martes, 27 de enero de 2009

Necesidad de lentitud

Detened todo. Que no sople el viento, que la hierba no se mezca a su compás, que la tierra deje de rotar, que los aviones no puedan despegar, que los vivos dejen de respirar y las olas se detengan en el mar.
Si no es así, dejad que sea yo quien me detenga. Pues se me lleva el viento, me mece el tiempo, me marea, de los días, su girar y no despego, no respiro, no puedo ver el infinito mar. Y en mi perplejidad dejo escapar los milagros que en algún instante se me ha permitido rozar.
Dejad que me guarde un instante en mi caja, que recoja mi tristeza, que repliegue mis tropas, y encierre a mis múltiples yo en mi deshordenado hangar. Que temo que si no recojo todo lo que mi suerte me ofrece me vayan los dioses a castigar, que temo que mis renuncias sean pecado mortal.
Aguardad mis palabras, porque ahora se atrabancan por querer decir atropelladamente cosas que ni conocen, ni saben expresar. Esperad porque necesito encerrarme solo conmigo, verme las caras, cantarme las cuarenta, encontrarme una justificación.
Detenedme o detener a los miles de pensamientos que bullen en mi interior. Comprended que necesito descansar, acompasar mi respiración a mis actos y acordar un camino entre todos los que quiero andar. Pero no os impacientéis, que soy liviano y el aire me llevará, que soy pensamiento y no puedo tomar asiento, que soy ola e iré a morir en tu mar.
Ilustración: Alfredo Sabat

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