martes, 20 de enero de 2015

Estupor y temblores

Ahora que el FMI y los que tienen cogida la sartén por el mango amplifican el discurso del miedo con la finalidad de aterrar al rebaño, puede que sea necesario repetir como un mantra algunas realidades que parecen de Perogrullo para evitar que nos paralice el miedo que es muy mal consejero:
Dicen que cuando los voceros anuncian la llegada del caos, la salida del euro y la bancarrota económica, los votantes se ofuscan y eligen antes malo conocido que bueno por conocer. Así, los que cortan el bacalao, como saben que si reiteran continuamente sus amenazas el cerebro del peatón común, continuamente sacudido, es dañado hasta la amnesia hasta olvidar que ya está hasta el cuello sumido en el caos no cesan de repetir y replicar sus amenazas para que los menganitos olviden que una tasa de paro superior al 24%, más de 4 millones de parados de larga duración, un paro juvenil por encima del 50%, centenares de miles de hogares con todos sus miembros inactivos y/o bajo el umbral de la pobreza es más que el caos, un panorama propio de una zona de guerra.
Repiten los voceros de los que siempre han llevado las riendas que únicamente ellos están preparados para llevarnos por el buen camino y sacarnos de este abismo. Que ahora no es el momento de cambiar de marca, que ellos son los que lavan más limpio. Que ahora no es el momento de hacer experimentos, que desoigamos las nuevas promesas de personas a las que no les avala ninguna victoria y ni les deshonra ningún fracaso. Pero en su insitencia, se cuidan de comentarnos de que fue su timón quien nos varó en este ciénaga, que fueron ellos quienes permitieron la orgía desenfrenada que inflo primero e hizo estallar la burbuja, dejando nuestra economía hecha añicos, que fueron ellos los que tienen las manos manchadas en cientos de corruptelas como si se tratase de una tradición, y que fueron ellos quienes, con la excusa de salir de la crisis, empuñaron la tijera para recortar gasto y, ya puestos, derechos y servicios, pero no prebendas, hasta dejar el traje hecho trizas. Cuidan de recordar que fueron ellos los que decidieron premeditada y consensuadamente imponer todo el sacrificio sobre los más humildes y la clase más que media, demediada. Reiteran los voceros de la casta su salmodia cansina como gota malaya y mientras lanzan flashes cegadores, nos gritan que ya estamos saliendo de la crisis y que nuestro PIB crece como ninguno, olvidándose de comentarnos que ni el año que viene, ni el siguiente, ni al otro bajará la tasa de desempleo por debajo del 20% si seguimos con sus recetas. Pues en su programa del shock no se cuenta con aumentar la empleabilidad de los parados de larga duración ya descontados como perdidas y descartados, o de generar trabajos que puedan ser ocupados por los ciudadanos reales. No se dice, ni se escribe que cuando los de siempre dicten por real decreto ley, que ya hace sol y buen tiempo, que se han terminado las rebajas, que ya ha estado inaugurada la normalidad en esta Península, y ya se sacan las garlandas para preparar un nuevo carnaval, será la cuaresma la que seguirá reinando todopoderosa.
Unos pocos, sus pocos, saldrán de la crisis rescatados, mientras muchos, nuestros muchos, deberán continuar su camino amputados y a rastras: miles de residentes continuaran sin acceso a la sanidad, el acceso a la justicia será de pago, las ayudas a la dependencia se perderán en el recuerdo de los más ancianos, y estudiar o estar enfermo seguirá siendo igual de caro.
Estas serán las consecuencias del miedo. Lo nuevo es incierto y puede, casi seguro, desencantarnos, pero abre un resquicio a la esperanza de aspirar a ser ciudadanos en un entorno democrático y más iguales.

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