domingo, 27 de marzo de 2011

Todo lo que veo es mío

Acabo de quebrar el óvalo que me guardaba y todavía un líquido pegajoso recubre mi piel. Estoy secando mi ser al sol, mientras observo a mi alrededor con asombro y curiosidad, desde lo más próximo hasta el horizonte, todo lo que se me ha regalado, todo lo que será mío. Tengo hambre y grito. Y el eco de mi voz reafirma mi poder. Desde este risco reina mi ambición. Dominaré las corrientes de aire, atravesaré sin pedir permiso todas las nubes, tomaré posesión de todos los baluartes, me posaré en todos los árboles, vigilaré el flujo de las corrientes y la huída de los arroyos hacia el mar, deteniéndola si es menester. Me lanzaré en picado sobre les seres que vislumbre, sin dudas, con la única intención de subyugarlos a mi capricho, de devorarlos para saciar mi hambre. No me detendré ante ninguna frontera, límite o ley que yo no haya decidido. Desoiré los usos y costumbres impuestos por seres ancianos y ancestros que no pudieron consultarme. No pagaré tributos. No me doblegaré ante nadie. Desoiré a los que dicen que el presente es suyo y a los perdonavidas que pretenden cobrarme por mis pasos. Porqué todo lo que veo es mío, mi responsabilidad y mis sueños también son míos. La luz de los días, las sombras de las noches, los hechos objetivos, los ensueños y las mentiras, las sonrisas de las gentes y sus lágrimas, también son míos. Cada centímetro de tu cuerpo, tus temblores, tu deseo y lo que aún no has imaginado tener también son míos. Aún mis alas no son suficientemente fuertes para sostenerme en vuestro vacío y ya sé que el futuro y todo lo que veo es mío.

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