martes, 8 de febrero de 2011

Todo lo que sé, me oculta todo

Todo lo que sé:
Abandono los lugares comunes, desconfío de las leyes universales, me desprendo como puedo del legado hegemónico de los sabios reputados más citados y, por supuesto, desoigo a las autoridades. Me esfuerzo tenazmente en desaprenderer todo lo que hasta el momento he aprendido.
Es evidente que andando los caminos marcados, siguiendo los consejos de los doctos, escuchando el dictado de los próceres no hay solución ni salida; sólo se llega a este desastrado mundo al revés, a este sistema fagocitador y cruel con forma de embudo, donde ríen cuatro y sufre el resto.
Es evidente que debo dar la vuelta en redondo. No correr hacia la luz, donde todos apuntan con sus focos. Allí sólo hay muerte y fracaso.
Todo lo que sé, me oculta todo:
Debo desaprender, borrar todo lo visto y escuchado, para poder imaginar las otras opciones que ya existen bajo el ruido fuertemente tejido por sus verdades como puños. Debo volver hasta lo más profundo de mi mismo, hasta al niño, hasta el salvaje, que aún habita los huecos de mis huesos para reconocer lo que es esencial y prescindir del resto de este teatro del engaño.
Todo lo que sé, no sirve de nada. Todo lo que sé, me oculta las opciones que han desdeñado por nosotros. Sus elecciones, no nos dejan elegir.
Necesito poder mirar lo que no sé: la manera de vivir en paz, la manera de vivir sin ellos.
Al margen de sus lugares comunes, ese otro mundo posible está aquí, dentro de nosotros. Suena como un susurro sensual. Me paro para escucharlo. Los gritos de las muchedumbres enardecidas en las calles indican que está aquí; bajo los adoquines está la playa. Bajo el ruido, después de la algarabía, escucharemos los alegres sonajeros de la vida. Volemos Davos. Aquí está Utopia.

No hay comentarios: