Todo debería
estar limpio, a punto para revista. Todos deberías ser normales y pensad como
yo o, al menos, lo que yo quiero que penséis. Así nuestra vida sería más fácil
y todo el rebaño contento. Al menos, los disidentes, si no teméis, deberías
esconderos y no hacer ruido, en vez de hacer alarde de vuestra alegría desvergonzada por plazas
y mercados.
Ciudadanos
Populares se mesan los cabellos y se rascan sus urticarias porque pasean por
calles repletas de lazos amarillos (o porque otros lo tienen que hacer), pero
son inmunes a la pobreza, los sintecho, los pisos vacíos, las manchas de orines, las colillas,
la publicidad sexista, los chicles o las cacas de los perros; las cosas
normales.
Ciudadanos
Populares han llamado a sus huestes a una labor cívica: limpiar las calles de
lazos amarillos y otros símbolos que les desagraden; dejan a otros las labores
menos importantes, como contar menores desamparados residiendo en la vía
pública, acompañar ancianos, plantar árboles o recoger plásticos abandonados en
las playas.
A los Ciudadanos
Populares no les gusta que otros ocupen el espacio público. Abominan y se
santiguan cuando tienen que pasar por delante de un símbolo contrario a su
pensamiento sea este amarillo, rojo o violeta. Y no saben porque no se reforma
el código penal, la ordenanza municipal, las normas administrativas para evitar
que nadie diga lo que piense, para coartar de una vez por toda la libertad de
expresión y tener que escuchar una opinión diferente, que esto antes no pasaba.
A los
Ciudadanos Populares les asusta que haya personas que vivan fuera de su relato
inventado, que no crean lo que dicen sus altavoces, que no oigan lo que repiten
sus mass medias, que no sintonicen Tele5 o la Razón. Les asusta que haya
personas que piensen diferente, hagan cosas distintas, tengan prioridades
excéntricas, y se solidaricen con presos políticos o raperos, aunque no piensen
como ellos.
Los
Ciudadanos Populares han hecho una llamada a su propia yihad, incitan a sus
huestes a arrancar lazos amarillos, a pisar los castillos de arena levantados
por los niños, a gritar cuando susurra el poeta, a romper las guitarras y pisar
la hierba. Y a la llamada, claro está, acude lo mejor de cada casa, los niños
bobos que harán el trabajo sucio gratis para los marionetistas.
Ciudadanos
Populares no crean símbolos, destruyen los ajenos. No sueñan futuros, frenan,
defienden pasados. Están condenados al fracaso.
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