viernes, 9 de enero de 2009

+ de 3.000.000

La ambición mató a las vacas gordas. Todo era coge el dinero y corre en este país de cortos de vista, donde todos somos tan listos. Todos fuimos corredores de bolsa, todos nos atrevimos a ser especuladores inmobiliarios. Cegados por el Spanish miracle, eufóricos por un crecimiento económico inusitado en la historia de España, convencidos de que nos sobraba el trabajo, caímos en la euforia del consumo, compramos lo que nunca supimos que necesitamos y viajamos a sitios que no sabíamos localizar en el atlas y, para colmo, nos hipotecamos para comprar unos pisos que valían mucho menos de lo que nos costaban. Y ahora, ya nos ves, llorando por los rincones, porque no sabemos como llegar a fin de mes, en el filo del desahucio y con las visas exprimidas.
En diciembre, por primera vez en la historia de España, el paro afectó a más hombres que a mujeres, circunstancialmente porque fue la industria y la construcción la que están sufriendo en sus carnes los ERO. La cuesta de enero volverá a poner las cosas en su sitio, cuando los comercios echen a la calle a los refuerzos contratados para la campaña de rebajas.
Pero nuestra dolencia está calada en nuestros huesos: nuestra base económica se basa en la construcción y los servicios turísticos, sectores productivos empleadores extensivos de mano de obra de baja calificación; que atrajo a mano de obra de todo el mundo con escasa formación, pero que sobre todo ha desalentado a nuestros jóvenes a conseguir una formación universitaria que no garantizaba mejores salarios a un titulado que a un obrero de la construcción. En un país donde tener un título universitario nunca ha dado más sex appeal que una moto, es normal que tengamos el índice de abandono de la educación secundaria más elevado de Europa.
Una dolencia insalvable con los doctores que tenemos en este país, donde el Capital nunca ha tenido capacidad para invertir en futuro y aún corre por sus venas el sentimiento depredador tan propio del franquismo. Cómo exigir a nuestros capitalistas una inversión en futuro: en una educación que desprecian, en unos servicios públicos que ignoran, en una investigación y desarrollo que siempre ha sido cosa de extranjeros. Este barco sólo se salva con una operación de cambio de seso, con el cambio de nuestra base económica, con la apuesta en sectores de alta calificación y valor intrínsico. Así que señores capitalistas, por la Santa Competencia Globalizada, no lloren subvenciones por los rincones y hagan ustedes el favor de apostar en sectores competitivos internacionalmente. No ven, estúpidos, que es la educación.

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