sábado, 21 de abril de 2012

Circo y poco pan

La CIUDAD, en mayúsculas, asediada por los Bárbaros se tambalea sobre sus cimientos resquebrajados. Las intrigas palaciegas, la mezquindad de sus gobernantes, la avaricia de los prohombres con gula de más riquezas que no saben donde acumular esta ahogando al pueblo esclavizado. El crédito de prelados y patricios no fluye, porque unos no se fían de las arcas de los otros, se tambalean los negocios y se deja de roturar bosques y labrar campos, mientras se somete a las hordas de plebeyos a la hambruna. Oscuros laúdes tañen a revuelta. Pero el Circo consigue durante un instante que la ciudad eterna se convierta en una balsa de aceite, se uspende el hambre con el reparto de pan, se canalizan las furias hacia la sangre que se derramará en la arena, se focaliza la esperanza en la salvación de nuestro campeón entre todos los gladiadores. Rugirá el pueblo condenando al perdedor a la muerte. Y mañana los pretores todavía podrán esquilmarles nuevos sertercios con nuevos tributos injustos, siempre y cuando los mantengamos embrutecidos por la sangre que desgarran las fieras sobre los cristianos, por los cruentos combates a muerte.
La ciudad, con minúsculas, asediada por los recortes con que nos insultan los bárbaros gobernantes tiembla sobre la penuria que inflinge la crisis económica más dura jamás recordada,
sobre el dolor de los extenuados que arrastran la humillación del paro durante años, la injusticia del desahucio. El famélico estado del bienestar se tambalea, pero no importa mientras se aproxima un nuevo clásico.
Porque el circo consigue que durante meses las mentes de los logotomizados miren hacia otro lado, como si las victorias de los acaudalados futbolistas tuvieran algo que ver con sus tristes vidas, sus negras derrotas, sus tristes suertes. Y mientras dura, se ríen a mandíbula batiente los sátrapas que nos exprimen, sin explicarse como no ruge la marabunta.

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