viernes, 6 de abril de 2012

En cumplimiento del deber

Nada más nacer, la comadrona eficiente golpea las nalgas del recién nacido para arrancarle el
llanto sin dejar lugar a una espera. Y a partir de ese momento y hasta el fin de nuestros días el deber de los demás cercena nuestros anhelos, sueños y derechos.

La profesora vocacional prohíbe a los párvulos levantarse de su pupitre para perseguir en juegos el revoloteo de las mariposas.
El recto progenitor deja sin cena, paga o internet al pubescente respondón que no acepta una prohibición sin la correspondiente explicación.
El agente del orden diligente golpea con saña al bachiller que mal se defiende de sus acometidas con su libro de ejercicios de inglés en el transcurso de una protesta en defensa de la educación.
Y el puntual reloj de la oficina pone fin a todos los bailes y las verbenas del verano.

El cura párroco niega la comunión al joven divorciado, a la mujer que ejerce su decisión o al teólogo de la liberación, al tiempo que pasea bajo palio al corrupto dictador.
El provecto patrón extingue el contrato al obrero legalista que solicita el cumplimiento de las medidas de seguridad en su puesto de trabajo, un trato correcto, salir a su horario, o que dejen tranquilo su trasero.
El abogado renombrado defiende al traficante, al proxeneta, al prevaricador y hasta al mismísimo diablo con ahínco proporcionado al dispendio monetario.
Y el pródigo banquero desaparece los ahorros del pensionista y la viuda, al tiempo que desahucia a los jóvenes hipotecados y santos padres avalistas.

El político a la patria entregado solicita el aumento de las penas para quienes provocan desafueros durante las pacíficas propuestas ante el recorte de sus derechos, anuncian la violación del santo correo como medida de prevención, al tiempo que piden prisión para los vagos y maleantes por posibles delitos futuros que pudiesen cometer.
El sacrificado político al tiempo privatiza desde la educación al agua, otorga a los amigos contratas, y amnistía a los que hacienda defraudan.
Mientras que el juez togado encarcela al humilde ladrón de a diario y exculpa al profesional del hurto millonario.

Todos estos sinsentidos al humano ya no parecen raros. Así cuando envejece, ni se sorprende ni se queja cuando extiende su dolor el cirujano, ni devora sus entrañas el gusano.

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