donde guarecernos, dejad que sonrían los que nunca aprenden, porque no estaremos ni mucho menos acabados, porqué la resistencia es nómada y perenne. Nuestra necesidad de ser, infinita.
Ilustración: José Cendón

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