domingo, 5 de diciembre de 2010

Reexistencia

Fin al gobierno de los justos. Los prohombres abandonan sus responsabilidades derrotados, se miran los unos a los otros, se comprenden. Ellos nos se equivocaron, fue el pueblo quienes no les entendió. Ellos tenían sus razones para cada uno de sus pasos, para cada uno de sus hechos, que no era necesario explicar a los humildes. Ellos que ahora repudian su gestión, admiten que sus transgresiones fueron necesarias para mantenerse firmes al pie del timón, sobre su poltrona.
Fin al gobierno de los justos. Los prohombres respiran aliviados, no serán ellos los que bregarán con la parte más cruenta de la crisis, no serán ellos los que reciban las próximas cornadas. No serán ellos los mamporreros de los próximos recortes que impondrán los dueños del tablero. Se miran los unos a los otros y asienten: en la oposición siempre se está más cerca de la razón, contra el mal se vive mejor.
Fin al gobierno de los justos. Los vencidos, sosegados, se miran los unos a los otros, buscando, de entre ellos, a lo más honestos, o a los más débiles. Cabezas de turco, cadáveres de paja que arrojar a sus militantes para que perviva la especie. Ellos representarán la ceremonia de la inmolación de los culpables, de su teatral y limitado sacrificio, para hacer posible el milagro de la resurrección, cual ave fenix, del Aparato, con toda su potencia. Para organizar desde la nueva trinchera su reexistencia, para poder volver al sacrificio en nombre del bien público, para que las mismas ideas sean pronunciadas con las mismas palabras, para que nadie nuevo, ningún advenedizo, se apodere del viejo teatro.
Ilustración: Rembrant, Los síndicos del gremio de pañeros

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