lunes, 15 de enero de 2018

La democracia democrática

La democracia es una ilusión mercadotécnica para calmar los anhelos de la ciudadanía y abortar su ansia por ejercer la soberanía popular y decidir sobre las cosas que le afectan.
La dictadura justifica la rebelión, la revuelta y el ejercicio de la violencia, en cambio en un contexto democrático se desactivan y desligitiman estos instrumentos esenciales para la defensa de los ciudadanos.
En esencia, a los que cortan el bacalao (IBEX 35 o como les quieras llamar), cuando todo está atado y bien atado, el sistema democrático les protege, al actuar como un tranxilium sobre las consciencias y adormecer a la peble.
La democracia democrática i/o los mecanismos represores del Estado (a elegir) no ha permitido a un conjunto de ciudadanos ejercer de forma pactada el derecho reconocido a la autodeterminación, después de solicitarlo por las vías adecuadas 18 veces; y ha reprimido violentamente su ejercicio cuando la ciudanía, rebosada su paciencia, lo ha ejercido. Lo ha hecho encarcelando a líderes de opinión pacíficos, convirtiendo en proscritos a los miembros de un gobierno electo por cumplir su programa electoral y violando las instituciones democráticas y el orden constitucional para imponer un gobierno no electo.
Pero no nos deberíamos haber sorprendido lo más mínimo, ya que la democracia democrática i/o los mecanismos represores del Estado en manos de los que cortan el bacalao (a elegir) ha permitido a gobiernos elegidos a través de las urnas perpetuar el saqueo de los ingresos públicos recaptados a través mayoritariamente de los impuestos pagados por los trabajadores, ha posibilitado que hayan dilapidado el erario y los bienes públicos presentes y futuros para tapar el agujero privado de la banca, inversiones privadas fallidas como la gestión privada de los hospitales públicos valencianos, el Castor o las autopistas de circunvalación madrileña; o que hayan, por arte de magia, evaporado las reservas del Fondo de Pensiones, o ampliar el expolio a los ciudadanos permitiendo a los subministradores de agua, gas, telefonía y luz unas tarifas ajenas al coste de producción de sus servicios.
Ante la evidencia, los peatones eligen la píldora azul y deambular por matrix ajenos a la realidad, acomadodos a pacer y ser ordeñados, o la píldora roja mirar a los ojos y llorar el dolor ajeno.

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