viernes, 20 de febrero de 2015

Palos a las ruedas

Sale el sol por poniente y el gallo afónico no nos despierta. Nos damos cuenta que ya sonó el despertador y trastabillados nos levantamos con el píe izquierdo. No nos afeitamos, desayunamos peor de lo común aún las advertencias de nuestro cardiólogo. El metro va más lleno que de costumbre por una actuación incívica de la dirección de la empresa y los usuarios que te rodean como a una sardina son más feos y menos frescos que habitualmente. Emerges a la superficie de la ciudad cuando se acaba de superar el límite máximo de partículas contaminantes en el aire. Si agudizas el oído los ruidos de la urbe están tatareando música de thriller como anunciando el cariz de los acontecimientos. Llegas a la oficina, abres el ordenador y éste, actuando de motuo propio, te ha eliminado como usuario y te ha convertido en un donnadie. Tienes que pedir socorro a los técnicos informáticos y observas con perplejidad como estás en sus manos mientras remueven las tripas de tu pc en conexión remota. Te comes las uñas, mientras escuchas el tintineo agudo de los minutos cayendo en saco roto, desesperado bajo el peso de todas las cosas urgentes que tienes que hacer y no puedes porque están allí en esa caja tonta y rota. Te desesperas…. Después de un tiempo largo por lo incierto, te anuncian que la avería ha sido subsanada. Entras en el ordenador dispuesto a recobrar el tiempo perdido, pero no lo reconoces: te cambiaron la interface, te actualizaron los programas y te ordenaron los correos y documentos bajo patrones que no siguen una lógico común. Renuncias a discutirte con los informáticos y optas por el camino más corto de adaptarte como especie al nuevo hábitat tras la glaciación. No puedes. El ordenador está haciendo sus cosas de ordenador, su higiene, se autoindexa y cada vez que le pides un asunto te advierte que es posible que no te este enseñando toda la información. Piensas que es invierno, pero que después de tantos días de frío siberiano hoy luce el sol y podrías estar perdiendo el tiempo atravesando parques o escudriñando los escaparates del casco viejo. Que asco! viejo. Sigues al píe del cañón porque tu moral calvinista te impide desertar. Sigues reconcomiéndote por dentro, esperando que termine el año chino y la puñetera jornada laboral y por fin llegue el fin de semana, santo y bendito viernes, para nuestro solaz y poder enfrentarte durante el fin de semana con todo el trabajo doméstico que dejasté retrasado, los deberes de aritmética y latín de los pequeños, la compra del sábado en el supermercado y el partido de cinquillo en la mesa camilla de los suegros el domingo. Para que cuando llegue el lunes, te sonría la suerte, y puedas currar como un enano sin que el ordenador te la toque de nuevo, eh, Sam.

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